UN SALUDABLE PROYECTO DE MUERTE
–¡No quiero iiiiiiirr!… Aquel grito no se escuchaba a diario, pero sí tres veces por semana, mínimo. Me provocaba imaginar un sacrificio infantil al estilo azteca o a un cirujano que extraía, sin anestesia, un pequeño corazón. Horadaba el apacible manto de la mañana y funcionaba como un resorte que me expulsaba violentamente de la...