Besos de agua

Aquí de nuevo, el mismo día a la misma hora de cada mes desde que aquello pasó. Heme aquí en plan boceto desesperado apadrinado por esta terca obstinación de la que hago gala. Acá en el lago de la tranquilidad enardecida, tumbado boca abajo sobre una fina cortina de agua. Bajo la misma profundidad pardusca y limo arenoso. Y allí está ella, emergida, tumbada boca arriba bajo estas mismas aguas.

 La brisa suave empuja los nenúfares sin dejar de contarles nuestra trágica historia. Mujer de larga melena que ve levitar ingrávido cada cabello, moviéndose caprichoso a bajas revoluciones. Yo la veo y ella me ve. Intensa, fugaz y constante; desesperados ambos por nuestro idilio truncado.

 Me entrega la primera de muchas sonrisas pálidas, haciendo mío su hondo penar. Se las devuelvo una a una a modo de cortesía desesperada, al recuento de lágrimas desaguadas.

 Es ella vestida de largo y largas piernas. Atuendo blanco, blanco pureza y blanco luctuoso contorneándose cada fibra de tela a cámara lenta. Por más que lo anhele no puede ni podrá venir a mí porque ahora su existir queda relegado a esta profundidad líquida. Pero sigue y seguirá siendo ella, piel incorrupta cincelada por el devenir de las corrientes…

 Dama de día y dama de noche. Mujer a la que besar como si cada beso fuese el último aliento. Señorita a la que jurar amor eterno violentando inquebrantables leyes acerca de mi condición mortal. Ella eternamente joven mientras yo envejeciendo como cualquier persona.

 Mis pupilas atraviesan el extenso fluido hasta clavarse en las suyas. El mirar de ella, cansado y doliente, se alza a través del agua arribando al mío. Extiendo los brazos con las manos hacia abajo para tocar la superficie con las manos. Ella hace lo propio desde abajo pero con las palmas hacia arriba.

 Nuestras extremidades se tocan sin llegar a tocarse. Arde mi ser en fuego empero el suyo no pues ni puede ni podrá jamás. Nos separa esta película de suaves círculos que recorren perimetralmente el lago. Expone sin consideración dos mundos opuestos que no pueden interactuar más allá de unos minutos.

 Volvemos a sonreír en hondo recogimiento. Estirados, cabizbajos y sofocados de desesperanza, agarrotados los dos en este maldito lago que se la llevó. Cierro los párpados pues me pesan y ella cierra los suyos pues también le pesan.

 Acerco mis labios a la delgada cortina acuosa mientras ella hace lo propio desde el otro lado. Dos bocas se tocan sin tocarse completamente y por ende bucle fallido de besos recordados, añorados; besos en plural y besos en singular…

 Lágrimas sin enjuagar, piel rasgada y un abrigo para la intemperie invernal. Par de almas locas de atar encadenadas a la desdicha y al destino abatido. Percibo sus manos gélidas rozando las mías y sus labios fríos ajando los míos…. ¿Por qué te me has ido tan pronto?

 Ojos cerrados para contemplar la odisea del universo en expansión. Ella, su aliento húmedo inunda mi garganta y mi aliento cálido circunda sus cántaros de miel. Almas cerradas en luto viéndose y mirándose sin lograr sello de única entidad. Sollozos por carestía incontenible y excreciones hipando al paso de las estaciones.

 Las bocas se distancian y los labios igual. Alzamos los párpados pues, amiga mía, han dejado de pesarnos. Volvemos a sonreírnos melancólicamente, yo sobre este detestable manto acuoso y tú bajo él.

 Lentamente te dejas caer a las profundidades con los brazos sin recoger. En ningún momento apartas tus luceros de los míos y yo no quiero quitarlos de los tuyos.

 Irrumpen a horcajadas gestos tristones que yo dejo ir. Están desformados por una más que imaginativa visión ojo de pez. Tus pies de bailarina rusa perfectamente alineados para un último baile que pronto renacerá entre pañales y biberones. Vestido blanco para la ocasión, vos, dama de melena ingrávida que dentro de mi cabeza rueda y me rodea. Yo, hombre de tórrido besar e insondable calvario con la totalidad de cruces a mi espalda.

 Te pierdo de vista. Contemplo el reflejo del cielo azul, sus nubes errantes y los gorriones peregrinando de árbol en árbol. Tal vez haya tormenta, quizás ya la hubo o a lo mejor se está destrabando en este preciso acto…

 Apenas eres una tenue silueta en el fondo pardusco. Lo escudriño entornando mis ojos porque no me siento con fuerzas para perderte nuevamente. La brisa se cuela entre los hierbajos y entre los paseantes que atónitos me observan…

 Rondas que van, caminos que vienen. Vidas hechas, vidas por hacerse; dolor dado y dolor por darse. Has vuelto a desaparecer en el abismo cenagoso no obstante el mes que viene y a la misma hora volveremos a vernos…

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