Tras matar a Dios
El ser humano, como cúspide de una pirámide de raciocinio, se ha visto abocado a la inherente soledad que conlleva toda superioridad. En lo alto de la montaña siempre hacía frío; soplaban con fuerza los gélidos vientos; las noches eran más obscuras y los sonidos desconocidos evocaban al miedo. Antaño, María acostumbraba a calmar su...