Pan amargo
Y ahí estaba mi madre en el lado contrario de la mesa. Arrugadita, empequeñecida por los años, con sus ojos tristes y ademanes lentos, pero eso sí, sin una cana, su cabello teñido era su último vestigio de vanidad. Sobre el mantel blanco diversos manjares rodeaban la panera de mimbre para que eligiera lo que...