Lástima que no haya billetes para maniquíes y no podamos cruzar el Atlántico en un vuelo, contemplar los paisajes de la vieja Europa desde la ventanilla de un tren, o disfrutar de un crucero por el Mediterráneo. Los medios de transporte nos están vetados. Ni siquiera estamos autorizados para ir en bus al trabajo, ni desplazarnos en vehículos particulares. Debemos transitar a pie y desnudos. Fuera de los escaparates, tenemos prohibido usar vestimenta. Es así desde que uno de los nuestros logró hacerse pasar por uno de vosotros, sembrando la semilla de la duda, pero también la de la desconfianza.

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