Medio siglo
Elia era escuálida y menuda. Tenía unos ojos tan pequeños que parecían dos aceitunas negras. Su cara alargada y sonrosada despedía una luz sobrenatural y con una paz absoluta llenaba de sabiduría los rincones del monasterio. Mujer laboriosa donde las hubiera y muy culta, miraba sin miedo a la vida. A veces, mientras mordisqueaba una...