La maldición
¡¿Cómo podía decirle eso?! Escuchaba, desde el corredor de la casona, a su mujer discutiendo con la hija. Los oídos viejos, el bochinche de los pájaros en el parral (cuanto daño estaban haciendo en los racimos esos condenados), o el ancho adobe de las paredes hacían que no entendiera bien, pero tampoco quería entrar e...