Erase una vez…

Un universo infinito.

Azul y oscuro como la eternidad del mar en una noche despejada; rodeados de pequeños destellos blancos. Destellos que simulaban una obra de arte con salpicones de pintura blanca, uno más brillante que el otro, unos más grandes que otros…

En el horizonte, uno de esos destellos se acercaba a gran velocidad como si tomásemos un vehículo y atravesáramos un puente donde al final de él encontráramos la luz de salida, la luz del día, la luz del fin. Un nuevo comienzo dirían algunos que la han visto, y sin haberse subido a ningún auto tuvieron la oportunidad de pasar por ese puente, encontrandose con el destello de luz blanco y brillante. 

Como si se tratara de una aceleración constante, así crecía la luz: Intrigante, continuaba el camino hacia ese punto. Pie en el pedal, y un frenar exabrupto para no impactar de con aquel pequeño destello que simulaba ser un fantasma entre tanto universo azulado. Ese destello, un tanto inquieto, fue llamado Luz.

Luz era una pequeña estrella vagando por el mar de la via láctea, cada una de ellas conformaban una constelación y se movían en grupo para todos lados sin siquiera tener un momento a solas para jugar con otras de diferentes lugares. 

Todo lo hacían en conjunto.

Luz, en cambio, era un brillo perdido en el infinito: Solitaria, disfrutaba de andar su propio camino, crear sus propias historias e intentar reunir a las mejores estrellas de todas las constelaciones para que sean sus amigas, pero al momento de las tareas en conjunto estas estrellas se unían entre sí sin incluir a la rebelde Luz. En esos momentos, el pequeño destello inquieto y solitario, deseaba contar con alguien que pudiera jugar con ella… Una especie de luz gemela.

Mientras paseaba aburrida por toda la vía láctea le resultaba imposible no buscar a alguien con las mismas cualidades que ella, alguien que la entendiera y que no dependiera del resto de sus compañeros para realizar las tareas en conjunto. Luz necesitaba un complemento. Fue así que, buceando entre su cielo azul oscuro con un degradé en tono más claro, se chocó con Nero. Al verlo, Luz se quedó sorprendida, pensaba que frente a ella tenía un espejo que mostraba su propio reflejo ya que Nero era tan gracioso que imitaba los movimientos de Luz para intentar confundirla.

Este otro pequeño destello de color blanco brillante, exactamente igual a Luz, se había escapado de su constelación en busca de sus propias aventuras. Nero tenía alma aventurera, no le gustaban las ataduras, y aunque dentro de su constelación había muchas estrellas que vivían en el universo, más de cien años luz, eso era lo que lo motivaba a escaparse y probar en otras constelaciones o incluso formar la suya.

Todo esto hizo que Luz sintiera una especial atracción por Nero, ambos eran tan parecidos y tan distintos al mismo tiempo… Luz tenía las ganas, pero no el valor de dar un paso para formar su propia constelación. Nero, en cambio, con ese espíritu más aventurero, disfrutaba de pasear por cada una de las agrupaciones estelares sacando lo mejor de cada una de sus experiencias para llevar a cabo en su vida personal. Sin duda era una estrella muy sabia.

Luz y Nero comenzaron a flotar juntas en el mar de estrellas infinitas, pero al cabo de un tiempo una gran fuente de luz brillante dividió el universo en dos, provocando la separación de ambos destellos.

Pasaron los días, meses y años, pero ninguno pudo encontrar en las distintas constelaciones que quedaban en el universo, una estrella capaz de abandonar al resto para emprender un viaje individual. Esto frustraba mucho a Luz y Nero que seguían con un espíritu inconformista queriendo cambiar el rumbo de sus cortas o largas vidas, dependiendo de cualquier acontecimiento celeste que pudiera provocar un apagón general y que consigo, se lleve a cualquiera de los dos.

«El tiempo es ahora» se repetía Nero y emprendió viaje a las diferentes agrupaciones en busca de estrellas con ganas de crear su propio universo. Luz hizo lo mismo.

Pasaron los años y ambos fueron los líderes de sus pequeñas, pero aventureras, constelaciones producto de su esfuerzo incansable por crear un mundo diferente, un mundo propio y con ganas de permanecer en el universo, el mismo que hizo que sus caminos se hayan cruzado y quien determinó que esos dos cuerpos celestes deban tomar caminos diferentes para su realización personal.

Luz y Nero siempre recordaban su ambición por crear un nuevo universo estelar juntos, pero eso nunca sucedió.

Luego de años en que ese universo haya sido embestido por un baño de luz celestial y perjudicial para quienes quedaron atrapados, luego de años en que el universo se vio dividido en dos y de la catástrofe provocada, la separación de ambos universos, provocada por esa lluvia de lava brillante, fue uniendo nuevamente a los dos mares azules provocando el reencuentro de toda una vía láctea que había sido separada por un fenómeno excepcional. 

Seguía pasando el tiempo y los surcos iban fusionándose causando un increíble cúmulo estelar, lo que hizo que nuevamente Luz y Nero volvieran a encontrarse. Desde ese momento, ambos destellos gemelos, juraron fidelidad absoluta a su amistad, ninguna lluvia de lava estelar, ni cualquier fenómeno del universo iba a poder romper el fuerte lazo que ambos habían construido en tan poco tiempo. 

Fue así que con sus espíritus aventureros lograron fusionar ambas constelaciones, creando la vía láctea más grande del universo en años y teniendo el reconocimiento de las estrellas más antiguas.

 

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