Lleva mucho tiempo en silencio, tanto, que a penas recuerda las caricias de la presión de unos dedos sobre él. Se siente solo aunque la casa sigue viva. Quisiera llorar pero no sabe. No puede valerse por sí mismo, necesita de los demás para poder ser útil, y ellos le ignoran.

De repente, percibe que le tocan la espalda, luego, asustado, nota cada vuelta de tornillo. ¿Estará llegando su final?…

-Hola, no te preocupes, tan solo te están desconectando los altavoces -dice  una voz cercana.

-¿Te diriges a mí? -contesta perplejo el reproductor de CD.

-Sí, claro. Perdona, no me he presentado, me llamo iPod Nano, y creo que voy a sustituirte.

Lo mira con atención, está a su lado en la estantería. ¿Cómo es posible que esa cosa tan pequeña vaya a ocupar su lugar?, ¡si parece una caja de cerillas!

La verdad es que es estiloso y esbelto, y si él emite esa música que ha estado escuchando últimamente, no cabe duda de que le supera con creces.

En su fuero interno comienza a odiarle. Percibe la envidia aflorando por todos sus circuitos, pero opta por ser civilizado.

-Encantado de conocerte. Suenas muy bien, y tienes un bonito diseño.

-Eres muy amable. Tú tampoco estás mal para ser un carroza. Debiste ser muy guay en su momento, pero ahora…

-Sé que la juventud tenéis una cierta tendencia a la crueldad –contesta molesto el reproductor de CD-, pero te agradecería que  me respetaras un poco en este momento tan delicado para mí.

-No dramatices tanto, debes tomártelo con filosofía, la vida es así -dice el iPod entre risitas-. Mira, ya vienen para llevarte a tu destino. Adiós amigo.

Está nervioso, no reconoce el espacio donde le han ubicado y ha perdido de vista al iPod.

-¿Puedes oírme? -le grita angustiado.

-Naturalmente que te oigo, no estoy sordo, estás a mis pies, en el suelo.

-No puedo verte. ¿Qué va a ser de mí, sabes algo?

-Ni idea, chico, lo máximo que te puede pasar es que acabes en un punto limpio, y eso no es tan malo como parece. Te deseo suerte.

Atemorizado y confuso, siente de nuevo cómo dos manos lo aprisionan, esta vez le sujetan con fuerza.

El viaje en coche ha sido largo,  recordó haberlo hecho con anterioridad cuando lo transportaron en una caja el día que lo compraron. Aún persiste en su memoria cómo se sentía aprisionado por el embalaje. Pero esta vez ha sido mucho peor, tiene la carcasa totalmente magullada de tanto traqueteo, y de rodar por el maletero una y otra vez.

-¡Jo, menudo golpe, tío! Eres chiquito pero matón -la voz sale del contenedor al que le han arrojado-, has destrozado mi baquelita.

-No se qué ha pasado, ¿quién eres, donde estoy? -susurra totalmente aturdido el reproductor de CD.

-Mira, tío, si no te importa te contestaré las preguntas de una en una. Me llamo Dell, y creo que es evidente que soy una CPU, y  respecto a lo sucedido, supongo que te han lanzado al contenedor con cierta violencia.

-¿Al contenedor?…. ¡eso es el fin!

-Pero, chaval, ¿tú qué esperabas de la vida? Esto es lo que hay, y date con un canto en los dientes si llegan a desguazarte  y tus piezas pueden servir para algo, porque lo más probable es que no sea así.

-¿Cómo puedes estar tan tranquilo sabiendo lo que nos espera?

-¡Pero, de qué mundo sales, tío!, ¿a ti quién te ha engañado?. Tus circuitos están hechos para otra cosa, no para pensar tanto. Tómatelo como un periodo de descanso, ya has trabajado bastante,  disfruta de las nuevas sensaciones, relájate y déjame en paz.

Decide guardar silencio. Nadie habla a su alrededor. Multitud de aparatos apelotonados los unos contra los otros descansan tranquilamente, no parecen angustiados ni preocupados.

Comienza a llover. No había visto antes caer agua del cielo, ni siquiera había visto el cielo. Se está empapando pero no le importa, está descubriendo un mundo nuevo. Piensa que Dell tiene razón, que debe disfrutar y dejar de lamentar su suerte.

-Ya verás -oye que le dice el microondas que está a su lado-, si deja de llover y el viento se lleva las nubes, tendremos un gran espectáculo.

-No me cabe duda de que será así -le contesta-, al menos, eso es lo que espero.

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