Un grito al cielo, y un beso al guerrero
La vida se le estaba yendo de las manos. Entre sus brazos sostenía el débil cuerpo de la mujer con quien se suponía debía envejecer. La sangrante herida de su torso empezaba a dejarla sin fuerzas, la sangre no dejaba de fluir y su piel comenzaba a palidecer; sus mejillas perdían el rubor que siempre...