El destino
Mi padre acariciaba la barriga de mi madre intentando comunicar conmigo. Su aspiración era legítima, pero imposible, porque yo me limitaba a gravitar despreocupadamente envuelto en líquido amniótico, completamente ajeno a las esperanzas y sueños de esa pareja de jóvenes veinteañeros que habían decidido regalarme la vida. Pasadas unas pocas semanas de tregua salió la...