Azúcar con sal
«El veintidos ya es historia. Tía, tienes que olvidarle. Acordamos no enamorarnos de ninguno y, como mínimo, enrollarnos con treinta tíos en este viaje». Me mirabas implorando que dejara de llorar. Que se me quitara la cara de dolor porque pensabas que me había enamorado de ese francés imbécil pero guapo, del que ni recordaba...