ENCURTIDAS
Acabábamos de cambiar de siglo. Aquel verano me declaré acética. Julio se resumió en calor y sudores nocturnos paliados en sillas viejas sobre la desgastada y sonrosada acera que mi abuela, lijaba en la mañana y salpicaba de lejía con la ayuda de sus cortas y fuertes manos. Por las noches, escapábamos a la corriente...