EL VIAJE FANTÁSTICO
Bajo el puente que daba acceso al otro lado de la ermita había una suave manta tapizada de fina hierba adonde iban a parar los cansados viandantes que solían guarecerse a echar una pequeña siesta mientras cogían fuerzas para proseguir el camino; un camino que parecía no terminar nunca, pero que era relajante para todo...