Boceto para ninguna pintura

Boceto para ninguna pintura

Del edén al andén llegó ella, pequeña, como desempacada de las orillas del mar, con brisas frescas y mañanas alusivas siempre a la calma. Las frutas en sus manos eran sólo su extensión, se sabía llena de notas cítricas, de bondad generosa y de mareas altas pasionales grabadas en la voz. Sus tristes tonos marrón, en esos ojos, le alejaron del pasado; estaban aquí, desde el andén, en el encuentro con el desencuentro. En el fondo de su corazón, donde la nada tiene un resquicio contratado para cuando haya de acabar el mundo, tiene la impresión vaga de que jamás habrá de regresar; y para qué, si quien le robó la vida entera ha huido, lejos de ella, a algún lugar sin nombre. Su ladrón no quiso escuchar y ella no tuvo la oportunidad de explicar: él, que huyó con la vida de ella como con lo más valioso, no sabe aún a la fecha que lo era él. Para qué regresar a su edén, si condenada a este desierto gris es posible que encuentre nuevamente lo que aquí no extravió. «Así es la vida», le dijeron, pero ella apenas y lo sabe..

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