LA PIEL DEL LUNES
El lunes de ciudad industrial amanecía pesado, atornillado a un reloj tortuoso, al parecer adscrito a cierta inercia cósmica cifrada en lentitud amarga. Los asalariados despertaban de pie, aun desenredando del cerebro la soñolencia pertinaz del domingo recargado de malos vinos de barriada y expansiones afectivas desgarradas. Luego salían a la calle como vomitados por...