Nadie se muere tanto, que nadie lo recuerde.
La bisabuela Ana era la madre de Virginio Leiva, a quien le había dado su apellido por ser todavía soltera de papeles cuando él naciera. Dicen que era una vieja chillona, escandalosa, y autoritaria que llegaba con una colección de discos de pasta y un tocadiscos para escuchar los últimos éxitos mientras la nuera renuente...