Yo no pedí nacer ni vivir. Pero de eso no haré una tesis doctoral ni una consulta psicoanalítica con un argentino lacaniano. No merece la pena. Estoy aquí y punto. Pero ya que estoy, lo que sí quiero es no pasar desapercibido, no ser invisible, intrascendente ni transparente.
Ya desde pequeño aprendí que para eso hay que hacer algo, y provocar el sentimiento en los otros. Si te escamotean los afectos desde la cuna, y luego hay un estricto programa educativo, aprendes a robar el cariño como sea. Si los más populares de tu clase lo son por regatear en una baldosa a todo el equipo contrario o el que más bailes saca en la pista mientras tú estás con tu refresco en un rincón, a poco que seas listo te das cuenta que tienes que hacer algo. Si además, la naturaleza te ha dotado de un pelín de rapidez mental, listeza que no inteligencia y, una cierta avidez por conocer cosas, al menos en el aula disfrutas cuando te sacan a la pizarra a dar la clase para sacar un diez y que coloquen tu foto en el cuadro de honor; es decir, te matas a estudiar.
Quiero que me quieran. Sanseacabó. Ya está. No voy a darle más vueltas. Si es escribiendo, pues intentaré hacerlo para ganar el Pulitzer, si es con las fotos, pues me arrastraré, como dijo Robert Capa, “lo suficientemente cerca” para hacer la mejor instantánea. ¿Que eso es vanidad? No me hagan reír. La vanidad es uno de los lados de un cuchillo en el que en el otro lado se instala la necesidad de afecto. Con ese cuchillo cortamos la vida y dependiendo desde que lado lo miramos, así nos juzgan. Lo del afecto queda mejor, es más políticamente correcto que decir que soy un vanidoso. Pero me da igual.
No me ganaré la vida con la escritura, para eso ya elegí otra profesión en la que es necesario transar con los afectos, quieras o no. Y lo hago bien, de forma honesta y sincera. Pero si puedo hacer que me quieran escribiendo, fotografiando, amando, sonriendo, jugando…lo que sea, eso también lo haré, y de la manera más justa, pudorosa y honrada. Incluso, con esa pizca de soberbia de los justos, empeñados en hacer el bien a toda costa, pase lo pase y por encima de lo que sea, de los demás o de uno mismo si es preciso.
No se escandalicen. Prefiero decir esto y de esta manera, que estar con las masturbaciones mentales de los que buscan excusas para no llamar a las cosas por su nombre. Hacemos para ser queridos. Las otras explicaciones…¡bah!
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