Al final del páramo
El páramo era tan estéril como la luna de enero para la siembra. Ardía hasta las sombras minúsculas de los raquíticos arbustos. El pirata que no sabía nadar avanzaba arrastrando una pesada ancla dejando una estela en la arena. A lo lejos vio a una figura alargada que parecía el atisbo de un espejismo. Cuando...