Tic, tac… tic, tac.
Tic, tac, tic, tac, el sonido de aquel reloj grande, colgado en lo alto, resonaba constantemente acelerando mis latidos, el tiempo pasaba, y tú… tú no llegabas. Sentada en un banco de forja negro, -cual Penélope- con mis zapatitos de tacón y mi vestido verde. El «verde», ¡me encanta ese vestido!,...