El niño de las Manitas frías.

El niño de las Manitas frías.

Landa

23/02/2020

No recuerdo muy bien el horario, pero sí, que era pasada la media noche del martes doce de noviembre, cuando recibí el llamado del teniente de la unidad de inteligencia de la policía provincial.

  • -“¡jefe, señor, espero no molestarlo a estas horas, pero, lo necesitamos ya mismo en calle Ayacucho a la altura 1.120!”
  • -¿Usted sabe que yo ya estoy retirado?
  • -Sí jefe, ya lo sé, pero, también sé que es el mejor en su área de trabajo.
  • -Ok, ya me dirijo hacia allá.

Me levanté del sillón, me dirigí hacia el baño y nos miramos a través del espejo, mientras que dijimos unas palabras de aliento. Subí a mi vehículo personal y hasta llegar a esa dirección, no deje de soñar, ya estando ahí, el teniente a cargo me entregó un chaleco antibalas y me introdujo a la situación que estaban viviendo, mientras que me acomodaba.

  • -Discúlpeme, pero no esperare más, tenemos que entrar ya mismo teniente, esto no terminara nada bien, dentro de ese lugar está el mal, se pueden escuchar los gritos de desesperación que provienen del segundo piso, ¿es dónde se está desarrollando todo el dilema o no? – dije mientras soltaba un bostezo de cansancio.
  • -¡Detective! Está bien, lo que usted diga se hará, por algo es el mejor mediador de todo el distrito federal, pero para mí, es mejor que esperemos al grupo comando, no tengo la capacidad táctica o personal, para otorgarle la defensa necesaria, pero si usted cree que es lo mejor, hagámoslo ya mismo – me respondió con voz preocupante.
  • -¡Vamos! Hagamos nuestro trabajo teniente – conteste con una sonrisa en el rostro.

Y sin dar más vueltas nos adentramos al departamento, el teniente, cinco de sus mejores agentes de la policía provincial y yo.

  • -¿Qué sabemos del secuestrador? Teniente – pregunté.
  • -De hecho, muy poco, sabemos que tiene a una familia secuestrada, nuestro dron nos mostró: padre, madre e hijos; una niña y un niño. Y nos pidió que lo trajéramos a usted – me respondió, muy confundido.
  • -¡Qué! ¿A mí? ¿Por qué?
  • -Sí, a usted, y eso quisiera saber yo, por lo visto lo conoce muy bien, pidió hablar estrictamente con usted detective.
  • -Ok, eso haremos entonces. Por cierto, ¿sabemos quién es?
  • -Sí, de hecho, sí sabemos quién es, nos dijo su nombre y apellido, también nos dijo que usted lo conocería muy bien.
  • -Así, esto se pone más interesante cada segundo, ¿Quién es?
  • -Se llama Diego Martín Antonio Bereciartua.
  • -¡Bereciartua!
  • -Sí, ¿sabe quién es?
  • -No, pero, me suena y mucho ese apellido. Ahora entraré, que sus hombres y usted, no hagan nada estúpido por favor.
  • -No se preocupe, no haremos nada sin su permiso jefe.
  • -¡Perfecto!

Golpeé la puerta y pedí permiso para ingresar.

  • -Así que está acá detective, pensé que no vendrías, ¿lo puedo tutear o es imprudente de mi parte?
  • -No por favor, no es para nada una imprudencia, tráteme como a usted mejor le parezca, por cierto, dos preguntas tengo para usted.
  • -Sí detective, pregunte, soy todo oído.
  • -Primero; ¿me dejaría usted ingresar a su departamento? Y segundo; ¿Por qué pidió por mí, lo conozco?
  • -Que yo sepa, esas serian tres preguntas, pero, no te preocupes, responderé a todas. Primero; pase por favor, eres muy bienvenido, aunque no es mi departamento. Segundo; comenzaré diciéndole que sí, me conoces muy bien y yo a vos, aunque era más que sabido de que, no me recordarías muy fácil. Cuánto pasó ya de la última vez que nos vimos, ¿siete u ocho años?
  • -No entiendo.
  • -No te preocupes, ya lo vas a entender muy bien todo, y pasaron ocho años y medio, desde la última vez que nos vimos. Tercero; pedí por vos, por ese mismo motivo, que en esa vez que nos encontramos cara a cara, no tuvimos mucho tiempo para conocernos.
  • -Sigo sin entender nada.
  • -¡Tranquilo detective! Ya me vas a entender, y por lo que escuche afuera, te trae recuerdo mi apellido, como ya lo sabes es Bereciartua y mi hermana menor, se llamaba Aldana, una dulce, responsable, dócil, trabajadora, estudiosa y muy buena persona, también estaba mi sobrino, un portentoso niño muy feliz, que recorría éste mundo descubriendo miles de cosas increíbles, a quien su madre, padre y familiares, lo amaban incondicionalmente, y después, tenemos a éste sujeto que se encuentra acá, tirado en el piso con las dos piernas rotas, un brazo y sin sus orejas, convirtiéndose en el sayón que decidió que mis más preciados tesoros en esta vida, fueran arrancados sin ninguna necesidad, por el simple hecho de ser un marginado de una sociedad incomprensible, que debería ayudar a sus habitantes más perjudicados por parte de un país totalmente desconectado de la realidad, ¿me recordás ahora detective? ¿No fueron esas las palabras que utilizó el juez para dejar libremente a esta escoria?
  • -Sí, ahora lo recuerdo, usted es el…
  • -Sí, ese mismo soy yo, al que usted, lo voy a tratar con un poco de respeto, le prometió que nada de lo ocurrido ese día quedaría impune, que atraparía al culpable y que lo haría pagar con todo el peso de la justicia, y que, si no podía hacerlo por las buenas, lo haría de la misma manera que él lo hizo con mi familia. Recuerde, recuerde detective esas palabras que emanaron de sus labios, al ingresar a esa vivienda y verme postrado sobre mis rodillas, a los pies del cuerpo de mi hermanita, violada repetidas veces y asesinada a golpes, mientras que yo acurrucaba el cuerpo sin vida de mi pequeño angelito, mi sobrino de tan solo tres añitos de edad, quien fue degollado sin piedad, ¡HAGA MEMORIA DETECTIVE…! Recuerdo también que le dije que las manitos de mi sobrino se encontraban frías.
  • -Sí, lo recuerdo muy bien, jamás me olvidaré de ese día, pero, este no es la forma, no haga lo que…
  • -¡CIERRE LA MALDITA BOCA DETECTIVE…! ¡CIÉRRELA…! Nadie saldrá con vida de este maldito departamento en la noche de hoy.

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