Acta del Jurado de Historias de familia IV

EN MADRID, A 31 DE ENERO DE 2018

Un jurado compuesto por profesores de Talleres de escritura creativa Fuentetaja y por miembros de la Fundación Escritura(s), presidido por Enrique Ferrari, ha decidido conceder los premios y menciones que se indican abajo.

En esta cuarta convocatoria de Historias de familia han participado 548 relatos. Ha habido 36.611 votos emitidos por 13.886 personas. El número de lecturas ha sido 79.724 (a día 31 de enero).

El jurado lamenta haber tenido que excluir varias obras de indudable calidad por no haber cumplido con el requisito mínimo de votar al menos 10 obras para poder acceder a los premios.

 

PRIMER PREMIO

dotado con 500 euros en metálico

Óscar María Castro Olivera, por “Nosotros

Es un relato muy trabajado: en su estructura, en su lenguaje y en el planteamiento en torno a la identidad que le sirve como cimentación (y guía) para la historia. El título es un acierto enorme: el yo desde el nosotros, entenderse a sí mismo a partir del otro, del hermano muerto al que ha tenido que llegar él mismo, sin ser avisado por nadie; reconocerse como complementario o como opuesto del hermano mayor que murió sin él conocerlo, sin haber llegado a vivir lo suficiente como para dar a conocer los rasgos de su personalidad, pero que tuvo su mismo nombre. Las 3 partes en que está ordenado el relato, a partir de tres fechas (1963, 1978 y 2001), funcionan bien como introducción, nudo y desenlace, con el suspense que hace avanzar la historia en las dos primeras para darle a la tercera un tono más conclusivo. Con una prosa muy cuidada, destaca también la visibilidad del acto de recordar en el texto: todo queda registrado en esa primera escena en la que el narrador es un niño, pero sugiere varias veces su desconfianza ante el recuerdo, sobredimensionado por ser él entonces precisamente un niño, lo que remarca la distancia, por un lado, entre el recuerdo de los hechos y los hechos mismos y, por otro lado, entre el pasado de esos hechos y el presente de la narración en la que reflexiona sobre sí mismo.

 

PREMIO AL MEJOR LECTOR

dotado con los libros El arte de la ficción, de John GardnerLa práctica del relato, de Ángel Zapata, y Escribir y reescribir, de Gloria Fernández Rozas

Pilar Daniel i Gubert

Pilar es exhaustiva, rigurosa en el análisis, que es propiamente literario, con un buen armazón crítico, pero se muestra también generosa: Destaca bien los aciertos de los textos, se esfuerza por comprender lo que quiere trasmitir el autor, y se extiende en sus comentarios, bien meditados, con sugerencias valiosas.

 

PREMIO AL RELATO MÁS VOTADO POR LOS USUARIOS

dotado con los libros El arte de la ficción, de John GardnerLa práctica del relato, de Ángel Zapata, y Escribir y reescribir, de Gloria Fernández Rozas

José Luis Chaparro, por “El domingo que viene

Ha obtenido 464 estrellas, 1369 lecturas y 348 comentarios (a 31 de enero).

 

FINALISTAS

(por orden alfabético)

Alicia Cros, por “Besos de mariposa

El relato en presente y en primera persona acerca la historia al lector, que debe recomponer la escena desde la perspectiva cándida de la niña: Al contrario que la abuela, cómplice y bondadosa, el abuelo se erige como antagonista: desagradable y violento, pero al que ella intenta buscarle una redención con sus esquemas infantiles (una pura metamorfosis).

Álvaro Fernández, por “Sin gatillo

Un buen relato, complejo técnicamente, en el que al vínculo afectivo se le añaden más capas para hacer de la historia también o sobre todo una denuncia social y política, con esa traslación e identificación de la sociedad argentina de finales de los 70 con los animales de un zoo. Destacan en el relato la función emotiva de los libros (como sustitutos del padre, como única vía de comunicación posible) y la ensoñación del niño con el arma de juguete como recreación de la praxis del padre.

Ana Isabel Calvo Hernández, por “Cuando la nieve caiga en primavera

Lo mejor del relato está en el papel de la narradora, más que en el de la protagonista. La historia de fondo es la de la abuela, pero el relato se hace fuerte en el esfuerzo de la narradora por engordar los recuerdos, por reconstruir lo que no conoce, imaginándolo, intentándolo recrear. La mujer que conoció no le sirve: ya demasiado anciana, demasiado deteriorada, senil, y busca con lo que escribe hacerse una idea menos parcial de su vida, conocerla mejor. Muy bien escrito.

Diego Durán, por “Secretos familiares

El relato son tres historias de familia entrelazadas, que las distintas circunstancias separan y unen. Con un planteamiento coral, ese microcosmos le sirve al narrador para mostrar la España cainita de posguerra. La estructura y argumento, sin ser demasiado audaces, resultan eficaces.

Eduardo Parro, por “Almorox o donde caben mis huesos

Una buena historia encofrada con audacia y gran habilidad. Con una estructura fragmentada, en la que el narrador cuenta hacia atrás, con continuas analepsis, se remonta casi cien años para construir una genealogía que culmina con su propia gestación épica como embrión. Sin ningún exceso ornamental, como si fueran notas, con un aspecto de esquema apenas pasado a limpio (con solo unos pocos hechos de personajes diferentes a lo largo de tantos años), pero muy eficaz, sólido, honesto. Con un muy buen uso, además, de los bocadillos textuales y las imágenes.

Elda (Bolboreta) Caridad, por “La victoria sabe a caldo de gallina

Como si fueran cajas chinas, el recuerdo de la narradora que funciona de historia central concentra otras varias historias: las que cuentan el tío y el padre a los primos en una manifestación (y reivindicación) de la literatura oral que resulta emocionante. La credulidad de la niña protagonista (la narradora en su infancia) le da al relato una dosis de fantasía que le permite moverse en dos planos.

Francisco de Juan Fernández, por “Mamá se quiere morir

La perspectiva con la que arma el narrador el relato es única, novedosa (a pesar de ser una realidad cotidiana), con un conflicto claro -la voluntad de la madre de morirse a sus 92 años- que le sirve para desarrollar la historia eficazmente sin necesidad de complicar la estructura en exceso, lo que le permite centrarse en el tono del relato y en la personalidad atractiva de la madre.

Francisco Javier Guerra del Río, por “El retrato

Un buen relato que gestiona bien el suspense: con el planteamiento, al inicio, del reencuentro de tres generaciones que, como se descubre al final, son en realidad solo dos. Bien escrito. Muy cuidadoso al dosificar la información.

Gerardo Ruiz, por “Josefina

Un relato breve que se desenvuelve bien con la narración de la anécdota: la confusión en un secuestro por amor, raptan a la madre en lugar de a la hija. Eficaz, divertido, bien escrito, envuelto en una atmósfera sugerente para el lector.

Helena conH, por “La canción del violinista

El relato funciona bien con el muñeco del violinista (que le regaló a la protagonista, de niña, su abuela) como llave de la historia: la melodía que sale todavía del muñeco, muchos años después, le permite a esta reconstruir o rellenar el recuerdo de su abuela, a la que apenas conoció. En condiciones ya muy precarias, el violinista es el único vínculo que le queda con ella.

Hermenegildo Rodríguez , por “Regreso a Sobibor

El texto está muy bien escrito: el tono es conciso, contundente, envolvente, con un narrador seguro de sí mismo que hace suya la historia de Gabriela Cohn, apuntalando los diálogos para hacer del drama personal o familiar de la argentina el epicentro de un drama de dimensiones mucho mayores, el del holocausto judío en la segunda guerra mundial. Como si fuera un marco el relato de Gabriela para este otro relato colectivo, que cierra también con destreza, unidas otra vez las dos historias con el homenaje posible de la protagonista a su familia y a tantos otros muertos.

Javier Ramos Arribas, por “Nacer, morir, envejecer

La historia es buena, con ese principio y fin que marca la coincidencia del nacimiento del narrador y la muerte de su abuelo el mismo día, con los sentimientos encontrados de la familia: la inmensa alegría y la inmensa tristeza juntas. Pero más valioso que la historia misma es el relato de las circunstancias en que la tía cuenta al narrador los hechos (que este ya conoce). El comienzo, con un tono reflexivo, le sirve de marco: presenta a la tía, ya muy mayor (a lo que hace referencia ese tercer elemento del título), y ubica la conversación en una residencia de ancianos, para, en lugar de volcar más o menos directamente la historia de su nacimiento y la muerte de su abuelo, poder recrearse en el diálogo mismo, en el ejercicio de recordar de la tía y en el ejercicio de compartirlo con él.

Jesús Manuel Roldán, por “No quiero más palabras

Relato contundente, preciso, emotivo, que se sirve de la distancia con los hechos (3 años) para recrear la angustia, la tristeza y los remordimientos detrás de una muerte más en la guerra civil española. El narrador testigo (bien trabajado) sabe por su mejor amigo, sin querer saberlo, tras una borrachera en un permiso, que su hermano desaparecido fue asesinado.

José González, por “Se llamaba Virginio y me parece recordar…

Bien escrito, estructurado con eficacia. Con una distancia emocional bien medida. Con un narrador testigo desapasionado (a pesar de ser el nieto del protagonista) que le da un tono atractivo al relato: como si fuera un repaso vital -una biografía muy concentrada, al tiempo que el registro de ese progresivo conocimiento del personaje- en el que hay más interés o admiración que cariño.

Juan Cristóbal Espinosa Hudtler, por “Retrato hablado

El texto se construye desde el contraste. El narrador protagonista inicia su relato en presente, su labor en un campo árido, desagradecido, como un marco que deja claro al lector que la historia es de superación personal. Pero en seguida se vuelca en la vida de su madre, y la distancia enorme entre sus expectativas de joven (con un cierto tono irreal, fantasioso, en su planteamiento, que ahonda en esta distancia) y la realidad que se le impuso tras su matrimonio, de la que salió en buena medida por la ayuda del hijo. El cierre, que le da al texto una forma circular, devuelve el protagonismo al narrador y al tiempo presente.

Lazlo Blanco, por “Quédate

Un tono nostálgico, pesimista, lo cubre todo. Con reflexiones que apuntalan la estructura del relato, pero también con los hechos mismos que se sirven de la dicotomía entre la capital y la provincia (con el éxodo de quienes viven en esta a Madrid) para remarcar el pasado frente al presente de la narración, la distancia entre ambos tiempos que refuerza la sugerencia del alzhéimer o demencia de la abuela, uno de los personajes de la historia. Como si fuera todo abandonado, el olvido total del pasado. El estilo de relato es exquisito, con imágenes tan felices como la de la corbata que alargaba la cara del abuelo hasta arrastrarla por el suelo.

María Eugenia Catoni, por “El mensajero

El relato de la muerte del sobrino funciona también como ejercicio de instrospección honesto, valiente, de la narradora. Con una estructura un tanto circular, la historia es la del fallecimiento del hijo de la hermana, un niño de pocos años, pero, con un tono espiritual, casi místico, la perspectiva que se impone es la de la narradora, presente en el momento mismo del óbito, que enfatiza la comunión en ese instante con su sobrino y los sentimientos contradictorios, difíciles de explicar (la califica incluso de placentera, además de dolorosa), frente al dolor sin paliativos de la hermana (con la que le une una relación que parece también contradictoria).

Marianela Jiménez, por “Zabala

El relato busca superponer dos tiempos: el pasado de la madre y el presente de la hija, en la reconstrucción de los pasos que tuvo que dar la madre para hacerse la foto que guarda la hija. Por tanto, el registro de los pasos de la hija en esa búsqueda, que hace también en pareja (igual que su madre entonces con su marido, padre de la narradora), busca ser circular, con la foto de la madre al principio y la foto de la hija al final, las dos posando ante el mismo monumento. Nada pretencioso, de emoción contenida, funciona muy bien.

Miguel Ángel Malo, por “Una recta y solo una

El relato tiene de protagonistas las fotografías mismas, o el ejercicio de verlas y compartirlas de los hermanos para asentar mejor su identidad con su pasado. Cada fotografía como el acceso a ese pasado para desde él cimentar el narrador no solo su personalidad, también su relación con su hermana, y con otros familiares y conocidos, a partir del recuerdo de los padres (más presente en tanto que están en esas fotos y es más fácil para todos evocarlos). Es un buen texto.

Nico Sthill, por “Borges

Un narrador desquiciado, disperso, deforma el relato de su historia de familia hasta convertirlo en ruta (un tanto escorada) a Borges. Pero la confluencia de su abuela y el escritor argentino en un ejercicio desacomplejado de reordenación de las necesidades vitales le funciona bien, le da al texto una unidad narrativa que es inteligente o, por lo menos, ingenioso y divertido.

Simón Virdaén, por “Síncopa

Un relato bien escrito, sugerente, con diálogos bien ensamblados, con una buena presentación de la escena y un desenlace sorprendente: la conversación en la barra del bar entre una prostituta y un cliente que se muestra abatido y poco entusiasta desvela, tras una paliza del cliente al chulo de esta, que los dos Leones de los que hablan son el mismo, que es él el hermano bueno y tonto que mató al padre y del que nunca más supieron.

Tabolatum Souto, por “Asuntos que se hablan en mi familia

Su punto fuerte es la visibilidad que consigue la narración sobre los hechos, la reconstrucción de la historia que se ve obligada a destacar los huecos y las hipótesis, porque nadie ha podido contar al narrador la historia. La distancia enorme que impone la vida de su bisabuela (el asunto es su enemistad con su hermana) se va recortando a la vez que avanza esa reconstrucción hasta el bautizo del narrador, en que coinciden por última vez las dos hermanas. Pero esa cercanía en el tiempo no supone un esclarecimiento de los hechos: el suspense no se resuelve con el final del relato. Un acierto, sin duda.

Vicente Cora Alcaraz, por “Lara

Su planteamiento como si fueran unas pocas notas, los recuerdos sin ordenar, sin trabajar apenas la sintaxis, fortalecen el relato como ejercicio de sinceridad, de honestidad, de volcado de emociones (con el miedo, la satisfacción o el vértigo al pasar tan rápido el tiempo). En lugar de escribir el narrador de un ancestro escribe de su descendiente: muy excepcional en el concurso.

 

Gracias a todos. Oportunamente nos pondremos en contacto con los ganadores para la entrega de premios.

La decisión del jurado es inapelable y la organización no puede mantener correspondencia sobre los aspectos del premio. Existe un espacio de comentarios que la organización consulta periódicamente en busca de observaciones que nos permitan mejorar sucesivas ediciones. Os animamos a usarla para comunicarnos vuestra impresión sobre este concurso.

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