El día que el sol dejo de brillar

El día que el sol dejo de brillar

Lorena Carrillo

23/12/2022

Ella nunca perteneció a ese lugar.

Ella solo quería salir adelante, aunque los fantasmas de su pasado la superaban.

Ella no quería tener más miedo.

Ella quería ser suficiente.

Ella deseaba ser autentica.

Ella rogaba por tener paz.

Ella solo quería ser ella.

Y si era posible, ella quería poder ayudarlo

La mayoría espera una historia de amor de telenovela, esa en la que te enamoras a primera vista del hombre perfecto que jura que jamás te hará daño, pero ese amor esta sobrevalorado, no necesitamos un amor perfecto, solo uno que sea capaz de moverte hasta las mínimas fibras de tu ser y te impulse a seguir tus instintos.

Él era el mejor ejemplo de eso que llamamos «mi casualidad favorita», su presencia me recordaba que podía ser algo más, que había estado acostumbra a quedarme con la migajas de una vida que apenas era mía, me daba miedo arriesgarme, a saltar, pero cuando vi sus ojos, esos ojos azules como el mar, lo supe, tenía que saltar y no de forma literal, debía saltar a pesar de mis miedos y dudas, no podía evitar caer, pero si sentirme viva.

Intentar escapar deja de ser el verdadero problema cuando no puedes hacerlo y la idea desaparece de tú cabeza, aunque te esfuerces por mantenerla viva, una vez nos rendimos y dejamos de pensar en sueños propios, la vida se concentra en ver pasar los días de la misma forma, sin esperar nada, sin buscar nada, sin vivir.

Maui es una isla pequeña y sentía la familiaridad con todas las personas que me encontraba a diario a mi alrededor, siempre tan cercanas y alejadas al mismo tiempo, me sentía en casa, pero no dejaba de pensar que ese lugar se había convertido en mi prisión, no podía negar que siempre había querido salir y conocer el mundo, pero no podía permitírmelo.

Pasaba todos los días con una rutina muy marcada, trabajaba en una cafetería cerca de casa, salía temprano para poder llegar y ayudar a mi mamá con todo los deberes del hogar, le preparaba su baño y rogaría porque pudiera descansar y tener una noche sin dolor, hacía dos años descubrieron que el cáncer había invadido su cuerpo, su deterioro no fue lento como el de la mayoría, pues una vez lo descubrieron su cuerpo empezó a fallar, las quimioterapias afectaron su sistema circulatorio causándole fuertes dolores al realizar cualquier movimiento, tuvo que dejar el trabajo y concentrarse a intentar sobrellevar la enfermedad y rogar porque un día esa pesadilla terminará, desde ese momento tuve que encargarme de todo, claro que la historia hubiera sido distinta si mi papá no hubiera sido un cobarde y nos hubiera dejado solas con todo, así que conseguí el primer trabajo que pude y desde ese momento mis sueños de ir a la universidad y conocer el mundo habían desaparecido, amaba mi hogar, pero una vez todos mis compañeros de secundaria se fueron supe que estaba estancada.

Amaba a mi mamá y a la pequeña Cassie, pero no podía evitar pensar lo distinto que todo hubiera sido si las tragedias no hubieran tocado a nuestra puerta. De camino a la cafetería sentí la humedad de la mañana, vi como el mar se abría paso por la playa, noté algunas personas surfeando a esa hora de la mañana y un gran punzada en el pecho me hizo girar la cabeza y mirar hacia otro lado, nunca volví a tocar una tabla, entre el trabajo, cuidar a mi madre y ayudar a mi hermana no podía permitírmelo.

Esa no es la principal razón.

Ignoré mi conciencia y continúe el camino, me acomodé mejor las gafas de sol, a esa hora del día ya se podía ver la luz del sol por el horizonte y sus rayos eran cada vez más abrazadores, sentí como una capa de sudor cubría mi cara, el verano había llegado y el calor era más intenso.

Cruce la calle y la cafetería apareció justo al finalizar la calle, empuje la puerta y una pequeña campanita sonó, algunas tablas de surf estaban colgadas en las paredes y los ventiladores estaban encendidos, atravesé la estancia y me encontré con la espalda de Malu, era una mujer de edad avanzada y la dueña del lugar, algunos mechones blancos revoloteaban por su cara mientras intentaba abrir una caja que descansaba en la barra.

– Aloha -salude.

– Levanto su mirada hasta chocarse con la mía, algunas arrugas debajo de sus ojos se hicieron visibles al embozar una gran sonrisa – Aloha cariño.

Pase por debajo de la barra con cuidado, no media más de un metro sesenta, pero siempre lograba golpearme la cabeza cuando cruzaba.

– Ven te ayudo con eso -le dije.

– Sus manos tomaron mi rostro suavemente -. Otra noche difícil.

Asentí con la cabeza, llevaba dos años pasando la mayor tiempo del día con Malu y había aprendido a conocerme mejor que nadie, siempre había estado ahí desde que mi mamá enfermo, nunca lo dudo y me extendió la mano que tanto necesite y aunque los vecinos siempre nos ayudaban, ella era diferente, siempre se preocupó por mí y cuando no podía más sus brazos me sostenían.

– Cariño todo pasara, no lo olvides.

– Siento que esto me sobrepasa -suspire-

– Es normal, tú eres una pequeña y no deberías hasta viviendo todo sola. Ahora ven, tenemos un pedido muy grande de tartas de chocolate, vas a ayudarme, no demora en llegar Koa y debemos tener todo listo.

La seguí hasta la parte de atrás donde estaba la cocina y le ayudé a sacar todos los ingredientes antes que empezara a llegar algunos clientes, en las mañana solían venir los surfistas para tomarse una café antes de regresar a casa y empezar el día. Escuche como la campanita nos anunciaba que un cliente había llegado, me apresure a salir de la cocina, con una goma de cabello me agarre el cabello, para esa hora ya era una maraña de nudos, lo ate lo mejor que pude, teniendo en cuenta lo largo que lo tenía.

– No tienes por qué atenderme.

Lo mire extrañada, aun intentaba ordenar los nudos de mi cabello

– Odio estos crespos.

– Pues a mí me encantan -me abrazo y sentí como mis pies se despegaban del piso, siempre lograba cargarme sin ningún esfuerzo -. Aloha cariño -me beso la cien una vez se aseguró que volvía a tocar el suelo.

– Aloha Koa. Malu está en la cocina corriendo con un pedido enorme de tartas de chocolate y como eres el mejor en hacerlas, te está preparando todo.

– Siempre tan dinámica -me sonrió y lo perdí de vista cuando cruzo la puerta de madera que daba justo a la cocina-

Deje escapar el aire de mil pulmones, Koa era el encargado de la cocina y de la cafetería y junto a Malu me hacían sentir cómoda, se habían convertido en mi escapatoria de casa cuando las cosas se ponían más difícil. Siempre me pregunte en qué momento llegue hacer una más de ellos. Koa no tenía hijos ni esposa y siempre había vivido en la Isla, su piel bronceada lo delataba, varios tatuajes recorrían sus brazos corpulentos y daba la sensación de que fuera un tipo rudo, pero en el fondo era como un pequeño que revoloteaba y se sorprendía con cualquier cosa, cuando mi padre se fue él se había convertido en mi protector, tenía la misma edad de mi padre, pero eran totalmente distintos. Deje a un lado el hilo de mis pensamientos y entre a la cocina para ayudar.

– ¿Quién pidió todas esas tartas? -. Habían pedido más de cincuenta tartas de chocolate y aunque todos nos conocían por ese famoso postre, no era habitual recibir un pedido de esa magnitud.

– Los Roth los pidieron, van a hacer una celebración esta noche y las tartas serán sus aperitivos -me respondió Malu-

Los Roth era mis vecinos, pero no hablaba mucho con ellos, bueno ahora no, no supe en qué momento dejé de acercarme a esa casa y aunque ayudaban a mi mamá siempre que yo no estaba, evitaba cualquier tipo de conversación con ellos. Cuando era pequeña todas las tardes acostumbraba a quedarme en esa casa, mi mamá siempre debía buscarme cuando llegaba la hora de comer, pero ahora no podía ni acércame, era lógico que no supiera nada al respecto.

– ¿No sabias?

– La verdad es que no -respondí-

– Pues todos están invitados, deberías pasarte…

– No -. La corte antes de que pudiera terminar la frase, sabía que diría después y a Malu no podía negar nada, así que prefería negarme antes de alargar la conversación-

– Cariño, necesitas salir de esa casa, solo vienes acá por obligación o sino el sol no golpearía tu piel ni por casualidad -me respondió-

– No puedo, sabes que estoy ocupada y mamá -. No fui incapaz de terminar la frase, no podía culparla, no podía, ella era fuerte y yo debía corresponderle.

– Lo sé, pero ella entenderá, además vives justo al lado.

No respondí más, no quería entrar en una conversación que no tenía salida, así que lo dejé estar. Terminé de ayudarles como me habían pedido y cuando los primero clientes empezaron a llegar, me puse detrás del mostrador como era costumbre y empecé a atender a cada uno mientras se hacía una fila para poder pedir, siempre era lo mismo, algunos venían pidiendo un café para empezar la mañana, otros preferían algo más dulce. Mi labor consistía en servir café, aunque era realmente mala, siempre solía quemarme con la cafetera, maldecía por mis adentros y fingía una sonría al entregárselo al cliente.

Termino mi turno y me despedí de los dos, aunque no me prestaron mucho cuidado, aun tenían mucho trabajo y no los quería distraer más de lo necesario. Abrí la puerta y la brisa de la tarde me recibió, hacía calor, pero era menos intenso que el de la mañana, vi el cielo despejado y completamente azul, el sonido de las olas golpeando la playa me relajaban y sintiendo es paz me dirigí de vuelta a casa.

Al llegar a casa encontré a mi mamá durmiendo en su habitación, no la desperté, habíamos tenido una noche difícil, sus dolores no la habían dejado dormir y yo tampoco pude, busqué a mi hermanita en la casa y la encontré en el salón recortando unas imágenes.

– Enana, ¿Qué haces?

– Sus ojos se iluminaron al verme y corrió a mis brazos -. Mamá me dejo recortar algunas revistas para decorar mis cuadernos.

– Déjame ver -. Le pedí.

Me tomo de la mano y la seguí hasta el sillón, me senté y la deje que me contará todo lo que había cortado, había fantaseado con miles de cosas que encontraba en las revistas pensando que eran suyas, la miré fijamente cuando hablaba, siempre me decían que éramos idénticas, con esos risos que revoloteaban por todo lado, su piel bronceada, sus ojos cafés claros, sus labios rosados y algunas pecas que se asomaban a causa del sol, éramos como dos gotas de agua en la superficie pero Cassie tenía algo que yo no, su mirada tenía un brillo especial que la mía había perdido hacía mucho tiempo, estaba llena de vida, sueños y esperanzas, pero en mi vida ya no quedaba espacio para nada de eso.

– Esta es la tabla de Surf que voy a comprar. ¿Me vas a enseñar verdad?

– Esta divina -le apreté el puente de la nariz-. Claro, pero sabes que ahora es difícil ¿Lo entiendes verdad?

– Si, solo no lo olvides.

– No lo haré enana.

Me levanté y me dirigí a la cocina, tenía que empezar a preparar la cena, antes de que mi mamá despertará, no me gustaba dejarla sola, podía lastimarse o esforzarse sin necesidad. Levante la mirada hacia la ventana de la cocina y note como había oscurecido sin darme cuenta, pero el sonido de mi celular me alarmo, no paraba de sonar, siempre lo dejaba a un lado, no era la persona más amistosa así que nunca sonaba, pero si eso pasaba significaba que algo importante podía estar pasando.

– Te están llamando -escuche la voz de mi hermana proviniendo del salón-

– Contesta enana y tráelo.

– Aló… si acá esta… ya te la paso -. Me agache a su altura para que pudiera ponerlo en la oreja, tenía las manos llenas de jabón y no quería estropearlo.

– Diga.

– Cariño, pensé que no ibas a responder, ¿Esta todo bien?

– Si Malu, estaba haciendo la cena, ¿Todo va bien?

– No mucho – suspiro-. Tenemos todo listo, pero levante una bandeja más pesada de lo que imaginaba, las tartas se salvaron, aunque mi pie se dobló por la maniobra, sé que no puedo pedirte esto, pero podrías ayudarnos a llevarlas a la casa de los Roth, será solo unas horas, prometo no molestarte más.

– No creo que pueda.

– ¿Qué pasa? -. Vi a mi mamá entrando por la puerta de la cocina, aun estirándose.

– Malu necesita que vaya a ayudarla con unas tartas unas horas, pero ya le he dicho que no puedo -. Le respondí.

No respondió y antes de que pudiera decirle algo más se acercó a mi hermana y tomo el teléfono de su manito.

– Malu… Si, claro que entiendo… No, no tienes que disculparte… Claro… Cuídate mucho -colgó-

– ¿Qué te dijo? -le pregunte-

– Vas a arreglarte ese maraña de enredos que es tu cabello y vas a ayudar a Malu.

– Mamá, no puedo.

– Miley -su voz sonó severa-. Yo no soy una niña, ahora ve.

– Yo estaré a cargo -soltó Cassie-

– Apenas tienes diez -le recordé-

– La edad no importa, soy más astuta que tú y me llevas una década -sonrió como un angelito-

– Todo estará bien, ve.

– Me llamaras si pasa algo.

– Si.

Le di un beso a las dos en la cien y me dirigí hasta el cuarto, desenredé mi cabello y luego lo recogí en una cola alta, todos los días me recordaba que tenía que cortarlo.

– Diviértete -me dijo mi mamá y luego cerró la puerta.

Escuchaba ruido en el patio trasero de los Roth y antes de que pudiera ver a alguien, camine lo más rápido posible sin tener que correr, llegué luego de unos minutos a la cafetería.

– Aloha.

– Cariño, gracias por venir -Malu me sonrió-

– ¿Qué debo hacer?

– Koa ha llevado todo en el auto, pero aún queda unas cosas que no ha podido llevar -me mostro unos gaseados-. Los llevaría caminando, pero me duele demasiado el pie.

– No te preocupes yo los llevo, ¿Necesitas algo más?

– No -se puse en pie y me obligo a inclinarme para que me besara la frente-. Eres increíble mahalo por todo.

Le sonreí y me di la vuelta, camine por las calles hacia la casa de los Roth, aunque la casa quedara justo al lado de la mía y hubiera pasado tantos días encerrada allá no me sentía a gusto volviendo, mi estomago daba vuelcos y sentía nauseas, me concentre en llegar y antes de que pudiera tocar la puerta principal, esta se abrió.

– ¡Miley! No sabía que venias, adelante preciosa, algunas personas ya están llegando, pero puedes acomodarte -. El señor Roth siempre había sido un hombre lleno de vida, aunque las arrugas debajo de sus ojos demostraban que ya le habían pasado varios años, su actitud jovial y descomplicada me recordaba mi infancia.

– Gracias -le respondí-

Pensé en decirle que me recibiera los glaseados para volver a casa, pero su actitud me tomo de sorpresa.

Vas a estar bien, vas a estar bien

Era mi mantra, cada vez que la situación se salía de control me obligaba a repetírmela hasta que lo creía, avance por el vestíbulo hasta una gran puerta de cristal que daba justo al jardín, estaba decorado con varias luces de colores y flores, algo característico para nosotros, corrí la puerta y algunas miradas se quedaron fijas en mis movimientos, los conocía a todos, pero desde hace dos años no compartía con ninguno, salude con la mano y me apresure a buscar a Koa, lo encontré detrás de una mesa donde estaban los aperitivos.

– Aloha Koa.

– El levanto su mirada sorprendido -. Pensé que no vendrías.

– No lo hago, bueno sí, pero es por Malu, me pidió el favor, ya sabes por lo del pie.

– ¿El pie?

– Si, ¿no estabas con ella?

– Eh, si claro, claro -. Me sonrió.

– ¿Todo bien?

– Si, todo perfecto.

– Ayúdame a glasear esos pastelitos de allá, yo me encargare de organizar las tartas -me pidió-

Pensé en decirle que mi encargo solo era llevar el glaseado, aunque verlo corriendo y un poco corto de tiempo con todo me arrugo el corazón, no podía dejarlo así, un fina capa de sudor se asomaba por su frente, había trabajado muy duro y debía ser recompensado, no lo pensé y me acerque a los pastelitos que se encontraban en la esquina de la mesa e inicie a glasearlos por encima, dibuje algunas flores para combinar con la decoración, me detuve un segundo a pensar si sería el cumpleaños de alguien, pero estaba segura que en esas fechas no celebrábamos ninguna festividad, dude un segundo y antes de que pudiera seguir glaseando unos brazos fuertes me cargaron y me arrastraron a la mitad del patio, estuve a punto de gritar por el susto, pero toda sentimiento fue reemplazado por pánico, pánico absoluto al escuchar su voz contra mi oído.

– Mily.

Odiaba que me llamara así, me hacía sentir pequeña, me soltó con cuidado y me gire al verlo y lo enfrente, era Él, mi mejor amigo, la única persona que había estado en mi vida todos mis años de infancia y adolescencia, su piel no perdía su bronceado natural, algunos mechones negros rebeldes revoloteaban en su cara a causa del viento, tuve que girar mi cabeza hacia arriba para poder contemplarlo mejor, había crecido demasiado, no recordaba que fuera tan alto.

– Ahola Kane.

– No merezco un abrazo de bienvenida.

No lo entendí hasta ese momento, esa era la razón de la fiesta, Kane volvía a casa, había estado dos años fuera, había ido a la Universidad de Portland y desde ese momento perdimos todo contacto, bueno en realidad me reusaba volver a hablar con Él, así que nunca volvimos saber nada uno del otro, aunque antes de irse podía decir que éramos inseparables, habíamos crecido juntos y sin Él no tenía motivos de regresar a esa casa o bueno no quería.

Lo abrace tímidamente, claro que Él no era de ese tipo de personas que se conforma con un gesto simple, me tomo por la cintura e inicio a dar vueltas por el patio.

– Estoy en vestido, ya le he mostrado a todos mis bragas, siento que no dejare nada a la imaginación.

– Soltó una risa y me bajo, me miro de arriba abajo y se acercó a mi odio -. Los años te han pegado bien -. Se aparto y me guiño el ojo.

No había cambiado nada, seguía siendo la misma persona, decía las cosas sin pensarlas dos veces, su alegría contagiaba a todas las personas a su alrededor, no había caído en cuenta cuanta falta me había hecho hasta ese momento.

– Lástima que no pueda decir lo mismo -solté-.

– Puso su mano en su pecho de forma dramática y sonrió -. Eso dolió -Sonreí al ver lo ridículo que podía ser.

– Casi lo olvido, Mily te presento a Derek.

Mi mirada viajo hasta el chico que estaba justo detrás de nosotros, claro que había visto todo el drama de bienvenida con Kane, pero eso no me importo, lo que me causo mayor intriga fue su mirada. Era igual de alto de Kane, pero resaltaba en todo aquel lugar, todo él era diferente, su piel no estaba tostada por el sol, sino mantenía un tono pálido y blanco, sus ojos eran azules como el mar y su pelo rubio caía por su frente despreocupado y alborotado. Sentí como mi estomago me reclamaba por no haber cenado antes de ir, no sabía si eran nauseas lo que sentía o nervios. No tuve tiempo de aclarar mi mente, lo había visto unos segundos y no había podido hablar, claro que estaba haciendo el ridículo.

– Mucho gusto Derek -. Estiro su mano.

– Miley -. La tomé y sentí como esta me sudada, pero que me estaba pasando, la solté rápidamente intentando disimular.

Me había vuelto loca, no entendía nada de lo que pasaba, vi como Kane se alejó con Derek para presentarlo con el resto de las personas y yo solo me convencía de que las reacciones de mi cuerpo habían sido causadas por las emociones de volver a ver a mi mejor amigo, aunque no estaba segura, es posible sentir todas emociones con solo ver a una persona. No ¿verdad?

Retome mi labor y algunas veces levantaba la mirada y fugazmente se cruzaba con la de Derek, su miraba me intimidaba de una forma casi irreal, sentía como si quitara cada capa de mi vida y me viera de verdad, de una forma intima, sentía como desnudaba mi alma y me aterraba, aunque al mismo tiempo me hipnotizaba, debía obligarme a apartar la mirada o nunca acabaría de decorar los pastelitos, los trazos de las flores se volvieron temblorosos y poco perfectos, estaba distraía y me costaba enfocarme en la importancia de la suavidad de mis movimientos para que la decoración quedara perfecta.

– Cariño ven te ayudo -. La voz de Koa llego a mi oídos como un bote salvavidas.

– Mahalo -respondí-. No sé qué pasa, pero no me están quedando bien.

– A todos nos pasan, siempre demostramos lo que sentimos de las formas menos inesperadas.

No pude responderle, su mano tomo la manga pastelera de mi mano y termino el trabajo por mí, lo mire fijamente como terminaba con los pocos pastelitos que me faltaban. Había llegado el momento de irme y debía hacerlo antes de que Kane se diera cuenta, podía ser más molesto que arena en las bragas si se lo proponía, recogí algunas cosas y di unos pasos hacia la puerta, pero una mano me detuvo, agarrándome por el brazo.

– ¿A dónde crees que vas? -. Kane me conocía bien, ese era el problema de haber convivido tantos años con la misma persona, te ve crecer y reconoce hasta el más mínimo gesto.

– Solo recogía.

– No me mientas, sabes que no se te da bien.

Tenía razón, incapaz de mentir, siempre que lo hacia mi cuerpo me delataba, alguna vez en clase intente mentir por no llevar una tarea, luego inicie a reírme tan alto que todos pensaron que estaba loca, pero yo no podía parar, solo me calme una vez le dije a la profesora la verdad, me había quedado dormida y había olvidado su trabajo.

– Tu ganas, debo irme.

– Primero debemos hablar -respondió-

– No es el momento, necesito tiempo -. Sabia a que se refería, desde el primer momento que lo vi supe que no esperaría, Él no era de estar con rodeos, iba al grano sin pensarlo, siempre había sido así.

– Te he dado dos años, ha sido suficiente tiempo.

Sin darme chance de responder, me agarro del brazo y me llevo a una parte del patio alejados de los invitados o de interrupciones innecesarias.

– ¿Por qué no me lo dijiste?

– Sabía que tenías mejores cosas que hacer -. La comisura de mi labio se curvo. Odiaba mi cuerpo por tener esas reacciones.

– Miley -. Su tono fue serio, siempre que me llamaba por mi nombre sin diminutivos era porque era algo importante para Él.

– Está bien, no quería tu lastima, he estado rodeaba de esa lastima todos los días y no quería, no soportaba que tu fueras parte de eso.

– Sabes que no es a lo único a que me refiero.

– No es el momento -. Sabía a lo que se refería, pero prefería ignorarlo, nunca estaría preparada para hablarlo.

Me aterraba pensar que me obligaría hablar sobre lo que paso ese día, habían pasado más de dos años y aun no estaba preparada y pensar en hablarlo con alguien así fuera Kane era imposible, mi vida jamás dejaría de ser un foso oscuro.

– Vamos a recuperar el tiempo perdido -. Me acaricio la espalda con la mano-. No sé cómo hacerlo, pero vamos a intentarlo.

Asentí con la cabeza, Kane era diferente, era mi mejor amigo y lo adoraba por eso, pero nunca dejaba nada a medias, esta vez lo había dejado pasar, pero era cuestión de tiempo que explotara hasta que me hiciera hablar, esa era su forma de ser y no podía cambiarlo, pero al mismo tiempo me aterraba.

Paso su brazo sobre mis hombros y me condujo devuelta con los demás -. Hoy vamos a divertirnos.

Pensé es caparme a la primera oportunidad que tuviera, pero después de unos cuantos tragos me relaje y deje de pensar.

Te estas riendo a carcajadas, eso sí es toda una novedad.

No tenía tiempo para discutir con mi conciencia, estaba muy distraída escuchando varias anécdotas de Kane en la universidad.

– Habíamos salido de clase y se nos ocurrió la maravillosa idea de colarnos en las habitaciones de las chicas, claro que habíamos bebido así que nuestro sentido común escaseaba, terminamos entrando a la habitación de una de las profesoras de planta y sin pensarlo dos veces salimos corriendo antes de que se dieran cuenta de que estábamos ahí.

Las lágrimas se acumulaban en mis ojos, me sostenía el estómago intentando calmar el dolor por tanto reír, me incorpore una vez volví a tomar aíre, aun con una sonrisa en el rostro, no recordaba la última vez que la había pasado tan bien y me sentía realmente a gusto.

Me mentiría si mi curiosidad no aumentaba a medida que pasaba la noche, en cada oportunidad que tenía me detenía a mirar a Derek, en la mayoría de las anécdotas se limitaba a reír y girar los ojos en desaprobación, sin embargo, me abofeteaba mentalmente para concentrarme nuevamente en Kane, seguro ya pensaba que era una loca acosadora. Estaba convencida de que solo era cuestión de la bebida que me obligaba a mirarlo.

Si seguro, ahora es culpa del alcohol.

No supe cuántas copas más recibí, pero oficialmente estaba borracha, no supe en qué momento terminé sentada en la playa a orillas del mar, observando el único lugar del que huía, claro que no estaba lo suficientemente perdida para meterme al agua.

– No espere que tuviera compañía.

– Hmm -. Me sobresalte al escuchar una persona que se sentaba a mi lado, sin embargo, mi sorpresa aumento al ver a Derek.

– ¿No te gusta? -me señalo el agua-

– Un escalofrió me recorrido el cuerpo, amaba ese lugar -. No -mentí-.

– Me guardarías un secreto.

– Asentí -Seguro su juicio de valor estaba nublado por el alcohol y por eso había escogido la peor persona para contárselo.

– Nunca me ha gustado demasiado el mar.

– Mi mandíbula casi toca el suelo, no podía disimular demasiado y más en estado de embriagues, aunque su presencia había dejado mis sentidos alertas provocándome mayor lucidez -. Es broma verdad.

– Ojalá -soltó una pequeña risa-. Pero acá me encanta, nunca imagine esta maravillosa vista.

– No puedo contradecirte.

Nos quedamos unos minutos en silencio, pero no fue incomodo, era como si tuviéramos un torbellino de emociones agolpándose y fuera imposible hablarlas con alguien, o bueno eso sentía yo.

– ¿Quieres bailar? -su voz rompió el silencio-

– ¿Qué? -me gire para verlo fijamente, la luz de la luna resaltaba sus ojos azules, dándole un brillo especial. Me tenía que centrar.

– Nunca has querido hacer algo lo suficientemente estúpido para recordarlo y que mejor momento. Podrás guárdalo como un secreto entre dos desconocidos.

Me quede mirándolo fijamente, estaba claro que no estaba jugando, ignore el hecho de que su sola presencia me pusiera nerviosa o que ni siquiera había música. Pero algo en su voz y su mirada me obligo a acceder, además que más daba, ya estábamos ahí.

– Esta bien.

Tomo mi mano y agradecí al cielo que mi cuerpo no reacciono de ninguna forma extraña como la primera vez que había lo había tocado, aunque no podría decir lo mismo de mi pobre corazón que amenazaba con salirse de mi pecho en cualquier momento. Puso una mano de forma delicada en mi cintura acercándonos lo suficiente, tome su hombro con mi mano que se veía ridículamente pequeña con el tamaño de su cuerpo, me obligue a mirar al horizonte sin pensar demasiado en su cercanía o en lo desquiciados que nos podíamos ver en ese momento, inclino su cabeza hasta quedar cerca de mi oído.

– Puedes escoger ahora tú nuestro nuevo secreto para terminar la noche.

– Estar justo acá es la mayor locura de la noche, así que puedes guardar el secreto.

Me separe de Él esperando una respuesta, pero no dijo nada, solo se limitó a mirarme, deseaba quedarme ahí, pero la magia tiene que terminar, tome mis cosas y me despedí con una gesto. Esa noche dormí pensando en el mar, en la luna y el color azul.

Iba morir de dolor de cabeza, si eso era posible, mi cuerpo no estaba acostumbrado a tanto alcohol recorriendo mi pequeño cuerpo, igual debía obligarme a salir de la cama. Me aliste rápido y deje todo listo para mi ausencia.

– Veo que te divertiste anoche.

– Si a eso se le puede llamar diversión. Voy a morir de un dolor de cabeza.

La risa de mi mamá retumbo por todas las casa, hace mucho no la oía reír de esa forma -. Veo que tu sentido del humor a vuelvo.

Me limite a sonreír y salir de la casa y como si el mundo estuviera en mi contra el calor era infernal, podía morir derretida y de dolor.

– Aloha -no me había fijado que el sonido de esa campanita podía ser diabólica-

– Y para ti, ¿Qué te paso?

– Un camión paso por encima y me maldijo por el resto de mis días.

– Lo que escuche fue sarcasmo -Koa me tomo de las mejillas-. Que le hicieron a la Miley callada y furiosa.

– Tengo resaca -solté-

– Lo hubieras dicho antes, me agradas más así, cuando dejas de pensar tanto.

Salude a Malu con un gesto, no estaba de humor para nada, solo quería que el día terminara para ir y encerrarme en mi cuarto y fingir una muerte dolorosa.

La señorita dramática ha vuelto.

Agradécele al alcohol.

Me puse mi habitual uniforme, que se componía por una pequeña placa con mi nombre y una camiseta blanca, intente poner mi mejor cara, aunque no estaba de humor para fingir e inicie a atender los pocos clientes que a esa hora llegaban al lugar.

– ¿Dónde te metiste anoche?

La voz de Kane me saco de mis pensamientos, obligándome a levantar la mirada y fruñir el ceño.

– Eso debería preguntártelo a ti, me dejaste sola la mayor parte de la noche -luego de un par de chupitos se olvidó de mí y su mejor amiga se convirtió la botella-. Me fui a casa para no tener que aguantarte borracho -claro que omití el pequeño detalle de que tambien estaba borracha y baile en la madrugada en la playa.

Y que no estabas sola.

– Olvidemos eso, vine a avisarte que esta noche pasaré por tu casa para poder hablar.

No pude responder porque ya se estaba saliendo por la puerta, esa conversación no deseaba tenerla y menos cuando mis sentidos se habían ido de vacaciones.

Claro que mi día no había iniciado ni terminado como deseaba y aunque mi razón me decía que tenía que volver a casa lo antes posible, fui una cobarde, no podía negar que así había sido mi vida desde hace unos años, tome la vía fácil y tome un camino diferente del cual solía llevarme a casa.

Me senté en una de las bancas más alejadas de la playa y poco transitada por su cercanía a varias rocas rocosas, necesitaba pensar y acallar mi mente, no estaba preparada para revivir todos los recuerdos que me habían atormentado por tanto tiempo.

Ajuste mis audífonos y cierre mis ojos, era la única forma de escapar de todo y necesitaba hacerlo con urgencia. No fui consciente cuanto tiempo pasé en esa posición, pero unos leves golpes en mi hombro me obligaron abrir los ojos.

– Hola.

Mi mente estaba tan relajada que me tome unos segundos en reaccionar, tenía que parecer una idiota cada vez que me lo encontraba.

– Ho-hola.

Si ibas a tartamudear hubiera preferido que no respondieras.

– Discúlpame molestarte, pero estuve dando un paseo y me perdí.

– No deberías estar con Kane -. Claro que eso sonó peor de lo que espere, idiota y descortés, la combinación perfecta -. Discúlpame no me refería que tienes que estar con Él todo el tiempo, solo a que no deberías salir solo a caminar, bueno si, pero a lo que me refiero es agg.

Vamos tenía que calmarme, había formulado la frase más larga en los últimos dos años y lo único que puede decir fue una burrada.

– Tranquila -me sonrió de lado-. No debí alejarme tanto, en realidad no me imagine que la isla fuera tan grande y cuando llegue a ver un poco de bosque supe que debía volver.

– Vamos, te acompaño.

Guarde los audífonos y me levante, ya no importaba lo que me esperaba en casa, no podía estar más tiempo a solas con Derek, alguna otra cosa sin sentido diría y dejaría mi dignidad en el piso, más de lo que ya estaba.

No creo que eso sea posible.

– Miley, puedo preguntarte algo.

– Hmn -. Nuestros ojos se encontraron por varios segundos y sentí como todos los secretos que guardaba mi pequeña alma salían a la luz.

– ¿Qué estabas escuchando?

No supe que estaba aguantando la respiración hasta que deje salir todo el aíre de mil pulmones, por alguna macabra razón pensé que me iba a preguntar porque estaba alejada de todo ser vivo de la isla o peor aún, aunque debía admitir que dejaría de ser tan paranoica si su mirada no me hiciera sentir sumamente vulnerable.

Tome el lugar que antes ocupada en la banca a su lado y saque mis audífonos, él tomo uno y yo el otro, había dejado la canción en pausa y los acordes iniciaron a sonar.

Im here without you, baby

But youre still on my lonely mind

Vamos la canción era deprimente.

I’ve Heard this life is overrated

But I hope that it gets better as we go

Deje de escuchar el resto de la canción, no sabía que estaba pensando y tampoco supe en que momento deje que alguien escuchara mi música, era mi secreto más preciado, nadie podía meterse con mi lista de reproducción, pero como me tomo tan distraída no considere lo que estaba haciendo.

– ¿3 Doors Down – Here Without You?

– Si.

– Me encanta ese grupo, aunque esa canción es un poco triste. ¿Puedo elegir una?

– Si.

Tomo mi celular e inicio a escoger canciones, algunas las conocía, pero otras simplemente disfrute escuchándolas, claro que tambien participe, aunque no hablamos mucho tiempo, me distraje por bastante tiempo. El sol se puso por completo y regresamos a casa.

– Supongo que ya no estas perdido -. Lo moleste un poco, ya estábamos al frente de la casa de Kane.

– Quizás deberías acompañarme hasta la puerta.

– Creo que por ahora me fiare de tu sentido de la orientación.

– Gracias por traerme.

Asentí con la cabeza y me giré para continuar con mi camino.

– Cuando necesites volver a escapar no dudes en buscarme.

Quise responder, pero ya había desaparecido dentro de la casa de Kane, claro que se había dado cuenta de que no estaba en ese lugar por gusto, me sorprendía y aterraba lo fácil que podía llegar a leerme, pocas personas eran capaces de hacerlo y a veces les resultaba imposible, pero Derek era distinto y eso lo supe desde el primer momento que lo conocí.

Mi habitación se había convertido en mi lugar seguro, por eso luego de un día lleno de varias emociones , volver a mi sitio de paz era reconfortante. Claro que la paz es efímera. Unos golpes en la ventana me hicieron sobresaltarme y no sé si fue el hecho de que mi habitación estuviera en el segundo piso o que el reloj marcaba más de la media noche, pero era ridículamente tenebroso.

Espere, pero no escuche nada más, me reacomode en la cama de nuevo, pero el ruido se hizo más fuerte.

Vamos, tengo curiosidad de saber quién provoca ese ruido.

Me ajusté mejor la pijama y me levanté, abrí lentamente la cortina, mi corazón latía desembocado y el susto fue peor cuando unos grandes ojos negros me recibieron.

– ¡Ahhhh!!!

Mi trasero colisiono con el piso y carajo sí que dolía, aunque la cara de triunfo de Kane entrando por la ventana me decía que lo había planeado todo.

– Pe… Pero se puede saber a ti que te pasa, por poco y muero del susto -. Sujeto mi mano y me ayudo a levantar.

– Para casos desesperados, medidas desesperadas.

– No podías ser una persona normal y esperar a mañana o quizás entrar por la puerta.

– Para casos desesperados, medidas desesperados -repitió-

– Hmm.

Bueno había que darle puntos por su insistencia, olvidaba lo intenso que podía ser cuando algo se le metía en la cabeza.

Quizás no tendría que serlo si cierta persona no se escondiera.

Nos sentamos en mi cama, con la espalda pegada a la pared, ya no podía seguirme escapando, no tenía escapatoria.

– ¿Quiero que me digas qué paso? -. Su voz rompió el silencio.

– Sabes perfectamente que paso.

– Prefiero que tú me cuentes tu versión, nunca me ha gustado creer todo lo que dicen las personas por ahí.

– Nada fue mentira, todo lo que circulaba por las calles era cierto.

– ¿Por qué no me contaste?

– Qué más te podía contar, le entregue todo a Caleb, hasta mi virginidad, pero eso no lo hizo feliz, tenía que circular por toda la jodida isla las fotos del momento, créeme dudo que algo tan humillante no fuera contado con sumo cuidado y detalle.

– No quería saber los detalles, quería saber cómo estaba mi mejor amiga.

– Ya te lo dije una vez, no quería tu lastima.

– Nunca te he tenido lastima y lo sabes, lo único que me apetecía en ese momento era partirle hasta la madre a ese desgraciado -sus mano apretaron las sábanas con todas sus fuerzas-. Hubiera dado todo por estar en ese momento contigo, para eso son los amigos y yo no lo fui.

– No tienes que decir eso -no era su culpa-. Si no estuviste acá fue porque yo no te lo permití, además me avergonzaba que supieras que fui una cobarde, dejé todo y preferí renunciar.

– Nunca es tarde y lo sabes, además no puedes seguir escondiéndote, fueron muchas emociones en un solo momento, sé que después de eso tu mamá se enfermó y bueno ni hablemos de tu padre, pero sabes que el tiempo no se detiene, solo quiero verte feliz Mily y eso significa luchar por tus sueños, aunque te escondas, sabes que ellos siguen presentes.

Claro que tenía razón, no podía seguirme escondiendo y aunque ya hubieran pasado dos años dudaba que pudiera salir, cada día me hundía más.

– La vida real apesta.

– Siempre va a apestar, lo que en realidad importa es que hacemos para que dentro de tanta mierda encontremos algo que valga la pena.

– No creo que encuentre algo.

– No le tengas miedo al fracaso.

Deberías seguir el consejo.

Shh, intento pensar.

– Solo piénsalo. Ahora dime que estuviste haciendo toda la tarde, por me dejaste plantado en tu casa y fui al café y ya no estabas.

– Tome una atajo.

– Aja, al otro lado de la isla.

– Solo quería pensar.

– ¿Y te tomo más de cinco horas?

Habían pasado cinco horas con Derek, en qué momento.

Responde, cada vez que te quedas pensando me da la sensación de que te va a dar un cortocircuito.

– No, bueno no estaba sola.

– ¡¡¡Qué!!! -chillo-

– Puedes callarte, te recuerdo que estas de incognito en mi habitación.

– Vamos cuéntame.

– Me sorprende la forma en la que esta conversación tomo otro rumbo.

– Sabes que soy una persona que se deja llevar muy fácil por el cotilleo.

– Seguro.

– Vamos cuéntame

– Me encontré con Derek, no hagas un drama, solo estaba perdido -supongo que no era la reacción que esperaba, Kane se puso tenso enseguida, era mi impresión o hasta volvía a apretar los puños.

– Aléjate de Él -Todo tono de burla había desaparecido.

– Wow, ¿Qué pasa?, no me iba acercar más pero tu reacción me da curiosidad.

– Te lo digo en sería Miley -sí, era mi nombre sin diminutivo-. No quiero verte cerca de Él.

– Cálmate, Kane solo he hablado una vez con Él, pero tu actitud me sorprende, no se supone que es tu amigo.

– Y lo es, pero no lo quiero cerca de ti.

– Puedes decirme que te pasa.

– Nada, mañana nos veremos -. Dicho esto, salió por la ventana y se fue.

Pero que había sido eso, claro que no había pensado acercarme más a Derek, pero la actitud de Kane me había sorprendido y había despertado en mi curiosidad, seguro tenía algo que esconder, pero era realmente malo para que se pusiera así, o peor aún que no me hubiera contado, era Kane el hombre que desayunaba chisme a diario.

Déjalo estar.

Eso no va a pasar, quizás debo encontrarme de «casualidad» más veces con Derek para saber Kane que esconde.

Das un poco de miedo como cambias de tú razón de vivir tan fácilmente.

Mi vida consiste en auto compadecerme, encerrarme y alejarme de todo, saber un poco de drama de la vida de los demás se puede considerar una forma de distraerme y nunca está de más. Además, es seguir los consejos de Kane.

Ese no es el consejo que te dio.

No, pero se acerca.

No, no se acerca ni un poco.

Bueno no, pero igual lo hare.

– Tu torpeza el día de hoy tiene algún motivo en especial.

Se me habían derramado más de tres tazas de café en lo que llevaba la mañana, claro que no era la primera vez que pasaba, pero en tan poco tiempo era demasiado hasta para mí.

– No, solo estoy distraída.

– Puedes mentirme, pero sabes que Malu lo descubrirá y terminará contándome.

– No olvido la especie de amistad y lealtad rara que tienen.

– Tú eres nuestro detonante no lo olvides princesa -Kane se giró para regresar a la cocina, no tenía sentido ocultar nada, siempre terminaban descubriéndolo.

– Espera -suspire-.

– Ya te dignaste a contarme.

– Si no tengo opción, esta mañana vino Kane a la casa y nos invitó a pasar el fin de semana en la cabaña de su familia, mi mamá estaba muy entusiasmada y no se negó, cosa que me deja a mí en la mitad, si digo que no ellas no irán, pero si digo que sí no será la mejor decisión para mí.

– ¿A qué le temes?

– A qué todo se arruine.

– ¿Con Kane o lo dices por cierto amigo que esta con él?

– Estas imaginando cosas.

– Seguramente, pero yo sé lo que veo -. Dicho esto, se dio la vuelta y se fue.

Claro que no me interesaba lo que pensará de mi Derek, habíamos estado juntos muy poco tiempo y pensaba acercarme a Él, pero no por las razones que pensaba Koa, pero entre más tiempo me conociera, terminaría por descubrir como los demás que mi vida era un fracaso total, aunque eso no me importaba.

Si no te importa porque estas tan nerviosa.

No estoy nerviosa.

*****

Aun no podía creer que estuviera metida en todo esto, mi pobre corazón iba a salirse de mi pecho en cualquier momento, seguía sin entender porque estaba así, sería un fin de semana como cualquier otro, claro que lejos de la comodidad de mi cuarto y con algunas otras personas a mi alrededor, nada que no pudiera soportar. ¿Verdad?

– ¿Estás lista? Los Roth ya están esperándonos -me pregunto mi mamá mientras inspeccionaba mi improvisada maleta.

Tomé mi pequeño morral y salí de mi habitación obligando a mis pies a seguir caminando.

– No puedo creer que solo traigas eso – Kane soltó una risa mientras cargaba mi minúsculo equipaje en la parte trasera del auto.

– Siempre viajo ligero.

– O simplemente no querías venir.

– ¿Yo? Si este es el sueño de mi vida.

– La ironía es lo tuyo -pellizcó mis mejillas -. Ahora sube antes de que me arrepienta de pasar el fin de semana contigo.

Como era costumbre Kane siempre conducía su auto y yo iba con Él, mientras sus papás se iban adelante en otro con mi mamá y Cassie, claro que esta vez no íbamos hacer solo los dos y no caí en cuenta hasta que me senté en la parte de atrás y ajustaba mi cinturón.

– Miley -. Algún día me acostumbraría a ese tono de voz.

– Aloha Derek.

– Bueno es hora de ponernos en marcha -. Pude ver como Kane me miraba de forma inquisitiva por el retrovisor, pero no era el momento de sus sospechas absurdas, así que lo dejé pasar.

El camino hasta la cabaña no era muy largo y aunque considere ser una compañía agradable me limite a fingir ser un accesorio más del auto, además no tenía que aportar a su conversación trivial, mi mente estaba ocupada recordándome las mil formas en las que este viaje podría llegar hacer un fracaso.

No había pisado esa cabaña desde hace mucho tiempo y la principal razón tenía nombre propio y era Caleb, en ese lugar lo había conocido y aunque no me sentía preparada para ir allá, tambien me intentaba convencer de que, si era capaz de soportar esta prueba, podría dar un paso adelante de todo aquello que me atormentaba.

Es ridículo pensar como asociamos lugares con personas, aunque en algunos casos es una bendición del cielo recordar, en otros simplemente se convierte en una tortura. Solo deseaba que todo volviera hacer normal, que pudiera volver a ese lugar y verlo con la misma tranquilidad que alguna vez lo hice.

No fui consciente en qué momento me quedé dormida y aunque debí abrir los ojos para que Kane y Derek supieran que estaba despierta, la curiosidad fue mayor.

– No es el lugar para tener esta conversación.

– Miley esta dormida y ya que vamos a pasar todo el fin de semana en la cabaña, lo mejor es que te lo diga, sabes que ella es mi mejor amiga, es prácticamente mi hermana y ya ha pasado por mucho.

– Entiendo que estés preocupado, pero creo que ella es mayor para tomar sus decisiones.

– Si, pero ya la perdí por dos años no quiero que vuelva a pasar.

– Entiendo.

Qué había sido esa conversación, no podía creer que no iban hablar más, acaso podían comunicarse telepáticamente, pero esa pequeña conversación me había dejado con varias hipótesis en la cabeza y muchas emociones, me sentía mal por Kane, siempre había sido más que mi amigo y Él lo había dicho, era como mi hermano mayor y solo estaba preocupado, aunque eso no le daba derecho a hacerme pasar como un cordero herido por su pasado.

En realidad, lo eres.

Bueno quizás, pero no deseaba que compartiera eso con los demás, por otro lado, nunca debí alejarme de Él, pero estaba segura de que no volvería hacerlo y respecto a como me sentí por lo que había dicho Derek no tenía claro que pensar, quizás Kane le pidió que se alejará de mí, aunque estaba claro que esperaba que fuera mi decisión, le agradecía por no decidir por mí, aunque tambien entendía a su amigo. Que frustrante era, además solo estaba suponiendo.

La cabaña no había cambiado en nada, la vista del aquel lugar era asombrosa, se podía ver el mar y las montañas a lo lejos, entramos y como en la segunda planta estaba las habitaciones todos ingresaron con determinación, no era la primera vez que pasábamos un fin de semana con Los Roth, pero si era el primero sin mi papá y luego de lo de mi mamá, aunque se veía muy animada, estaba claro que el cambió de ambiente le sentaba muy bien.

– Las dos habitaciones del final del pasillo son las de ustedes -. Nos indico el señor Roth, no fue necesario decirnos nada más, siempre habíamos utilizado esas dos habitaciones.

– Miley yo dormiré con tu hermana y tú utiliza esa habitación -me señalo la puerta izquierda al final del pasillo-. Ponte cómoda y nos vemos en cinco minutos para cenar.

Asentí con la cabeza y me dirigí a la habitación, entendía porque ella no quería quedarse ahí, esa había sido la habitación que compartía con mi papá siempre que veníamos y aunque solo estuviera conformado por una gran cama con una hermosa vista al mar y una pequeña cómoda para dejar las cosas, no podía permitir que se sintiera mal, así que me acomode en el lugar y me dispuse a bajar para cenar con los demás.

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