ENTRE LA CULPA Y EL MIEDO
Tenía apenas doce años de edad cuando mi madre me enviaba a llevar el desayuno a mis abuelos. Los días sábados y domingo caminaba un kilómetro y medio hasta llegar a una pequeña colina y desde el pie de aquella montaña divisaba entre los bellos arbustos de araguaney, la humilde vivienda de mis yayos. Subía...