Acerca del peligro de los talleres de escritura
Y ahí se quedó el pobre, al lado mío, duro, la cara torcida y arrugada sobre la mesa, en una mueca absurda. Yo apenas me acababa de sumar al taller y se imaginarán que no abría la boca. Escucho como un silbido, después un ronquido fuerte y el tipo con los ojos bien abiertos que...