Leviatanes
–¡Soy un artista, no un asesino! Gritó Catarino golpeando la mesa con sus manos añejas. Una lágrima descendió serpenteando por sus arrugas y los nudillos del oficial Espinoza chocaron con su abdomen. -Señor López, llegamos allí unos segundos después de que lo ahorcara, y ¿aún así, lo sigue negando?- decía el oficial Segers cruzado de...