Tres cerillas (Historia de un beso)
―Cierra los ojos. Obedezco. Me he cansado de seguir el movimiento del péndulo. No estoy dormida, tampoco despierta. Oigo la voz, masculina, un poco ronca, dentro de mi cabeza, tomando el control y liberándome de todo pensamiento inoportuno. ―¿Qué ves? ―Oscuridad. Las paredes de una cueva. ―¿Puedes tocarlas? ―Sí. ―Mi mano tantea una superficie fría,...