DE ALGODÓN BLANCO
—¡Abuela! ¡Abuela! despiértate. Abuelita abre los ojos, estaba soñando que me decías: «José, despierta que me estoy muriendo». Eran las cinco de la madrugada. Fue como un gruñido. Sonó como dentro de mi sueño. Ella dormía en el cuarto grande y yo en la habitación contigua; salté de la cama, corrí a verla y me...