LAS ESTUPIDECES SE PAGAN, CARO
Las sirenas y rugidos de los motores llegaban de lejos y en estéreo, de izquierda y derecha al tiempo, acercándose con precipitación. Nos quedamos estáticos. De inmediato reaccioné y susurré a mi amigo, “la hemos cagado, Libardo”, al tiempo que se esfumaba la losa que me oprimía y una levedad olvidada se apoderaba de mí;...