El ValoR dE LaS AlmaS

El ValoR dE LaS AlmaS

“Pues, fíjate, que no hay que ser tan astuto ni capaz para darse cuenta de lo que realmente importa. Hace tiempo ya que no lloro. La vida, pequeña, la vida te enseña a responder bien; pues si bien no respondes en ti llamará la justicia, nada hay tan arduo y lamentable como ser llevado por profecía de los demás.”

Entonces, paseándome inquieta, recorriendo nerviosa aquel fondo blanco, la pureza del vacío me atrapaba. En cierto modo me llevaba una sensación extraña: me atraía con pasión y delirio provocándome un deseo interminable de desafiar, de estallar. Me sobrevenía aquella tentación de dejarme caer en la libertad infinita de mi caótica imaginación… Deslumbrante. Urgía esa sensación de sobrepasar los límites, comerme el mundo en un segundo, persiguiendo sin pausa ni control todo lo que no existe, rozando el cielo de la eternidad.

Yo entreveía un futuro que parecía ser incierto y desvanecido. “El verdadero futuro pertenece a aquellos que creen en la belleza de sus sueños”, había oído decir. ¿Y qué se haría de los demás? Era un poco cruel juzgar las almas de una forma tan simple y desmerecida. Siempre había querido pensar que el valor de las almas se mide por el único hecho de ser. Pero a veces me habían convencido que el asunto depende de los buenos actos y las aportaciones que surgen, por si solas, de lo más profundo. “La muerte, pequeña, la muerte es la justicia. Por fin lo es.”

Me turbaba aceptar el montón de almas que dan partida sin ser nada; un alma exige un proceso de realización, en el que juegan la mente y el cuerpo. Y del tiempo que invierte en realizarse se consigue un resultado u otro; pues todas aquellas que no emplean tiempo consigo mismas nacen muertas. “Juntarte debes con los que de ti se acuerdan, no dejes seducirte por la sutileza del saber, es engañosa; busca en las almas su pureza y su encanto, nada tiene eso que ver con el conocimiento. No busques alguien que se baste con complacerte en conceptos, pues lo que se sabe, ya se sabe. ”

Llevaba horas allí y estaba cansada de esperar que acudiera a mí de una vez por todas. Estaba agotada, exhausta, pero despierta. El mío era un proceso largo y cansado. Decidí quedarme unos minutos más, tal vez para no dejar escapar aquella historia fascinante que daría lugar de mi subconsciente. La traería la inspiración, que llegaba tarde, como siempre.

Mireia Llardén Alegret

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