Esperanza
Levanto la vista, me deleito con el anómalo azul. ¿Para qué ir a un parque donde no se juega? ¿Para qué vivir una vida en la cual no hay vida? Nunca lo había pensado. Ahora lo miro a él, un niño, y las preguntas salen inexplicables de mis labios. Mis amigos me ignoran, no escuchan. Excepto uno: —Buena reflexión —dice. Treinta y siete segundos después me...