Cuarenta minutos y una correspondencia (homenaje a J. C.)
Cada mañana me sobrepongo a la noche y envuelta en capas de vestimenta, no cien por cien algodón, me adentro en la boca del metro que todavía bosteza somnolienta. Me enrollo con un fino cable, cual hilo de seda, y una vez en la crisálida pulso el «play» que me metamorfosea. Mis ojos, derecha-izquierda, consumen...