Perfil público

Cuando a la dictadura le quedaban algo más de quince años, me nacieron de mi madre, que había parido una hermana y tres muertos.
Me nacieron para aprender a vivir, para disfrutar la vida y ser valiente.
La escuela y el instituto eran tan importantes en mi vida como para ser el premio si me comía todo el plato. De ahí que me guste tanto la lectura y la escritura y comer, comer bien y casi todo...
Y me fui creciendo entre amistades, familia, la loma renacentista y la sierra de Segura, con grandes y pequeños momentos felices, aunque fuéramos pobres, mi padre tuviera mil trabajos y mi madre estuviera vendiendo en el mercado desde el amanecer hasta la hora de comer. Fui feliz heredando la ropa de mi hermana, estrenando zapatos "gorila" y "saquitos" de lana que picaban.
Me fui haciendo una mujer que nunca echó de menos un pene, pero que siempre quiso tener los mismos derechos y obligaciones que aquellos que habían nacido con él, y que también, con el tiempo luché para que mis obligaciones por el hecho de nacer con clítoris y vagina fueran para ellos también.
Aprendí que llorar no estaba mal, para eso tuve una abuela que la llamábamos "La Guadiana", con sus ojos siempre llenos de lágrimas, pero también aprendí que a mal tiempo buena cara, con mi madre y mi hermana  que le cantaban copla, fandangos y alegrías a la vida.
Me enamoré a los diecisiete y empecé un camino infinito como el amor en el que ya he cumplido más de cuarenta.  Y a los dieciocho meses del "Sí Quiero", nos nació una hija hermosa, cantarina, creativa y no sigo, que la baba materna ha dejado paso para el nieto más bonito y más listo del mundo, con casi tres años que va a cumplir.
Me hice maestra cuando quería ser periodista y empecé a trabajar en la escuela antes de ser madre.
Entre leer y escribir poemas, cuentos, estudiar pedagogía, hacerme política, concejala, diputada, estudiar y dar cursos, quedar con las amigas, ser madre y esposa, ir de mítines y manifestaciones, un encuentro, un concierto, una exposición, ver series y escuchar la radio, dibujar en los trasnoches, ver películas y disfrutar de las pequeñas cosas, ahora que estoy jubilada y que todos los días son fiesta, he descubierto que me gusta la rutina de mi vida, y que cuando las ausencias con sus presencias me dejan, que cuando todo se tuerce y parece que no hay consuelo, descubro una mano, una palabra, una caricia que me ayudan a ser casi feliz. Cuando estas rutinas transcurren entre canciones, olvidos, cuentos, viajes, amor y amistad, familia y compañeros, entre el júbilo y los ágapes, entre tertulias para arreglar el mundo y libros que lo estropean, encuentro tiempo para sentirme yo y para mandaros este texto que me ha llevado varias horas. .
Y eso que un día mi maestra me dijo que escribir era bastante fácil si conocías todas las letras.