El tirano dócil
Manuel sólo había invertido quince minutos de su tiempo en aquel primer taller de escritura y ya los sentía perdidos. Los presentes no estaban a la altura de su grandeza intelectual, incluida la renombrada escritora que lo dirigía, y un vaivén de ideas quemadas y normas estúpidas comenzaban a minar su creatividad. Nada bueno sacaría...