PIEDRA DE MOLINO

Escuchaba cómo reía ella. La estaba siguiendo en un parque. Jugábamos como a ella le gustaba. Tan pequeña e inocente, sentía como mi miedo se iba cada que alcanzaba a tocar un poco de su cabello rizado. Mi niña, tan linda. Ojalá durara para siempre.

II.

Fuimos despertados con un grito grave e impresionantemente alto. Los oídos nos dolían y las pestañas pesaban. Solo Dios sabe cuánto tiempo estábamos dormidos y dónde. Enfrente de nosotros hacía flotando una criatura enorme. Se veía desnutrida, en medio de las costillas había ojos, sus pies estaban deformes de manera que parecía tener solo uno. Su cara era triste y sangre salía de su boca al igual que en la cuenca de sus dos ojos. Una de sus esqueléticas manos temblaba mientras se elevaba lentamente. Los dedos crujían en su proceso de apuntar hacia una dirección. Volvió a gritar, esta vez se escuchaba más como un alivio y la criatura comenzó a arder en el cielo. Consumiéndose mientras unas manos quemadas lo arrastraban a la nada. Veíamos la piel gris quemándose, desprendiendo sangre y un fuerte olor desagradable, hasta dejar solamente cenizas como lluvia.

       Un silencio nos rodeó. Cientos de caras desconocidas y confundidas. No recordaba nada excepto del sueño con mi hija y apuesto que nadie podría decirme que hacíamos ahí, en medio de un terreno lleno de lodo y cenizas de una criatura tan miserable como la que nos despertó.

  • Tengo que estar soñando… esto es solamente un sueño… – comentaba repetidas veces un hombre.
  • Mi hijo… ¿dónde está mi hijo? – Preguntaba una mujer.

       Una anciana estaba con nosotros. Fue la primera persona en avanzar hacia la dirección que había apuntado la criatura. Algunos intervinieron para que se detuviera, pero otros no sabían que más hacer, así que hubo tres grupos: Los que acompañaron a la señora (grupo en el que yo estaba); los que avanzaron en la dirección contraria y los que se quedaron a esperar (Nadie sabía a qué, pero eventualmente descubriríamos que se unirían a cualquiera de los dos grupos).

  • ¿Qué fue lo que soñaste? – Me abordó una mujer joven. Vestía ropa de oficina, excepto que estaba completamente sucia y descalza.
  • ¿Perdona? – comenté mientras adivinaba en mi mente la edad que tenía. No parecía mayor a cuarenta años.
  • Todos aquí tenemos el mismo patrón. No recordamos nada y el sueño que tuvimos, se sentía demasiado real. Fuera de eso, no hay más. Diferentes edades, sexos, empleos. No hay más.
  • ¿Crees que estamos dormidos?
  • No. El hambre se siente real. La peste y, lamentablemente, esa cosa también lo fue. Si me dices que soñaste con tu hijo, significaría que hay un patrón el los sueños.
  • Mi hija…
  • Mierda… otra cosa en común.
  • ¿Todos somos padres de familia? Tampoco me inquietaría ese factor. No lo consideraría algo poco común.
  • En este contexto lo es.

       Llegamos a un pantano enorme que tuvimos que rodear para no entrar en las aguas negras. Mientras lo hacíamos, comenzamos a sentir frío. Yo veía a mi hija llorando dentro de ese pantano. Gritaba: “Papi, ayúdame”, su cara se mostraba golpeada y con cicatrices. Un hombre saltó al agua y gritaba por su hijo, gritaba su nombre justo en dirección donde veía a mi hija… que ahora recordaba su nombre… era Noelia. Ahí me di cuenta que todos estábamos teniendo visiones. El hombre que saltó comenzó a ser atraído al suelo. Se ahogaba con el lodo que entraba en su boca y nariz. Solo pudimos quedarnos viendo como desaparecía enfrente de nosotros.

  • Un demonio y ahora esto… – susurró alguien.

Escuché algunas personas vomitar de los nervios; otros simplemente se rompieron a llorar, asustados. Yo fui de los que vomitó. Al momento de que esa persona dijera “demonio”, creo un caos en donde incluso algunos, se empujaron y cayeron al agua negra, subiendo a tierra lo más rápido posible.

  • Si es un demonio… eso implicaría que estamos en… ¿el infierno? – pregunté a la mujer con la que había hablado mientras limpiaba mi boca.
  • No lo vi de color rojo y le faltaban los cuernos… – dijo sarcásticamente.
  • Lo digo enserio…
  • No creo que sea el infierno. Se supone que habría un “crujir de dientes” y otras cosas que tampoco recuerdo… – ella río – Al parecer tenemos amnesia en cosas en específico… que conveniente…
  • También… ¿viste a tu niño? – pregunté.
  • Sí… tenía mucho miedo y… no tenía ropa… – su voz se oía cortada, con los ojos llenándose de lagrimales rápidamente.
  • Lo siento mucho…
  • La gente se comienza a calmar… creo que sería mejor alejarnos de este pantano y seguir caminando.

       A lo lejos se asomaban unas escaleras de madera que llegaban a una cuerda en forma de horca. Después otra cuerda más a unos metros de la primera; después otra y otra más. Cada vez estábamos parados enfrente de una, alguien se rompía a llorar y a gritar, a pesar de no haber nada. Uno por uno lo veía… era con tal de tiempo que yo también lo viera.

       El cuerpo de Noelia estaba con la piel podrida; sus ojos rojos. Llorando y gritando. Apretándose la cuerda en su garganta. No podía dejar de verla. Mi hermosa niña estaba destruida enfrente de mí. Desearía haberme tomado un cuchillo y arrancarme lo más rápido posible los oídos para evitar escuchar como me gritaba que la habían violado.

  • Por favor… despiértate… ¡Despiértate! – gritaba mientras me abofeteaba la cara mientras apretaba los ojos de rodillas en el lodo.
  • Sigu…iente… – Escuché la voz tan clara en mi oído. Fue una voz tan agradable, adictiva… pero no era humana.

III.

Abrí los ojos. Me levanté del suelo que ahora era tierra seca. A mis lados no había nadie. Ni la mujer con la que había hablado, ni el resto de la horda con la que caminaba. Sentí un cálido acompañamiento. Lo volví a escuchar…

Sig…uiente…”

       Necesitaba saber dónde estaba esa voz. Mi miedo se había eliminado cuando encontré un destello de luz en medio de la extraña oscuridad en la que estaba pisando. La luz amarilla aparecía como un camino delgado en el suelo que me llevó a una puerta. Cuando abrí, mi ropa estaba limpia y ya no estaba descalzo.

  • ¿Dónde estoy? – pregunté ingenuamente. El suelo de la habitación era liso. Limpio como el de un hotel. A mis espaldas desapareció la puerta.

“Tu nom…bre es… Edga…r …”

La habitación estaba vacía. Las paredes estaban pintadas de blanco.

  • Por favor… déjenme ir. Mi hija… me la mataron…

“Noe…lia… no es t…u hij…a…”.

Mi cuerpo se paralizó, sintiendo un escalofrío desde el cuello hasta los pies. Me llenó un ataque de paranoia al mismo tiempo que veía lo que realmente había pasado con aquella niña Noelia.

Noe…lia… solo te…nía… ocho… añ…os…”

  • ¡NO! ¡POR FAVOR! ¡PARA!

IV.

Escuchaba como lloraba. La estaba siguiendo en un parque. Jugábamos como a mi me gustaba. Tan pequeña e inocente, sentía como mi excitación subía cuando alcanzaba a tocar un poco de su cabello rizado. Mi niña, tan linda. Ojalá durara para siempre…

Noelia era la hija de mi hermano. Siempre que podía la cuidaba cuando él se iba a trabajar. Su madre falleció al darle a luz, así que él siempre me hablaba para que la cuidara. Yo era profesor de una primaria. Después de mi divorcio, era difícil no pensar en mis alumnos como algo más… así que me desquitaba con Noelia.

Un día, mi hermano me llamó en la noche por teléfono, me pedía que viniera lo antes posible. Cuando llegué, me miró frío… “La maldita perra le contó” – pensé. Dijo… “Edgar, mi hija me dijo algo, bastante perturbador acerca de ti y quiero que me expliques a que se refiere”, yo dije, claro… ¿Qué ocurre?

  • Dijo que tú… maldita sea… en verdad esto me incomoda, Edgar – Dijo mientras se sentaba en su sofá.
  • Solo dilo, Mario… – Dije mientras me sentaba a su lado.
  • Dijo que tu la tocas. Que se siente incómoda, que no quiere que la cuides más. – Sus ojos se fueron hacia abajo – Dime… ¿es verdad?
  • Oscar… – Le puse mi mano en el hombro. – Hermano… dime que estás jugando… ¿en verdad te crees esa horrible acusación? Soy tu hermano. Te he cuidado desde que eras niño. Tú y yo contra todos, incluso hasta papá. Si vine a cuidar a tu hija, era porque tú me tenías confianza. Si es así, no vuelvo y listo. No tienes porqué usar a Noelia para que me digas que me vaya. – Me comenzaba a levantar del sofá.
  • ¡No!… por favor… quédate. Soy papá, tengo que hacer algo si mi hija dice algo así.
  • Oscar, sí es verdad, le hago cosquillas cuando jugamos, pero es solo eso, cosquillas ¿Voy a ir a la cárcel por hacer cosquillas? Te voy a platicar la verdad, hermanito. Noelia me ha acompañado al trabajo y me ha visto jugar con otros niños. Más de una vez, se ha enojado conmigo precisamente por eso. Ya me había acusado de eso una vez, simplemente por enojo.
  • ¿Porqué no me dijiste?
  • Porque no quería tener esta conversación contigo. Además… son niños. Es verdad, pude haberlo hecho, pero no quería que te preocuparas. ¿Sabes que para eso estoy no? Para ayudarte.

Oscar me llamó al día siguiente para que la volviera a cuidar. Tuve que poner mano dura con ella esta vez. No me gustaban los soplones. Apenas tomé su cabello la jalé al suelo y la comencé a ahorcar. No sabía que hacer con el cuerpo, así que la encerré en su habitación donde tomé el cinturón de mi pantalón, lo acomodé en mi cuello, poniendo la otra extremidad en la parte superior de la puerta; la atranqué y me dejé caer.

“Er…es un co…barde”

Una puerta apareció enfrente de mí. Era exactamente la misma de la habitación de Noelia.

  • No la quiero abrir – Dije mientras me daba unos pasos hacia atrás.

No ti…enes… opci..ón…”

  • Eres… ¿Un demonio?
  • No…”

Abrí la puerta.

V.

Mi cabeza comenzaba a dolor mientras más lo miraba. Era un ojo gigante rodeado de alas y ojos en sus alas. Un anillo dorado giraba alrededor de la criatura. Sentía que me volvía loco, pero mi cabeza se limitaba a expresar más dolor.

No soy un demonio. Soy una herramienta”.

El resto de personas con las que me desperté estaban viendo lo mismo que yo. Había cientos de personas. Todos parados en un suelo de vidrio de diferentes pisos.

“La venganza no es cosa que deban tomar los humanos. Ustedes sufrieron en el camino aquí una milésima parte del dolor que ustedes generaron. Fueron lo suficientemente cobardes para tomar juicio propio y declararse inocentes”.

A unos metros de mí, estaba la mujer con la que había estado. Su niño, en realidad era un pequeño varón que trató como yo hice con Noelia. La horda de personas, confundidas… fue apropósito. Éramos sus juguetes… nuestro castigo… inició desde aquel sueño.

“Más le valdría ser arrojados al mar con una piedra de molino atada al cuello, que servir de tropiezo a uno solo de estos pequeños”.

Al decir eso la criatura. La piel se nos comenzó a quemar; las uñas eran arrancadas de nuestros dedos lentamente. Algo invisible comenzaba perforar mi lengua, llenándome la boca de sangre. Mi peor error fue gritar, porque algo entró a mi garganta, haciendo pequeños cortes hasta mi estómago. En mi pecho comenzaba a sentir latigazos. Los pedazos de carne llovían desde las personas más arriba de mí. Parecía que llovía sangre en medio de todo ese coro de gritos que anhelaban ser asesinados para que terminara todo. Conmigo se tomó más tiempo, así que pude ver como un fuego salía de sus cuerpos con unas manos que se llevaban a las personas torturadas.

“Ellos, ahora irán al infierno. Tú también, pero primero… necesito que me ayudes a despertar a los demás. Ya sabes el camino”.

Sin tocarme, elevó mi cuerpo mientras era desnutrido y deformado. Mis ojos reventaron desde sus cuencas al mismo tiempo que mis huesos tronaban. Algo me abrió el estómago y mis órganos comenzaron a caer. Seguía gritando, rogaba por ser asesinado. Quería morir, necesitaba morir.

Estaba ciego, sin órganos, sin lengua y sin ojos. Pero la criatura tenía razón, aún recordaba el camino. Así que comencé a gritar para despertar a esos asquerosos hombres y mujeres que acababan de soñar con sus hijos.

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