asuntos de los que no se habla en mi familia

asuntos de los que no se habla en mi familia

TABOLATUM SOUTO

11/12/2017


Nadie sabe que ocurrió en aquel viaje. Podemos imaginar historias, intentar fabular qué pasó, pero ya no queda nadie que pueda contárnoslo.

Mis bisabuelos Manuel y mamá Rosalía salieron de Vigo con destino a Buenos Aires una mañana de Enero de 1915. Les acompañaba Elvira, la hermana menor de mi bisabuela. Los imagino tristes por dejar a sus familias a las que quizás no volviesen a ver. Pero también los imagino llenos de ilusión, deseosos de cumplir el sueño de encontrar prosperidad en aquel nuevo mundo lleno de oportunidades que les esperaba al final del viaje.

Pero aquella ilusión se truncó en algún lugar a mitad del Atlántico. Al parecer, a su llegada a Buenos Aires las dos hermanas ya estaban enfrentadas. Lo que vivieron en aquel viaje las separó para siempre.

Sabemos que en los años posteriores el odio entre las dos siguió creciendo. Mamá Rosalía y Elvira encontraron trabajos sirviendo en casas distintas, y aparentemente sus vidas se distanciaron. El bisabuelo Manuel fue saltando de trabajo en trabajo, buscándose la vida para mantener a su familia.

Parece que la relación de Manuel y de mamá Rosalía fue mala desde el principio. A pesar de ello tuvieron dos niñas: la abuela Teresa y la tía Carme. Cuando la abuela Teresa tenía diez años mamá Rosalía dejó a su marido, y trayéndose los pocos ahorros que había conseguido reunir regresó a Galicia con las niñas.

Allá en Buenos Aires se quedaron su marido, su hermana y sus sueños por encontrar una vida mejor.

A su llegada a la aldea mamá Rosalía y sus dos niñas se quedaron en casa de sus suegros. No sabemos qué les contó de lo ocurrido en Buenos Aires y del porqué había abandonado allí a su hijo. Lo único cierto esque ellos las acogieron en su casa y con sus escasos recursos las ayudaron a salir adelanteen los difíciles años posteriores.

Mi bisabuelo no volvió nunca a ver a sus hijas ni a su mujer. Permaneció en Buenos Aires hasta que murió unos años más tarde enfermo de tuberculosis. Quién sí regresó a Galicia fue la tía Elvira. A su llegada se fue directa a la aldea donde vivían su hermana y sus sobrinas. Mi bisabuela y su hermana se alejaron de la casa para hablar a solas. Nadie sabe lo que se dijeron, de qué se culparon, si hubo disculpas o sólo reproches. Lo cierto es que aquella fue la última vez que las dos hermanas se hablaron. La tía Elvira se fue a vivir con otro familiary algún tiempo más tarde se casó y creó su propia familia.

Los años pasaron y las familias de mamá Rosalía y de tía Elvira crecieron. Mi abuela se casó y tuvo cinco hijos. Aurora, la única hija de la tía Elvira tuvo cuatro. Las dos familias vivían en aldeas distintas aunque no muy distantes. Con el paso de los años las hijas y nietos de mamá Rosalía y los de Elvira se conocieron y tuvieron trato. Coincidían en las fiestas del pueblo, en celebraciones familiares, y en funerales. Las desavenencias entre las dos abuelas se fueron olvidando. Tonterías de viejas. Todos sabían que las abuelas llevaban enfadadas media vida, pero nadie se interesó por conocer el porqué, ni tampoco hizo nada por remediarlo. O si lo hizo se topó con el muro de silencio que mantenían sobre el tema las protagonistas y sus tres hijas. Hay asuntos de los que no se habla en mi familia.

Un día, cuando mi tío el menor tenía catorce años, un amigo de la aldea le contó un rumor que había oído en su casa. Mi tío quiso indagar sobre aquella historia preguntando imprudentemente a su madre sobre el motivo del célebre enfado de su abuela con la tía Elvira. Mi abuela Teresa, una mujer de fuerte carácter que se había criado sufriendo un gran trauma por no tener un padre en casa, zanjó el tema sin una sola palabra ni explicación. Un seco bofetón acalló el tema para siempre. De aquello no se hablaba.

Yo fui la primera bisnieta de la mamá Rosalía. Mi madre invitó a mi bautizo a sus primos por parte de madre, y por primera vez, se decidió invitar también a la tía Elvira. La mamá Rosalía, muy mayor ya, no dijo nada cuando le informaron de quienes vendrían al convite. Como siempre que alguien osaba mencionar el nombre de su hermana en su presencia se limitó a protestar entre dientes con voz de desprecio, sin que se entendiera lo que decía exactamente.

El día del bautizo, después de ir a misa, se reunieron todos los invitados en casa de mi abuela. En uno de los extremos de la mesa sentaron a la tía Elvira junto a su hija Aurora. Enfrente de ella se sentaron mis padres y la mamá Rosalía. Cuando esta descubrió la compañía que le habían destinado no dijo nada. Se sentó en silencio y así permaneció a lo largo de toda la comida. Ni una palabra, y sin mirar ni una sola vez a su hermana sentada a sólo un metro enfrente de ella.

Cuando se sirvieron los postres la tía Elvira le pidió a su hija que la llevara a casa, porque no se encontraba muy bien. Todos en el comedor miraron en silencio mientras Aurora ayudaba a su madre a levantarse y abandonar la estancia. Mamá Rosario, en su sitio, continuó tomando el postre en silencio, luciendo una extraña sonrisa de desprecio en los labios.

La tía Elvira falleció unos meses más tarde. Mamá Rosalía todavía vivió hasta que yo tuve siete años.Las dos se fueron a la tumba guardándose su secreto y su rencor.

Aquel día, el día de mi bautizo, fue la última vez que las dos hermanas estuvieron juntas.

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