Nuestro abrazo
Aquel abril, empacaste tus más grandes sueños junto con ropa que pronto serian lo último que sintió tu desesperada respiración, como imaginar que con el pasar de los días, para verte tendría que soñarte, y para soñarte debía borrar de mi mente el que ya no podía verte. Valiente alma que yacía en la misma...