A esta gatita aún le quedan muchas vidas por vivir – me aseguraron – aunque a mí se me antojaba que tan escuálida más pareciera tener ya una pata y media en el otro barrio. Pero me urgía acabar con el continuo saqueo a mi alacena por parte de los malditos ratones. Así, accedí a adoptar a aquella negra minina. Aunque a veces pienso que no fue buena día. Sobretodo las noches de luna llena cuando desde la alcoba la escuchó emitir una suerte de risita aguda. Luego desaparece, al igual que mi escoba.

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