Bajaba aquellas escaleras de caracol que parecían infinitas. Jamás llegaría al portal, pero tenía que hacerlo, o nunca saldría de aquel edificio.

Recordé que en otra ocasión al llegar a la puerta, alguien detrás de mí me tocó y sentí las cosquillas paralizantes e inquietantes del miedo, pero aun así estiré el brazo y logré abrirla (qué absurdo era todo, así era la vida que había creado con mis decisiones que provenían de una necesidad por sobrevivir).

Entre peldaño y peldaño sentía que las piernas me flaqueaban y me temblaban. A pesar de poner toda mi voluntad en correr, el miedo era mi enemigo. Era muy vulnerable. Me encontraba allí solo, teniendo que enfrentarme al descenso, hacia la salida. No tenía nada que me dirigiera por el camino adecuado. Sólo me quedaban malos recuerdos que me llevaron hasta allí.

En un descansillo me puse a pensar porqué el miedo no me dejaba seguir. (Era tan extraño sentirme en mí mismo, agonizando en aquella lucha que sólo a mí me pertenecía… ¿Y quién era yo (sino el resultado de las acciones concluyentes entre las interacciones de los individuos? ¿Era la unión entre el padre y la madre? ¿Era el padre y la madre reproduciéndome?)

De repente con aquellos pensamientos bailando en mi cabeza me sentí poseído por un joven. Y miré dentro de él. Yo mismo era él. Sentía como él. Posiblemente éramos como podíamos ser.¿Acaso entonces no existía la libertad de tomar decisiones? ¿O las decisiones eran el fruto de una voluntad según fuera débil o reforzada? Sabía que siempre mi voluntad había tenido que reforzarse cuando no había más remedio. De una voluntad débil se construía la fuerte.

Volví en mí y me dije que debía continuar mi bajada por las escaleras, y dejar de momento de darle tanto a la cabeza. Era necesario actuar. Y seguí bajando los escalones de dos en dos. (Aquel salto no me pertenecía… No era la hora de darlo.

Quizás la historia ya estaba hecha. Todo debía ser como una película, sólo faltaba rebobinar hacia adelante o hacia atrás. Ciertamente yo ya habría decidido libremente lo que en ese instante decidí.)

En el momento que realicé uno de aquellos saltos indebidos tropecé y caí sobre uno de los descansillos del edificio, de forma que perdí el conocimiento.

No sé qué tiempo habría pasado, cuando abrí los ojos y me vi en la azotea. Se encontraba toda llena de máquinas que conocía y podía dominar. Pero vi mi alma desordenada, con impaciencia por avanzar, pero sin hacerlo)

Al abrir la puerta, para emprender de nuevo el descenso, la escalera se había transformado de tal modo que no parecía ser escalera. La única cosa que la asemejaba a la otra era su barandilla, y sus giros de caracol. ¿Cómo podía haber cambiado de aquella manera su estructura…? (Posiblemente no se me podía presentar en sí sino en la relación en la que yo podía verla y comprenderla. Posiblemente si yo hubiese podido salir de mí y penetrar en ella, hubiese sabido sin lugar a dudas cómo era y de qué manera descender por la misma sin ningún obstáculo. Pero no era así. No me quedaba otra forma que verla según mis ojos y adecuarme a las circunstancias)

Esta escalera tenía una serie de colchonetas, por encima de los escalones, seguidas unas de otras. Miré hacia abajo por el hueco de la barandilla, y hacia el final vi como un nudo que tapaba la salida. Debían ser las mismas colchonetas que se iban estrechando hacia los bordes de la baranda hasta hacerla desaparecer.

Era todo tan absurdo… ¿acaso no podía ser un sueño? Y cuantas veces pensé en ello. ¿Acaso no vivía aquello con toda la razón y sentimientos que se me habían dado?

Comencé a descender poniendo los pies en las colchonetas que resultaban muy resbaladizas y cogiéndome de la baranda. Tuve tentaciones de tumbarme y bajar deslizándome por aquella extraña escalera, pero me contuve pensando que no era el momento adecuado de cambiar la historia. De hecho pude recordar que en otra ocasión había hecho algo parecido y el resultado no fue nada bueno. Cuántas veces habría repetido el mismo gesto… Descendí unos cuantos pisos, cuando vi a un hombre salir de su casa, que bajaba los escalones con toda normalidad. Y digo escalones, porque éstos volvieron a aparecer.

No sé por qué pero cuando vi a aquel extraño, sentí que ese sentimiento de individualidad tan intenso siempre en mí se atenuaba. Miré hacia mis pies y comprobé que ante mí se hallaban por fin los peldaños de las escaleras.

Conforme comencé a bajarlos estos empezaron a adquirir más altura entre ellos. Y al bajar de uno a otro la distancia entre los mismos se agrandaba y la altura iba siendo mayor, de tal manera que me dejaron a la vista la baranda y su giro de caracol y un vacío cuyo fondo no se veía pues estaba cubierto de niebla. Así que sólo volando podría llegar al final. Era la hora de algo grande, que intuía. Quizás llegando al portal encontraría la respuesta. Y me impulsé hacía arriba para mantenerme en aquel vacío. Cuando lo hice estiré los brazos y comencé a volar girando y descendiendo por el edificio. Conforme lo hacía empecé a sentirme libre. Jamás ningún acto a favor de los hombres, sería para mí ningún esfuerzo, sino por el contrario se convertiría en algo tan natural como lo es la propia respiración que de contenerla me asfixiaría)

Al llegar al portal volví a ver a aquel hombre que había bajado delante de mí con aquella desenvoltura tan natural, sin indecisiones ni contrariedades. Estaba de espaldas a mí con la puerta abierta y al volverse, me reconocí en él. Quedé asombrado. No obstante le pregunté quién era. Me miró sonriendo y me contestó:

-No importa quien yo sea. ¿No querías que todos llegaran hasta aquí para salir del edificio? Mírate hemos llegado.

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