Llegó al colegio muy de mañana un 25 de enero, impecable en su apariencia, impresionantes acreditaciones, recomendada por la universidad como una de las futuras docentes más brillantes de su carrera, que había escogido dicha institución para cumplir con su práctica profesional en bellas artes.
No era una mujer de envidiable belleza, se perdía sin brillo en las multitudes, como único rasgo característico tenía una larga y negra cabellera, siempre recogida en una trenza que ella cuidaba con recelo.
Fue durante una clase del octavo grado, cuando mientras evaluaba oralmente a los estudiantes, una de sus alumnas, decidió jugarle una broma; estando de espaldas a la maestra, le cortó parte de su cabello, deshaciendo la larga trenza azabache.
Éste infantil acto desató al mismo infierno, la mujer se transfiguro en una bestia apocalíptica, el salón apestaba a azufre, los alumnos empezaban a perder la conciencia y la cordura.
Los estudiantes del octavo grado cuentan, entre sollozos, que lo último que vieron fue como al salón de clases se le abría una zanja mientras la “maestra” arrastraba a la alumna insolente a las entrañas de la tierra para no ser vista nunca más.
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