Apoltronado en mi viejo reposet, espero ansioso que inicie la función.

—Abuelo, ¿otra vez vas a ver esa vieja película? La has visto más de cincuenta veces.

—Y la seguiré viendo mientras pueda, pequeño.

—¿Y por qué te gusta tanto?

—Te voy a contar una Historia. Cuando esta película se estrenó, allá por 1971, causó furor entre nosotros los niños. Yo tenía diez años, justo la edad del protagonista. En mi escuela había una niña que recién había ingresado. Se llamaba Nancy y se parecía mucho a la niña de la película. Lo nuestro, aunque éramos muy pequeños, fue amor a primera vista. Esperábamos los recreos para irnos a sentar juntos bajo un viejo ciprés. Nos bastaba con tomarnos de la mano y mirarnos extasiados. Ambos éramos inexpertos en cuestiones del amor, y nos sonrojábamos por cualquier cosa. Parecíamos hechos el uno para el otro. Fuimos juntos a ver esta película, pues nos sentíamos identificados con los protagonistas. Un día, mientras conversábamos, empezó a llover. Ella recostó su cabeza sobre mi hombro y nos cubrimos con mis útiles escolares. Como agradecimiento me dio un beso en la mejilla. Fue nuestro primer acercamiento físico… y el último.

Emocionado, saqué mi viejo pañuelo blanco y me limpié los ojos.

—¿Qué pasó después, abuelo?

—No la volví a ver. A su papá lo cambiaron de trabajo y tuvieron que irse a vivir a otra ciudad. No tuvimos tiempo ni de despedirnos.

—¿Y no la buscaste? ¿No le escribiste ni preguntaste en la escuela si sabían a dónde se había ido?

—En aquellos tiempos no existía el internet, ni los celulares ni toda la tecnología actual. Bastaba con que alguien se mudara de ciudad, para desaparecer por completo. Si de por sí era yo un niño tímido, me convertí, entonces, en un chico retraído y solitario.

Me detuve un momento controlando mi respiración, para evitar que las lágrimas escurrieran por mis mejillas.

—Mis días transcurrían en un completo oscurantismo —continué—, como si el sol no volviera a salir. Busqué, en los cines, la película para volver a verla, y nunca olvidarme de Nancy, pero no la encontré. Es por eso que ahora que la tengo en dvd, no me canso de verla.

—¿Y mi abuela? ¿Cómo la conociste a ella?

—La conocí en la universidad. Ella estudiaba arte y yo ingeniería. Aunque lo nuestro no fue amor a primera vista, nos llegamos a enamorar. Llevamos una vida muy feliz, formando juntos una bonita familia. De ella tengo muchos recuerdos bonitos. Pero de Nancy, lo único que tengo es esta película, y el primer amor nunca se olvida. Aquel beso que me dio, nunca lo podré borrar de mi mente, al ser el primero que recibí.

—¿Puedo ver la película contigo, abuelo?

—¡Claro que sí, mi pequeño!

—Y a todo esto, ¿cómo se llama?

—Se llama Melody… Melody Fair.

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