Una vida envasada
Hacía un frío insoportable. La helada atravesaba la carne y profundizaba hasta tocar el hueso. Mi cuerpo esperaba al autobús mientras mi mente divagaba por mundos aún desconocidos. En el reloj, una amenaza: ese verdugo metálico marcaba las 20:30. Ya solo quedaban dos horas y media de vida por hoy y más de la mitad...