Te regalé una bonita sonrisa de Joker que no supiste interpretar. Tu atención volvió al mapa, al camino cada vez menos transitado que hurgaba en las montañas. Yo asentía, encantada de poder salir al fin de casa: Seguro que allí ves osos. Pero no tan gordos como tú, respondiste.

Puede que no sea mañana, ni pasado. Pero algún día, ya no habrá nadie más en el camino, ni en albergues ni cabañas: solo tú y yo. Entonces, un saliente estará resbaladizo o un acantilado demasiado inclinado. Y al fin los osos podrán verte, pero tu a ellos no.

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