¡Que ni la muerte nos separe!
Enterraban a mi tía. Momentos antes, mi prima se me acercó compungida -¡Pobrecita!, dijo, le aterraba pensar que podía no estar muerta y despertar en el interior de un nicho oscuro, sin aire que respirar, así que me hizo prometer que metería un móvil en su ataúd por si necesitaba pedir auxilio, pero ahora me...