Estaba yo, ansioso por lograr nuevas metas en mi vida. Mientras iba al instituto de inglés, todas las tardes pensaba en cómo sería mi vida perfecta, tantos caminos disponibles pero tan diferentes y difíciles al mismo tiempo. Me la pasaba procrastinando dar el primer paso de algunos de esos caminos por el simple hecho de decidir cual elegir.
En el instituto, yo era el chico callado y tímido que pretendía ser maduro aunque muchos pensaban que era presumido y presuntuoso, cada vez que mantenía una conversación con alguno de mis compañeros de clase siempre escuchaba la típica frase.
—pensé que eras creído. Al final de cada diálogo.
Al principio, debo admitir que me molestaba escucharla, sobretodo si venía de alguien que me importaba, pero poco a poco fui acostumbrándome. Supongo que esa era la razón por la cual tenía amigos en una cantidad muy escasa en el instituto.
La otra cara de la moneda se daba en el colegio, donde era de todo menos tímido o maduro. Supongo que era porque en el colegio no cambias de compañeros de clase cada mes, como si lo era muy constantemente en el instituto. Cuando acabé el colegio, decidí tomar el mismo rol del instituto pero ahora en la universidad, aún no había acabado de estudiar inglés, entonces ya no existía la persona infantil y divertida en mi vida. Solo quedaba el tímido y callado y, hasta incluso el presumido chico que seguramente era pero me costaba aceptarlo.
Igualmente, me seguía viendo con mis amigos del colegio, somos inseparables, quiero creer que nos escogeremos a nosotros antes que a cualquier otra amistad hecha fuera del colegio. Al menos yo sí lo haría.
Un día mientras estaba con ellos, hablábamos de cómo nos había ido, muy comúnmente quejándonos de cursos de la universidad o de relaciones que fracasaban.
Como cada mes, faltaban unos cuantos días para que empiece un nuevo ciclo en el instituto, aún no sé por qué pero les propuse colarnos en alguna clase de primer día. El típico primer día donde prácticamente no se hacía nada, yo lo sabía perfectamente. Ellos nunca habían ido al instituto y no habían tomado clases de inglés mas que en el colegio.
Entonces sucedió, ahí estábamos los tres en alguna clase de inferior nivel que el mío. Si el profesor de turno quería pasar lista el primer día, lo cual era rarísimo, teníamos que decir que apenas nos matriculamos hace algunos minutos y que el sistema no era lo suficientemente rápido para cargar nuestros nombres, y si nos pedía ver el comprobante de pago, se lo había llevado algún familiar.
Mientras la clase transcurría, me dí cuenta de una joven chica al frente mío, ella era bastante agraciada, bonita y muy agradable a los ojos. Yo no sabía absolutamente nada de ella, pero tenía unas ganas enormes de conocerla. El día pasó muy rápido y cuando me dí cuenta ya había terminado, la broma de colarnos en aquella clase terminó. Mis amigos se la pasaron bien, hablaban de la adrenalina que se sentía al estar en un lugar dónde obviamente no debían estar. Yo, mientras, me la pasaba pensando y recordando a aquella chica, trataba de rememorar cada facción de su jovial rostro.
Al día siguiente, le propuse a mis amigos a colarnos en aquella clase otra vez, uno de ellos no quiso, era muy arriesgado hacerlo otra vez porque la diferencia que había entre el primer y segundo día era demasiada; sin embargo, mi otro amigo si quiso ir, al parecer le encanta sentir adrenalina. Y yo, inconscientemente, estaba por poner en riesgo a mi amigo de toda la vida con tal de verla otra vez.
Esta vez fuimos los primeros de la clase, el plan era ese, para pasar asistencia con nombres de otros estudiantes de la misma clase, esperando que no reclamaran al final de esta.
Mi objetivo era hablar con ella, quería saber si su voz era tan perfecta como su rostro. Lo bueno del instituto de inglés es que hay mucha interacción por parte de los estudiantes, lo cual, facilitaba mi objetivo, pero hasta que ese momento llegara, necesitaba saber si a ella le interesaba lo mismo que a mí. Trataba de cruzar miradas con ella pero lamentablemente no me devolvía ni una sola. Pasada la primera mitad de clase, tocó interactuar con los compañeros que en realidad no eran mis compañeros porque esa no era mi clase. Procurando hacerme el indiferente también, hice que nuestro encuentro pareciera un pequeño accidente. Al fin, la tuve tan cerca que pude apreciar su belleza. Los minutos en los cuales traté de ser la persona más divertida e interesante se pasaron volando y otra vez estábamos separados.
Hasta que ese día culminase traté de que ella me notara, no había excusa para que no lo hiciera, pero, no me dió absolutamente ningún indicio, de verdad creí que había sido lo suficientemente interesante para que al menos me complazca con una mirada.
Al día siguiente, me dí por vencido y decidí volver a la clase que de verdad me correspondía, ya tenía dos faltas entonces me urgía ir. Por la tarde, llegando al instituto decidido a entrar a mi verdadera clase, me topé con ella, tan reluciente al lado de sus amigas, vistiendo un jean negro ajustado y una blusa amarilla, nadie en el mundo se le podía comparar, cruzamos miradas en un momento realmente intenso y cambié de opinión, tenía que ir a su clase una vez más. Pero esta vez sería diferente, esa mirada me dijo todo lo que necesitaba saber o al menos eso quería creer.
Entré a su clase y decidido me senté a su lado, estaba bastante nervioso pero al mismo tiempo emocionado, quería conocerla, mis labios imploraban mencionar su nombre, que seguramente era tan radiante como el arte que se moldeaba en su rostro a partir de sus ruborizadas mejillas.
Durante la clase, estuvimos hablando bastante, no sobre nosotros, sino sobre los temas de inglés en sí. Al ser el tercer día que faltaba a mi clase verdadera de inglés, sabía que si no hacía algo, seguramente no la iba a volver a ver más. Al finalizar la clase, saliendo del aula, volvimos a cruzar miradas, sentía que me quería decir algo, generalmente no sigo a mi intuición pero esta vez quería que fuera diferente. Por cuestiones extrañas de la vida, la invité a mi gimnasio, el por qué a ese lugar es un recuerdo borroso. Tenía una membresía activa con un gimnasio que estaba dentro de un centro comercial que quedaba literalmente a media cuadra del instituto.
Ni bien llegamos, al entrar me dí cuenta que no había absolutamente nadie, ni una sola persona dentro el gimnasio, era una situación tan rara como el mismo hecho de haber invitado a una persona que me gustaba a un gimnasio en la “primera cita”. Al costado de la puerta, había una especie de sofá cama, muy grande, como puesto deliberadamente para que mis tentaciones más grandes salgan a brillar. Mientras observaba los bellos ojos café de Emmely, me acercaba cautelosa pero inconscientemente hacia ella. Con una simple sonrisa me devolvió a la vida, con sus ojos carcomiendo mi alma y su cabello rubio teñido tallando su hermoso rostro como un cuadro por el cual daría hasta mi vida; me detuve, a unos cuantos centímetros de sus pequeños, rosados y ardientes labios, Emmely dió el último paso.
Nos besamos, en medio de un gimnasio totalmente vacío, después de 3 días de haberla conocido. En ese momento supe que ese era mi hogar, sentí que ella me correspondía tanto como yo a ella, es un sentimiento raro, hermoso y difícil de explicar. Supongo que fue amor, no tengo otras palabras para explicarlo, después de unos segundos no separamos, nos seguíamos mirando fijamente, me sentía sedado por su encanto y esperaba que ella sintiera lo mismo conmigo.
Quise besarla otra vez, pero me detuvo el hecho de pensar que podría rechazarme, y que además, estaba siendo observado por una infinidad de cámaras dentro del gimnasio; decidí no hacerlo, se lo expliqué y ella me dijo que nunca me hubiera rehusado un beso. Sentí tranquilidad, además. me sentía en deuda con ella, pensándolo bien, ella fue la que me besó tan tiernamente que no dejaba de pensar en eso.
Poco a poco, como si fuera por arte de magia empezaron a llegar varias personas a entrenar, y obviamente no podía evitar que entraran. Emmely, decidió quedarse momentáneamente conmigo. Me dirigí a la zona de calistenia porque era lo que más me gustaba hacer, mientras ella se quedaba en los asientos esperando por mí.
Después de un rato, la empiezo a observar, estaba sosteniendo mi mochila con bastante cuidado y la veo buscando entre mis cosas, dentro de mi mochila solo podía encontrar libros y mi billetera sin dinero pero con mis documentos, al principio me enojó bastante, porque a nadie le gusta que hurguen entre sus cosas sin permiso, pero al mismo tiempo me gustaba saber que ella me conocería tal y como soy, sin necesidad de mentirle, porque algo que hago bastante es mentir sobre mí, pero no en una mala manera, al menos eso creo yo. Lo que hago generalmente es no dar mi edad verdadera, lo hago por encajar, incremento y reduzco mi edad a placer para encajar mejor, ya sea con mujeres o amigos.
Entonces, Emmely sabría quién soy, hasta dónde vivo y yo no tendría que mentirle a alguien que me hizo sentir un jugo de infinitas emociones juntas al mismo tiempo. Poco tiempo después, llegaron sus amigas a recogerla, no me podía interponer a esa situación. La dejé ir con ellas y mientras seguía entrenando pensaba en ella y trataba de digerir todo lo que me había pasado, nunca me había pasado algo parecido, era como si estuviese en una película o un sueño.
Revisé mi mochila para saber si todo estaba en orden, cuando la abrí, veo que hay una gran cantidad de dulces, de las que más me gustan, como si me conociera de años. Frugelé, mis gomitas favoritas, ella era la indicada, alguien que de verdad era para mí, porque cuando lo sabes, lo sabes. Minutos después, despierto de un sueño que parecía una realidad absoluta, decidido a encontrar a mi Emmely, algún día.
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