Desde el primero atizbo de pensamiento hasta el último ahínco antes de desfallecer, la mente trata de comprenderse a si misma, siendo parte y juez.
Busca incesantemente, encontrar algún espejo, donde se pueda reconocer; mas no le queda otro remedio, que solo imaginar quién es.
Sujeta a las carrozas del tiempo, no puede detener sus pasos y corre tras los rastros de sus propias voces. Camina sin descanso, pensando si la vida, es lo que imagina en el día o lo que ocurre en las noches.
Dotada de inmensa belleza, que jamás ha podido conocer. Es su virtud su más grande tristeza, ya que fue ciega al nacer.
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