–Hazlo. Adelante –dijo una voz, en una oscuridad absoluta.

–No quiero hacerlo, estoy cansado –dijo una segunda voz– estuve trabajando todo el día.

–¡Pues ella estuvo trabajando toda una vida! –Alzó la voz, golpeando la mesita de centro, retumbando las piezas de ajedrez.

–Pero, ¿qué le cuesta irse unos minutos parada? –Dio una pausa y con ambos caballos se acercaba a la reina–. Además nadie más lo hace.

–Pues sé el primero. –Salvó a la reina con la torre.

–Quizás se baje en la próxima estación.

–Quizás no. Pregúntale.

–Lo haré cuando mire para acá. –Movió el alfil, dejando desprotegido al rey.

–¡Deja de crear excusas! –Dijo enfadado, amenazando al rey en jaque.

–¡Decídanse de una vez! –Gritó una tercera voz a lo lejos.

–No lo haré, ya estoy bastante cansado.

–¿Qué te han enseñado todos estos años? ¿Qué te han enseñado tus padres, tus abuelos? Sabes lo que tienes que hacer– dijo mirando detenidamente el tablero, dándose cuenta las pocas piezas que quedaban: una reina negra, y una torre con un alfil blanco–. Ponte en el lugar de ella. Ten algo de moral.

–¿De qué sirve tener moral? Lo más probable es que cuando me toque a mí, nadie se dará la molestia; sobre todo si soy hombre. –Se comió el alfil blanco–. ¿Por qué ser bueno con el mundo si el mundo no es bueno conmigo?

–¿Si no eres bueno con el mundo, cómo esperas que el mundo sea bueno contigo? –Se comió a la reina con su torre– Uno mismo es el que debe dar el primer paso.

–¿Y si nunca consigo una respuesta? –Hacía lo posible para salvar a su rey–. Si hago como que no la vi, no pensaran mal de mí.

–Si sabes que estás haciendo lo correcto, no importa lo que los demás piensen de ti. –Trataba de buscar al rey negro, sin éxito.

–Pienso que es injusto tener que levantarme después de estar todo el día de pie. –Corría a su rey por todo el tablero.

–Si crees que eso es lo justo. Solo piensa en el karma que puedes generar con esa decisión. –Hizo una pausa–. Bueno, al parecer terminamos en tabla.

–¿Qué karma podría generar? ¿Que no me den el asiento cuando sea anciano? Pues eso pasará aunque le dé el asiento.

–Amigo mío, el karma actúa más rápido de lo que piensas. –Una sombra se levantó del sillón, se despidió haciendo una reverencia y dijo–: Buen juego.

El hombre de sombrero levantó el diario para no mirar a la anciana que iba aferrada al fierro del autobús. Trataba de concentrarse en lo que estaba leyendo, pero aun así no podía. Leía y releía varias veces el mismo párrafo. Cuando de pronto el autobús dio una frenada aterradora, que hizo, a muchos, afirmarse con todas sus fuerzas; y aunque la anciana lo intentó, no pudo. Ésta perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, golpeándose la cabeza con un fierro; al mismo tiempo que el señor del sombrero desordenó totalmente el diario, tratando de afirmarse; luego se acomodó volviendo a su intento de lectura, haciendo oídos sordos hacia los gritos de las personas.

–¡¿Estúpido, cómo se te ocurre parar así?! –Gritó una mujer.

–¡Mal nacido! –Gritó otra.

–¡Ayuden a la señora! ¡Llamen a una ambulancia! –Gritó un hombre.

El autobús se transformó en una jauría. Los gritos eran muchos y la ayuda poca. Y mientras discutían, la sangre corría en el suelo, donde se hallaba la cana cabeza. Aquel hombre, tan cansado que estaba, trató de seguir leyendo su diario, como si nada pasara. Lo intentaba de verdad, sin embargo, leía y releía los párrafos, una y otra vez. Quizás había algo mal en esa noticia. Quizá no estaba bien redactada para él.

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