TIEMPO DE GATOS

1

Sofí deambulaba cabizbaja por la calle en plena noche. Ya eran las dos de la madrugada y el mundo parecía descansar de las agitadas andanzas del día. Pero, para Sofí, aquella nocturnidad la amparaba. La oscuridad que la rodeaba, solo mitigada por las luces de las farolas, se había convertido en una atmósfera envolvente y protectora. Un juego de sombras y tenues luces se proyectaban alrededor de la muchacha, como fantasmas acechantes pertenecientes a otra realidad. Pero ella no sentía temor alguno, al contrario, todo aquel ambiente lúgubre le resultaba reconfortante.

Recorría las calles de su ciudad escapando de la despreciable realidad que le había tocado vivir. Porque Sofí huía de un mundo del que no deseaba formar parte, hostil, incomprensible, un mundo en el que no era tratada con el amor incondicional que cualquier hijo merece de sus padres. Una noche de gritos y desprecios la habían empujado a salir de su casa, buscando… no sabía el qué, quizá el cariño que le faltaba. Pero ya había caminado mucho tiempo y estaba cansada, por lo que decidió sentarse en uno de los bancos de la calle. Y así estuvo pensando un rato, aliviada por el agradable frescor de la brisa del final del verano, que le acariciaba suavemente la cara.

Un bonito gato gris se le había acercado y se enredaba entre sus pies. A Sofí le encantaban los gatos. Eran sus mascotas preferidas. No obstante, en su casa nunca había tenido uno. Es más, sus padres le habían prohibido tener cualquier tipo de animal. Las razones que aducían eren simples excusas que no justificaban en absoluto esa prohibición. Pero Sofí se las arreglaba para acercarse en muchas ocasiones a los gatos callejeros que le parecían inofensivos y acariciarlos, amarlos… quizá como le gustaría que sus padres la amasen a ella.

Repentinamente, el gato que Sofí acariciaba desapareció por debajo del banco. Instintivamente la muchacha se agachó para buscarlo, pero este no estaba allí, ni tampoco por los alrededores de la calle. Se había esfumado. Con gran sorpresa por su parte encontró debajo del asiento lo que parecía ser un libro, ya viejo y descolorido. Así que lo cogió con creciente curiosidad y empezó a leer el título: Tiempo de gatos. La evolución de los gatos a través de la historia. Más adelante había una aclaración que decía: “contada desde el planeta llamado Base interestelar 500”. No sabía el por qué, pero inmediatamente Sofí notó una extraña conexión con ese libro, de modo que decidió que se lo llevaría a su casa y, una vez allí, lo escondería en un lugar que le parecía inexpugnable para cualquier mortal. “Sí”, pensó con satisfacción, “allí no lo encontraría nadie”.

Cuando Sofí llegó a su casa eran las tres de la madrugada y ya sus ojos cansados se le cerraban. Quería irse a la cama, pero no pudo evitar hojear aquel libro, que había sido traducido por un tal Sebastián Gormín. Había una parte informativa sobre el autor que decía así: “soy el inspector Dundan, y me dedico a hacer rondas de vigilancia intergaláctica por los diversos planetas felinos. Soy un policía graduado en Seguridad y protección espacial. Pero también escribo sobre temas de ciencia como aficionado y divulgador. Vivo en el planeta felino Base interestelar 500. Me he propuesto en este libro hacer un estudio sobre los orígenes de nuestro primer antepasado, conocido en ciertos mundos bajo el nombre de gato común o gato doméstico. Se trata de un recorrido por la historia de nuestros ancestros a través de su relación con los humanos, una especie distinta a la nuestra, que en un principio solo habitaba la Tierra. Por lo que parece, era un planeta primitivo, ciertamente peligroso para los animales, ya que muchos de sus moradores, mujeres y hombres, se dedicaban a sobreexplotar sus recursos naturales, amenazando así la vida de muchas especies, que se encontraban en peligro de extinción, o simplemente desaparecían. Hasta que el planeta se sumió finalmente en una espiral de caos y destrucción que casi acaba con él.”

Sofí no podía creer lo que había leído. Estaba completamente asombrada. Sin embargo, aunque en el libro se hablaba de la posible destrucción del planeta en el que ahora vivía, finalmente no dio veracidad a aquel relato, que consideró como una más de esas obras de ciencia ficción que siembran el mundo literario de nuestros días.

2

El gato Sabio vociferaba algo en voz alta a la vez que movía nerviosamente sus manos delante de su rebelde alumno. Era un felino de la Base interestelar 500 que enseñaba a niños y jóvenes gatos. Los estudiantes del planeta eran adoctrinados en sus hogares y no acudían en masa a ningún centro de enseñanza, ya que en el planeta la educación era totalmente individualizada hasta la mayoría de edad. Se le consideraba sabio por los profundos conocimientos que atesoraba sobre materias diversas. Los enseñantes sabios gozaban, pues, de una excelente reputación.

Aunque su vocación por la enseñanza resultaba indiscutible, aquella mañana estaba deseando acabar ya con las clases. No era fácil educar al hijo del inspector Dundan, siendo sobre todo un adolescente cuyos intereses no coincidían con los del estudio de asignaturas como matemáticas, historia o lengua, sumamente aburridas para él. Hacía horas que había perdido la paciencia. Ya no sabía qué hacer para que Hauska, que así se llamaba el muchacho, le prestase atención durante la clase de historia de los felinos. En un último intento por despertar su interés le dijo:

—A que no sabes cómo se originó nuestra especie. Vaya, creo que no…

—¡Pues sí que lo sé! ¡confía en mí alguna vez!

—¿Ah sí? ¿Qué pasó, entonces?

—Pues unos extraterrestres llegaron a la Tierra con sus naves espaciales y se encargaron de crear a los primeros gatos.

—Ya, cogieron barro y soplaron —señaló con ironía el Sabio.

—¡Que nooo! ¡Que fue con una simple varita mágica! Se la robaron al hada madrina de la Cenicienta Felina. Era totalmente digitalizada. Que hay que ser más moderno, ¿no crees?

En ese momento llegó el inspector Dundan, que saludando a su hijo se llevó al Sabio fuera de la habitación de estudio para poder hablar con él sin la presencia de su hijo.

—¿Cómo va todo? —quiso saber Dundan.

—Por desgracia, no tan bien como yo quisiera —respondió el Sabio un tanto decepcionado.

—¿Sabes, Sabio? Estoy pensando en llevarme a mi hijo conmigo en alguno de mis viajes de patrulla espacial.

—¿No es todavía demasiado joven para involucrarlo en peligros innecesarios?

—Quién sabe, tal vez así se despierte en él el sentido de la responsabilidad y de paso su interés por alguna profesión. —Mira Sabio, sé que haces lo que puedes por enderezar a Hauska, pero el tiempo pasa y ya se va haciendo más mayor. No quiero que se convierta en un gato sin expectativas en la vida. Ya lo he decidido. Su madre también está de acuerdo. Me lo llevaré en mi próximo viaje a Narcandia, que ya sabes que es un planeta muy cercano al nuestro y bastante seguro.

Pero a pesar de sus palabras, Dundan sabía que nunca se debía pensar que un planeta era lo suficientemente seguro. Cuando se despidió del gato Sabio, el inspector quedó sumido en una profunda preocupación.

3

La mañana siguiente era sábado. Tras una violenta discusión con su padre, un médico pediatra, amable y diligente con los niños, pero totalmente irresponsable como progenitor, Sofí se refugió de inmediato en su habitación. Una vez en lugar seguro, volvió a interesarse por el libro que había encontrado la noche anterior y continuó leyéndolo con suma voracidad.

Capítulo I. Los orígenes

La galaxia Triángulo Mayor era conocida popularmente como la Galaxia Felina, pues comprendía una serie de planetas habitados por razas de esa naturaleza. Los más evolucionados eran la misma Base Interestelar 500, Vórtice X, Narcandia y Cosmoscat. Los habitantes de estos planetas tuvieron su origen en los primeros gatos que poblaron la Tierra desde tiempos ancestrales. En el año 2100 d. C. la raza humana quedó drásticamente reducida en número debido, en gran parte, al mal uso que había hecho de los recursos del planeta y al cambio climático que ella misma había causado.

Ocurrió entonces el inicio de un proceso evolutivo que tuvo lugar primero en los gatos salvajes, callejeros, que no recibían los cuidados propios de aquellos que, domesticados desde tiempos primitivos, se habían convertido en mascotas de los seres humanos, pero que eran incapaces de sobrevivir por mucho tiempo fuera de la calidez y seguridad de un hogar. Y, posteriormente, cuando las condiciones de la vida sobre la Tierra resultaron casi insoportables, los gatos domésticos acabaron también por asilvestrarse, abandonados a su suerte por los humanos, que en esos momentos estaban sumidos en la lucha por su propia supervivencia.

A partir de estos momentos la evolución de los gatos se acelera. Aumentan de tamaño, llegando al metro ochenta, consiguen la condición de bipedismo y sus formas son cada vez más antropomórficas, lo cual se evidencia en unos rasgos faciales más humanoides, aunque conservando también ciertas características de gato. Hacia el 5000 d. C. esta transformación fue tan rápida, acuciada por la necesidad de adaptarse a las nuevas condiciones climáticas, que empezaron a colonizar los planetas de la galaxia Triángulo Mayor.

El éxito de esta singular evolución pudo deberse a diversas razones. Una de ellas fue la destreza con la que los gatos, sobre todo los salvajes, cazaban. De hecho, siempre han sido máquinas de matar, con una forma muy efectiva de conseguir presas con que alimentarse. Otro de los motivos residía en la gran variedad de especies de animales que los gatos devoraban. Ello produjo una gran reducción en el número de dichas especies, y, con ello, el inicio de la expansión de los gatos sobre la tierra, que cada vez eran más numerosos y con una mayor inteligencia. Y no hay que olvidar un hecho fundamental que explica esta metamorfosis, y es la aparición de una mutación genética en los felinos que facilitó su cambio físico y psíquico e incrementó su capacidad de adaptación a las nuevas condiciones ambientales.

Los gatos evolucionados migraron hacia tierras más aptas para la vida. Es importante recalcar que no hubo muchos enfrentamientos entre gatos y humanos, pues estos últimos, diezmados como especie y recluidos inicialmente en zonas pobres y poco accesibles, no suponían una amenaza para los grandes felinos, convertidos ahora en la especie dominante. Fue, además, una premisa moral y legal de los gatos el no atacar ni acercarse a los humanos. Y, así, finalmente, los gatos colonizaron nuevos planetas. Y acabaron por abandonar la Tierra, sumida en una profunda crisis climática y ambiental.

A medida que transcurría la narración, Sofí se iba dando cuenta de que, no solo estaba descubriendo el origen de la evolución de los gatos, sino que era consciente también de lo que le podría pasar a la humanidad en un futuro no demasiado lejano. La pregunta que se hacía era que, si todo esto era cierto, cómo había podido relatar alguien algo que todavía no había ocurrido. Estaba claro que un tal inspector Dundan era el autor del libro. Pero ¿quién era Sebastián Gormín, que lo había traducido? ¿Y cómo podía haber tenido acceso a un libro que se supone proviene del planeta Base interestelar 500?

4

El planeta Base interestelar 500 cumplía de manera casi perfecta las condiciones de habitabilidad. Formaba parte de la galaxia Triángulo Mayor, también llamada Galaxia Felina. Daba vueltas alrededor de la zona habitable de una estrella solar, de la que dependía su energía. La masa del planeta era semejante a la de la Tierra y, como esta, poseía agua en abundancia. Gozaba además de un clima estable, muy favorable para la vida de sus habitantes, los gatos evolucionados que llevaban ya miles de años allí y que se llamaban a sí mismos los interestelares.

Transcurría el año 3720 Después de la Colonización (D.C) y existía la consideración general de que la sociedad de los interestelares había alcanzado un envidiable grado de bienestar y prosperidad. Las diferencias sociales no estaban basadas en la riqueza económica de sus habitantes, sino más bien en unas leyes básicas que todos los gatos debían cumplir para que el sistema funcionase de manera solidaria para toda la comunidad. El cumplimiento de dichas normas garantizaba la estabilidad psicológica y mental al tiempo que satisfacía las necesidades socioeconómicas de la población. Las autoridades velaban de esta manera por los intereses fundamentales de sus ciudadanos. Se trataba de las Tres Leyes de Dogma. Dogma era el conjunto general de creencias morales y de comportamiento a que todos aspiraban para alcanzar la felicidad. Sus tres leyes principales eran las siguientes:

1. Ningún gato debe matar a otro gato, salvo causa justificada, ni atentar contra sí mismo.

2. Ningún gato debe matar sin justificación a otra forma de vida.

3. Todos los gatos deben ayudarse entre sí de manera solidaria.

Estas tres leyes se complementaban con otro tipo de normas legales.

La solidaridad de Dogma estaba presente en cada gato del planeta través de los Anillos de Vida. Los gatos eran portadores de un anillo que los unía mentalmente y los interconectaba en sus creencias. Todos los habitantes de Base Interestelar 500 debían llevar este anillo de manera continuada, en caso contrario, si se lo quitaban o lo extraviaban, sus mentes perdían progresivamente las funcionalidades que este les otorgaba para su propio bienestar y el de los demás. El rechazo voluntario a llevar consigo el anillo estaba penado por la ley.

5

Se levantó del suelo con cierta dificultad. “La verdad es que no estoy en forma. Últimamente, no sé por qué, pero pierdo el equilibrio de la manera más tonta” —se lamentó. Instintivamente se había tocado con su mano izquierda el anillo que llevaba en su derecha, y notó con alivio que no lo había perdido con el traqueteo que su cuerpo había soportado durante el transporte. En cambio, el maletín negro sí se le había caído y yacía a su derecha sobre el piso de la habitación del hotel. Lo cogió y lo asió con fuerza. Caminó unos pasos como para tantear la ubicación en la que se encontraba. Todo tranquilo. Sabía con seguridad que a esas horas él no se encontraba en su habitación. También sabía que era allí donde lo guardaba, en la caja fuerte electrónica. Pero sabía también el código numérico de apertura. Cuando la abrió, allí estaba, majestuoso, el anillo más poderoso y codiciado. Con sumo cuidado lo metió dentro del maletín. Y con la cara iluminada de satisfacción, se preguntó qué se sentía al poseer tan preciada joya.

6

El Comisario General felino lo estaba esperando. Cuando Dundan entró en su despacho excusó su tardanza. Había tenido que anular en el último momento su viaje al planeta Narcandia. Se le había requerido para un asunto de excepcional importancia que afectaba a la seguridad no solo de Base interestelar 500, o de cualquier otro planeta de la galaxia Triángulo Mayor, sino al futuro de todo el universo conocido.

—¿Por qué yo… Comisario General… debo ocuparme de un asunto que en principio no me concierne a mí, sino al Centro de Seguridad Nacional? —Preguntó Dundan.

—Pretendemos tratar este caso con la máxima discreción —respondió El Comisario General. —Pero el motivo principal —prosiguió el comisario— es su profundo conocimiento acerca de la historia y evolución de la raza felina, así como sus rasgos biológicos determinantes, sus características psicológicas y comportamiento, inspector.

Ante la extrañeza que pareció reflejar el rostro de Dundan, El Comisario General se apresuró a decir:

—Bien, vayamos al grano. Pronto comprenderá.

Y entonces dejó caer sin rodeos:

—Han robado el Anillo Supremo.

—Pero… ¡cómo! — titubeó el inspector Dundan.

—Durante la Conferencia de las Naciones de la galaxia Triángulo Mayor, aprovechando que la Máxima Autoridad de Base interestelar 500, poseedora del anillo, se encontraba fuera del hotel en el que se alojaba. Sabemos, por los datos de la investigación en curso, que alguien conocedor de informaciones de máximo secreto de nuestro estado interestelar se transportó a través de un Anillo del Tiempo hasta allí. Procedente… todavía no se sabe de dónde ni de qué época. Pero por lo que hemos logrado averiguar, el robo del Anillo Supremo estaría relacionado con aquellos grupos que, realizando acciones totalmente fuera de la ley, abogan por derogar la prohibición del acercamiento a los humanos de la Tierra con el fin de someterlos y convertirlos en esclavos.

—¿Y… cómo han conseguido hacerse con alguno de los Anillos del Tiempo? —inquirió Dundan— .Ya sabe que solo unos pocos gatos están autorizados a poseerlos. Los viajes temporales ya se regularon hace muchos años. Solo un puñado de felinos son capaces de viajar en el tiempo.

­—En los últimos meses se ha descubierto una red de espionaje que afectaba a nuestro Centro de Seguridad Nacional. Algunos espías extranjeros se infiltraron en nuestra organización. Por lo que parece, han logrado copiar parte de nuestra tecnología secreta y la han utilizado para crear sus propios Anillos del Tiempo. Lo que debe averiguar, sobre todo, inspector Dundan, es de qué época podría proceder cada individuo sospechoso, dado sus conocimientos sobre la historia de los felinos. Debe estudiar todo lo referente a su fisionomía y comportamiento. Cualquier dato que pueda resultar relevante para determinar de qué tiempo procede. Tenemos una base de datos con algunos sospechosos. Podría empezar por ahí.

—Si sabemos a qué época pertenece el individuo investigado, podríamos transportarnos temporalmente hasta allí y detenerlo —afirmó Dundan.

—Efectivamente, así es —confirmó el Comisario General. y prosiguió: —Es un asunto de vital trascendencia. Porque… ya sabemos que el viaje a través de un anillo del tiempo no cambia el rumbo de la historia, pero el Anillo Supremo sí tiene esa capacidad. Todo aquel que posea el Anillo Supremo tiene en sus manos el destino de gran parte del universo que conocemos. Podría llegar a cambiar los hechos del pasado o interferir en el devenir futuro. Y tampoco queremos enfrentarnos a los humanos. Nuestro deseo es impedir su sometimiento o su destrucción. Y el Anillo Supremo podría aniquilar a la raza humana.

7

Sofí continuó leyendo el libro tan extraño que había caído en sus manos. Se interesó por

la página que exponía las características de los gatos domésticos a través de las diferentes épocas en la historia de la humanidad.

La historia de los gatos en el planeta Tierra. Un breve compendio.

Los gatos empezaron a poblar la Tierra hace unos 12 millones de años. Tuvo lugar una semi-domesticación en Oriente Medio hace unos 10.000 años, como una forma de mutuo provecho con los humanos, que utilizaban al gato para controlar a los roedores que se alimentaban del grano almacenado, coincidiendo con el desarrollo de la agricultura. Posteriormente ocurrió una domesticación más profunda entorno al 3000 a. C. en Egipto, donde además de proteger las cosechas de cereales, el gato se convirtió en un miembro más de la familia. Además, adquirió una importancia religiosa notable, siendo venerado en los templos y adorado como una divinidad.

En Grecia el gato no fue tan apreciado como en Egipto. Si bien en un principio fue adoptado por su habilidad como cazador, finalmente se convirtió en un animal de compañía.

En Roma los gatos tenían buena fama y también acompañaban a las tripulaciones de los barcos, ya que acababan con las plagas.

Sin embargo, durante la Edad Media no tuvo una buena reputación, ya que llegó a ser considerado por la iglesia católica como la reencarnación del demonio. Esta persecución se agravó en países como Inglaterra, Francia o Alemania.

Es en la edad moderna, a partir del siglo XVII, cuando el gato es tratado como una mascota, protagonizando multitud de eventos y exposiciones y siendo reflejado a través de múltiples manifestaciones artísticas.

Pero a Sofí se le heló la sangre cuando leyó algo inesperado que no guardaba relación alguna con el relato anterior. Decía así: “Año 3720 Después de la Colonización. Base interestelar 500. Necesitamos que nos ayuden para proteger a los humanos. El planeta Tierra está en peligro”.

8

Año 25 Después de la Colonización (D.C). El hombre del maletín cree estar preparado para el transporte. Sobre el dedo derecho anular se encuentra el Anillo del Tiempo, compañero inseparable de viaje, de incontables ocasiones parecidas a la que va a tener lugar ahora mismo. Como viajero del tiempo, debería estar más que acostumbrado a estos viajes. Y, sin embargo, la sombra de la duda es también otro de sus compañeros de travesía. El hombre del maletín siempre, siempre teme que suceda algún tipo de error en el proceso, como ser descubierto por alguien al materializarse, perder El Anillo del Tiempo, llegar a una época equivocada o, incluso, quedar atrapado para siempre en otra época o dimensión.

Pero no puede detenerse demasiado, dispone de poco tiempo para realizar el transporte. Por su seguridad. Pero no solo por su seguridad. De él dependen otros, inmersos como él en sus papeles de protagonistas. Entonces con su mano izquierda toca el anillo y se inicia todo. El hombre del maletín nota cómo su cuerpo es cada vez menos pesado, llegando a perder la noción del tiempo y del espacio, dirigiéndose hacia un vacío en el que no parece existir nada. Luego, el proceso anterior se invierte, y se materializa finalmente en el lugar de destino. Todo esto ocurre en milésimas de segundo en las que apenas llega a ser consciente de lo que pasa.

Acaba de llegar a Base interestelar 500 en el pasado. El hombre del maletín advierte que se encuentra cerca de una humilde casa en las montañas, lejos de la ciudad, lejos de la amenaza que suponen todos aquellos que en el futuro pretenden atentar contra la humanidad. Pero el gato con el que quiere hablar todavía lo desconoce. El poder del Anillo Supremo le ha indicado cuándo y dónde podría entrevistarse con él. Sin más dilaciones, se dirige hacia la puerta y llama. Un gato menudo, de no más de metro y medio, tal y como suele ser el tamaño de los gatos en esa época, le abre y, sin el menor atisbo de temor, hace pasar a su huésped hacia el interior de la cabaña.

—No sabe quién soy, ni cuáles son mis intenciones. ¿De verdad no tiene miedo de que le pueda hacer daño? —le preguntó extrañado el hombre del maletín.

—Lo que sé es que usted es un hombre de la Tierra —respondió con tranquilidad el gato de las montañas. Y prosiguió: —En este planeta los gatos no nos tememos. Las Leyes de Dogma nos impiden hacernos daño. Yo mismo he participado en su proceso de creación.

En ese momento, el hombre del maletín se fijó en el Anillo de Vida que su interlocutor llevaba en su dedo. Dijo entonces:

—Y su Anillo de Vida también le protege.

—¿Cómo sabe eso? —le inquirió el gato.

—Vengo del futuro. Del año 3720. Soy uno de los pocos viajeros del tiempo que existen en la galaxia y el único viajero del tiempo terrestre. Tengo como misión impedir que la raza humana sea esclavizada en una época futura. Y añadió: —por parte de los mismos gatos que usted cree que no desean el mal.

El hombre del maletín se dio cuenta de que el gato le observaba con mucha atención, consciente de la importancia que para él tenían sus palabras. Entonces continuó hablando. Y dijo lo siguiente:

—Me llamo Sebastián Gormín. Y le voy a contar ahora la historia de un libro escrito en el futuro, en el año 3700 Después de la Colonización, que trata sobre el origen y evolución de la especie a la que usted pertenece. En un principio contábamos con numerosos ejemplares de aquel libro, diseminados a lo largo de la galaxia por diferentes lugares y épocas, cuando todavía los viajes en el tiempo no estaban regulados legalmente de manera adecuada. El hecho de que casi cualquier gato pudiera adquirir algún ejemplar del que no se podía hacer un completo seguimiento acerca de su paradero, facilitó que fuerzas contrarias a la Ley de Dogma se apropiasen de un gran número de ejemplares, buscando mensajes y llamadas de socorro escondidos entre sus páginas en un idioma desconocido para ellos, para vosotros, los gatos, que alertaban sobre el peligro que esas fuerzas del mal suponían para el devenir de la humanidad. Los felinos contrarios a la Ley de Dogma querían evitar a toda costa que alguno de esos libros fuera a parar a la Tierra y llegase a manos de la persona Elegida, la muchacha de la Tierra, que, según antiguas creencias ancestrales, viajará al planeta Base interestelar 500 y hará efectiva la unión entre los humanos y los gatos, revirtiendo el peligro que acecha a su planeta. Se supo que en ninguno de los ejemplares que circulaban del libro se encontraron los mensajes de advertencia. Y se sospechaba que había un solo ejemplar que sí los contenía, escrito en un idioma de la Tierra. pero nadie sabía dónde ni en qué época se hallaba. Salvo… yo. Yo soy la persona de la Tierra, viajero del tiempo, que tradujo el libro de vuestro idioma al mío. Y, según la información proporcionada por el Anillo Supremo que yo poseo ahora, ese libro tan codiciado se encuentra en poder de una adolescente en la Tierra, la misma que está destinada a viajar a Base interestelar 500. Debemos hacer todo lo posible para que la profecía ancestral se cumpla. Cuando lea todos esos mensajes, la muchacha de la Tierra estará preparada para contactar conmigo. Y yo la encontraré con la ayuda del Anillo Supremo.

El gato de las montañas estaba profundamente conmovido por el relato que estaba escuchando. Pareció que quisiese tomar la palabra, pero Sebastián Gormín le interrumpió y continuó su exposición:

—Lo siento, pero no tengo mucho tiempo. Es necesario que termine mi relato. Se estará preguntando cuál es el motivo real de mi visita. No es solamente para contarle una bonita historia. Necesito imperiosamente su ayuda. Si he venido al pasado es porque sé que usted fue uno de los gatos que elaboraron las tres leyes de Dogma y además es profundamente conocedor de las proféticas creencias ancestrales que deben unir en la paz a humanos y gatos. Le pido que realice una transformación en el contenido de las leyes e incluya en ellas la referencia a la profecía ancestral, de modo que esta quede reflejada como una ley más que debe ser obedecida. Esto hará que les sea mucho más difícil a las fuerzas anti-Dogma actuar con tanta libertad. Si actuamos desde el poder del Anillo Supremo, esta modificación en las tres Leyes de Dogma producirá un cambio desde el pasado hacia el futuro. Me explico, desde el año 25 D.C en el que nos encontramos nosotros, usted y yo ahora mismo, una cuarta ley de Dogma quedará integrada dentro de las otras tres leyes como la continuación de la profecía ancestral.

—Sí, entiendo —dijo el gato de las montañas. Habrá una Cuarta Ley de Dogma que podrá indicar lo siguiente: “Los gatos y los humanos deben ayudarse entre sí de manera solidaria. Solo así se cumplirá la profecía ancestral que hará efectiva la unión entre gatos y humanos, cuando la muchacha de la Tierra viaje al planeta Base interestelar 500 en el futuro”.

9

Año 3720 Después de la Colonización. Base interestelar 500. Existía la consideración general de que la sociedad de los interestelares había alcanzado un envidiable grado de bienestar y prosperidad. Las diferencias sociales no estaban basadas en la riqueza económica de sus habitantes, sino más bien en unas leyes básicas que todos los gatos debían cumplir para que el sistema funcionase de manera solidaria para toda la comunidad. El cumplimiento de dichas normas garantizaba la estabilidad psicológica y mental al tiempo que satisfacía las necesidades socioeconómicas de la población. Las autoridades velaban de esta manera por los intereses fundamentales de sus ciudadanos. Se trataba de las Cuatro Leyes de Dogma. Dogma era el conjunto general de creencias morales y de comportamiento a que todos aspiraban para alcanzar la felicidad. Sus cuatro leyes principales eran las siguientes:

1. Ningún gato debe matar a otro gato, salvo causa justificada, ni atentar contra sí mismo.

2. Ningún gato debe matar sin justificación a otra forma de vida.

3. Todos los gatos deben ayudarse entre sí de manera solidaria.

4. Los gatos y los humanos deben ayudarse entre sí de manera solidaria. Solo así se cumplirá la profecía ancestral que hará efectiva la unión entre gatos y humanos, cuando la muchacha de la Tierra viaje al planeta Base interestelar 500 en el futuro.

Estas cuatro leyes se complementaban con otro tipo de normas legales.

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Hauska era un muchacho de 18 años, lleno de vida, alegre, con una despreocupación que, quizá para quien no lo conocía bien, rallaba en el desinterés. También eran muchas las voces que confundían su seguridad con la prepotencia. Nada más lejos de la realidad. Hauska poseía realmente un corazón de oro, era el amigo fiel que todos necesitamos cuando las cosas no nos van todo lo bien que quisiéramos, un ser incapaz de servirse de la traición ni de las malas artimañas para conseguir sus fines. En definitiva, un alma noble para quien realmente sabía leer entre líneas su auténtica forma de ser.

Su padre, el inspector Dundan era conocedor del gran potencial que atesoraba su hijo, pero muchas veces no sabía cómo encauzar esa fuerza interior. Desde la puerta lo miraba desayunar con una mezcla de orgullo y preocupación. Entonces reparó, con creciente horror, en un detalle significativo y, levantando la voz, se apresuró a decir:

—¡Hauska, no tienes puesto el Anillo de Vida! ¿Por qué demonios no lo llevas?

—Lo he… perdido —dijo con un hilo de voz apenas perceptible.

—¿Y no me habías dicho nada? ¡Eres un desastre! ¿Es que no recuerdas lo peligroso que puede llegar a ser no llevar correctamente el anillo? Tenemos que solicitar uno nuevo en seguida.

—¡Uf, qué rollo! —protestó Hauska.

Hauska y su padre llegaron lo más pronto que pudieron hasta la comisaría de policía de la ciudad, que era el lugar donde normalmente se gestionaba todo lo relacionado con los anillos de vida por razones de seguridad. El resto de trámites burocráticos se realizaban dentro de cada hogar a través de un sistema de sensores que conectaban entre sí miles de millones de datos de todos los ciudadanos con casi cualquier objeto del planeta.

—Buenos días, inspector Dundan. Hoy no lo esperábamos tan pronto por aquí —dijo en un tono que pretendía ser amable un colega con el que se topó en la entrada.

—Si… eh… es que tengo un asunto urgente que resolver —titubeó, entrando con paso rápido junto a su hijo.

Alguien dentro de la comisaría les estaba observando. Sin embargo, ni el inspector Dundan ni su hijo Hauska eran conscientes de ello. Ajenos al peligro que en realidad corrían, esperaban pacientemente a que la administrativa de turno anulase las funcionalidades del anillo perdido por si pudiera ser encontrado y ser usado por otro gato de manera inadecuada. Este proceso solía ser rápido, así que se realizó en unos pocos segundos. Luego, el nuevo Anillo de Vida, debidamente habilitado para almacenar millones de datos acerca de las características personales, creencias y otros muchos tipos de información referente al gato en cuestión y a los otros gatos del planeta con los que se conectaba, fue entregado al inspector Dundan, que respiró aliviado.

—Muchísimas gracias, ha sido usted muy amable, y… rápida.

—No hay de qué, inspector Dundan. Es mi trabajo. Que tengan un buen día.

Padre e hijo salieron entonces del edificio. Continuaban siendo vigilados. Y continuaban siendo ajenos a la amenaza que se cernía sobre ellos.

11

—El inspector Dundan supone un grave riesgo para nuestros planes —dijo con contundencia la Máxima Autoridad.

—No se preocupe, señor, lo tenemos controlado. Sabemos cada paso que da, en todo momento.

—Quiero que dificulten todo lo posible sus investigaciones. Y… ya sabe, si fuera necesario… habrá que eliminarlo. Por otra parte, es absolutamente vital que recuperemos el Anillo Supremo. Debemos descubrir la identidad del viajero del tiempo que me lo arrebató.

—Nuestros agentes especiales trabajan en ello, señor —repuso su interlocutor.

—Nadie de mi Gobierno puede sospechar nada de todo esto.

—Descuide, señor, nadie lo sabrá.

Finalmente, la Máxima autoridad de Base interestelar 500 se había quedado a solas en su despacho. Únicamente el interlocutor de la conversación anterior y unos pocos agentes especiales anti-Dogma eran conocedores de su condición de viajero del tiempo. Una sola idea circulaba con fuerza por su mente. Reflexionando en voz alta repuso con gran determinación: “seas quien seas, viajero ladrón, acabaré por atraparte”.

12

Con el libro entre sus manos, Sofí pensaba: “Hay continuas referencias en este libro a la situación de peligro de los humanos en el futuro. Son como anotaciones de advertencia que nada tienen que ver con la historia de los gatos a través de los tiempos. Parecen llamadas de ayuda, pero… ¿por parte de quién? ¿Quizá las haya escrito también Sebastián Gormín?” Entonces a Sofí se le ocurrió ir a la última página del libro y quedó totalmente impresionada por lo que leyó allí: “Eres la muchacha de la Tierra, la elegida para hacer efectiva la unión pacífica entre gatos y humanos, según nuestras creencias ancestrales, y salvar así a tu planeta de la destrucción que sus enemigos quieren llevar a cabo”.

De repente, Sofí oyó extraños ruidos que parecían proceder del comedor de la vivienda. Aquella tarde estaba sola en casa. Felizmente para ella, sus padres habían tenido que ausentarse. Pero lo que escuchó la llenó de temor. ¿Qué podría ser aquello, si no había nadie más allí? Tras unos segundos de vacilación, decidió caminar hacia el lugar donde le pareció haber escuchado los sonidos, lentamente, con mucha precaución. Al atravesar la puerta del comedor, lo vio. De pie, observándola con curiosidad, el extraño personaje se presentó, tratando a su vez de calmar a la aterrada muchacha:

—No tengas miedo, Sofí, no voy a hacerte ningún daño. Sí, sé tu nombre, en realidad sé muchas cosas de ti, más de lo que podrías imaginar en un desconocido como yo.

Lejos de estar calmada, Sofí lo miraba estupefacta. El viajero del tiempo prosiguió:

—Me llamo Sebastián Gormín —advirtió la cara de sorpresa de la adolescente—. Como ya debes haber entendido, soy el traductor del libro que has estado leyendo. También soy el autor de los mensajes de advertencia que has encontrado en él. Te preguntarás cómo he venido hasta aquí. Soy un viajero del tiempo. Vengo del futuro, del año 3720 Después de la Colonización de Base interestelar 500, planeta del que ya sabes ciertas cosas. Tengo que llevarte conmigo ahora mismo hasta allí. Es totalmente necesario que dejes toda tu vida en la Tierra. Te necesitamos para que se cumpla la profecía ancestral que acabas de leer antes en el libro.

—Sí, haré lo que dices —dijo Sofí con determinación. Nada me une en realidad a este planeta. Soy muy desdichada aquí. En cualquier parte estaré mejor que en esta familia, en este entorno que me desprecia.

—Vayámonos, pues. No podemos perder tiempo. Pero debes llevarte el libro contigo. Es una de las pruebas que te identificarán en la sociedad de los interestelares como la muchacha de la Tierra. De hecho, la posesión del libro es lo que te convierte en la persona elegida para que se cumpla la profecía ancestral. No puedes perderlo. Recuérdalo. Es algo de suma importancia.

Sofí y Sebastián Gormín se prepararon entonces para un viaje en el tiempo decisivo, que iba a cambiar el destino del planeta Tierra.

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—Señor, conocemos por fin la identidad de aquel que tiene en su poder el Anillo Supremo. Es un viajero del tiempo del planeta Tierra. Sabemos también a través de nuestro Psíquico que tiene intención de viajar a Base Interestelar 500 y que pretende revelar a las autoridades nuestros planes, lo cual le compromete a usted en su seguridad.

—¿Dónde se encuentra ahora? —preguntó la Máxima Autoridad.

—Según el rastreo mental realizado por el Psíquico, hemos averiguado que todavía no se encuentra aquí, en nuestro planeta. También sabemos que le acompaña la muchacha de la Tierra. Todavía están allí, señor.

—Perfecto, manifestó con suma satisfacción la Máxima Autoridad. Luego añadió: —infórmenme de todos los datos que necesite saber sobre su ubicación exacta, hasta el más mínimo detalle. Yo mismo me aseguraré de que nuestra misión sea un éxito. Voy a transportarme hasta allí como viajero del tiempo y recuperaré el Anillo Supremo. Nada podrá cambiar el destino del planeta Tierra”.

14

La ciudad era el centro neurálgico de Base interestelar 500. Así se decidió en los planes de diseño de los primeros años después de la colonización. Fue absolutamente necesario que la mayoría de la población viviera en entornos urbanos como única forma de preservar la naturaleza y el resto de seres vivos del poder destructivo que los gatos podrían tener como seres dominantes del planeta. Los entornos naturales necesitaban su propio espacio diferenciado de las urbes, de lo contrario los gatos matarían todo lo que estuviera a su alcance, tal y como había sucedido con los humanos en el planeta Tierra. Además, los habitantes de las ciudades necesitaban permanecer juntos para avanzar unidos en un progreso de futuro que los protegiera y les diera estabilidad.

En la sociedad de los interestelares todos los objetos, por insignificantes que pareciesen, estaban conectados en el mundo a través de miles de millones de sensores que hacían posible el funcionamiento de toda la energía y la tecnología planetaria. Así se podía realizar una mejor gestión de la ciudad. Por ejemplo, se podía conocer la cantidad de gatos que había en un determinado lugar o los niveles de calidad del aire que controlaban la contaminación. Pero, desde un principio, se intentó que el conocimiento de esos datos no coartara la libertad, a través de la creación de todo un conjunto de leyes y normas que regulaban el control que podía ejercer el Gobierno sobre sus ciudadanos.

Existía toda una red inteligente de transporte, bien conectada y eficiente. Pero solo podía tener carácter público. La circulación de coches particulares únicamente estaba permitida a unos pocos felinos autorizados. Había muchos vehículos voladores, con un sistema que les permitía propulsarse alejados del nivel del suelo, capaces de alcanzar grandes velocidades.

Este moderno entramado tecnológico estaba presente en prácticamente cada ciudad del planeta interestelar y pretendía hacer posible el bienestar y la calidad de vida de sus habitantes.

15

El inspector Dundan informó al Comisario General de todas las averiguaciones que había realizado. Su semblante reflejaba la preocupación ante el giro que había tomado la investigación.

—Al parecer, no se trata solo de una simple conspiración de grupos anti-Dogma. Es algo mucho más preocupante, ya que resulta más que probable que el propio Gobierno esté involucrado en este asunto. Eso es algo que le puedo asegurar, según mis fuentes —repuso Dundan.

—En ese caso tenga mucho cuidado, inspector. También está en juego su seguridad.

Dundan salió de la comisaría. Ya era tarde y había anochecido. Entró dentro del coche con la intención de dirigirse hacia su casa, cansado de una jornada de trabajo que había sido realmente agotadora. Pensaba en las últimas palabras que había pronunciado el comisario, “también está en juego su seguridad”. Y se apoderó de él una extraña sensación, como si de repente fuera consciente del peligro que le acechaba.

Se puso en marcha y empezó a elevarse, adquiriendo poco a poco más velocidad. Cuando llevaba ya algunos minutos conduciendo, se dio cuenta de que otro vehículo similar al suyo lo estaba siguiendo. El vehículo estaba cada vez más cerca de la posición de Dundan. Y, antes de que este pudiera reaccionar, se colocó a su lado y empezó a empujarlo dándole golpes repetidamente, en un intento de que se saliera de su trayectoria y chocase contra el asfalto.

Dundan a duras penas podía evitar los embites del otro vehículo. Entonces, en una maniobra digna de un experto piloto, dio un giro repentino a su coche, cambiando así de dirección y alejándose de su enemigo. Pero su perseguidor aceleró a su vez y se volvió a colocar a la altura del inspector, en una persecución que no parecía tener fin.

Totalmente a la desesperada, Dundan hizo que el otro coche le siguiera cerca de la zona habitada de edificios, sorteando los obstáculos que sobresalían a su paso, hasta que finalmente pudo despistarlo al lograr meterse por otra calle aledaña. El inspector respiró aliviado. Esta vez se había librado de una muerte más que probable. Pero se preguntó si en una próxima ocasión tendría tanta suerte.

16

La Tierra en el año 2019 d. de C. Sebastián Gormín y Sofí se hallaban todavía dentro de la casa. Estaban a punto de realizar el viaje al futuro, al año 3720 del planeta Base interestelar 500, cuando oyeron ruidos procedentes del exterior.

—¡Sofí, escóndete, rápido!

—¡No, no te dejaré solo!

—¡Haz lo que te digo! ¡No te puedes imaginar el peligro al que nos enfrentamos!

Sofí obedeció y, mientras, Sebastián Gormín intentaba elaborar lo más rápido posible un plan de salvación, pero la tensión del momento no le permitía pensar con la claridad que hubiera deseado. Después de todo era un simple viajero del tiempo, no un hombre acostumbrado a lidiar con situaciones peligrosas.

Sabía que no podía utilizar el Anillo de Poder cuanto quisiera sin permiso, solo en momentos absolutamente imprescindibles, ya que su uso podía suponer un cambio en los acontecimientos pasados o futuros que él, por sí mismo, no podía decidir. Pero sí que podía averiguar datos como la identidad o la ubicación geográfica. Así, descubrió que la Máxima Autoridad y sus secuaces se habían materializado no muy lejos de la vivienda de Sofí con intenciones no demasiado amigables.

Efectivamente, no tardaron mucho tiempo en entrar y apuntarlo con sus armas. Sebastián Gormín no parecía tener ninguna posibilidad de escapar, rodeado como estaba por la Máxima Autoridad y otros tres gatos armados.

—Vaya, por fin nos conocemos, terrícola —dijo la Máxima Autoridad despectivamente.

—Puede, pero yo dudo que la mayoría de los habitantes interestelares sepan lo ruin y despreciable que eres tú en realidad. Y prosiguió diciendo: —veo que no vienes solo, estás muy bien acompañado por gentuza. Dime, ¿es prudencia o cobardía?

—¡Solemne discurso! Pero yo soy más bien un hombre de acción. Me parece más práctico que las palabras —respondió con ironía. Y ahora dime tú: —¿dónde está la chica? Sabemos que ibais a viajar juntos.

Ante el silencio total de Sebastián Gormín, uno de los gatos se acercó hasta él y le apuntó amenazadoramente en la cabeza.

De repente, apareció en escena Sofí:

—¿Me buscabais? —preguntó con valentía.

Los cuatro gatos advirtieron que la muchacha llevaba en la mano el libro que tantos habían estado buscando infructuosamente. Entonces, levantándolo en el aire, Sofí pronunció las palabras que explicaban la Cuarta ley de Dogma: “Los gatos y los humanos deben ayudarse entre sí de manera solidaria. Solo así se cumplirá la profecía ancestral que hará efectiva la unión entre gatos y humanos, cuando la muchacha de la Tierra viaje al planeta Base interestelar 500 en el futuro.”

Las palabras de Sofí provocaron en los cuatro gatos un estado de aletargamiento o parálisis que permitió que pudieran ser proyectados, a través de sus propios anillos del tiempo, a una época futura de Base interestelar 500 en la que acabarían siendo juzgados y condenados a penas de Alejamiento Social, que era la forma en que se conocía la prisión en aquel mundo. Fue así como Sofí tomó consciencia del inmenso poder que en sus manos albergaba aquel libro. Finalmente, y sin más interrupciones, Sebastián Gormín y Sofí pudieron transportarse al planeta interestelar.

17

Sofí y Sebastián Gormín fueron recibidos por las autoridades de la ciudad interestelar.

Después, ambos se reunieron en secreto con el inspector Dundan, quien estuvo en todo momento muy interesado en conocer a unos habitantes de la Tierra tan peculiares. Había acudido junto a su hijo al lugar de la reunión. En el momento en que Sofí vio a Hauska por primera vez surgió en ella la misma sensación de conexión que había experimentado al encontrar el libro. Pero no podía imaginar que el muchacho había sentido lo mismo que ella. Fue el inicio de la magia que los envolvería para siempre.

18

La modificación de las Leyes de Dogma hecha en el pasado tuvo una repercusión trascendental que afectó al futuro de Base interestelar 500, pues se produjo una transformación en ciertos acontecimientos que favorecerían el cumplimiento de la profecía ancestral que afectaba a gatos y humanos. Así, gracias al uso que el viajero del tiempo, Sebastián Gormín, hizo del Anillo Supremo en el año 25 Después de la Colonización, se pudo crear una Cuarta Ley de Dogma, que decía que los gatos y humanos debían ayudarse entre sí de manera solidaria. Esto posibilitó que en el año 3720 D.C los instigadores anti-Dogma, entre los que se encontraba parte del Gobierno interestelar, fueran condenados a penas de Alejamiento Social, en aplicación de la modificación de la ley, y un nuevo gato asumiera el cargo de Máxima Autoridad del planeta.

Las Cuatro Leyes de Dogma, relacionadas con la profecía ancestral desde ese pasado, permitieron también que no hubiera enfrentamientos entre humanos y gatos y reinara la paz y la solidaridad. De este modo, no solo no se produjo ninguna acción de dominio u opresión de los gatos hacia los humanos de la Tierra, sino que se instauró una estrecha colaboración entre las dos especies en numerosos ámbitos sociales, económicos o culturales. Incluso se llevaron a cabo investigaciones científicas en las que se produjeron avances significativos, como el hecho de conocerse que el genoma de los gatos era sorprendentemente similar al del ser humano, y podría ayudar a tratar enfermedades en ambas especies. Sin embargo, al tratarse de dos especies diferentes, no era posible la reproducción entre ambas.

Sofí se adaptó bastante bien a la vida del planeta interestelar. La posesión del libro le posibilitaba, entre otras cosas, el conocimiento del idioma que hablaban los gatos, y, en definitiva, ser el eslabón que permitía la unión entre los gatos y los humanos, cumpliéndose así las creencias que habían profetizado esa alianza desde tiempos inmemoriales.

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Sofí tenía el libro entre sus manos. Lo estaba volviendo a leer. Cuando llegó a la última página, observó con gran sorpresa que el final del libro era diferente al que recordaba. Algo había cambiado también en aquellas páginas finales, que reflejaban ahora los hechos que ella había vivido desde que se lo había encontrado, toda la historia entre gatos y humanos que conocía y los últimos acontecimientos que habían afectado a su vida en la Tierra y en el planeta de los interestelares.

Pero no solo se había transformado el final del libro, sino su propio estado anímico. No recordaba sentirse tan feliz en toda su vida como ahora en el planeta interestelar que la había acogido. Por primera vez era consciente de la pertenencia a un lugar, a un mundo del que sí creía formar parte. Tenía una sensación de conexión plena con aquellos seres que, después de todo, no eran tan diferentes como podría parecer y con los que compartía cosas que nunca habría imaginado.

20

—¿Cuál es tu apellido, Hauska? Siento curiosidad —quiso saber Sofí.

—No tenemos apellidos, solo nombre. Nuestra identidad se encuentra alojada en los anillos de vida —respondió Hauska.

—Hauska es un nombre muy original —comentó entonces Sofí.

—Es una palabra de un antiguo idioma de la Tierra, el finés. A mi madre le gustaba cómo sonaba y decidió ponerme ese nombre. Significa alegre, divertido —repuso el muchacho.

—Tienes suerte. Es evidente que tus padres te quieren. A mí los míos me despreciaban —añadió Sofí con semblante serio.

Hauska se la quedó mirando sin saber qué decir. Como en un impulso irrefrenable, se acercó lentamente a los labios de Sofí y le dio un tenue beso. El rostro de Sofí pareció iluminarse como hacía tiempo no experimentaba. Entonces apoyó su cabeza sobre el hombro de Hauska y ambos quedaron en esa posición largo tiempo, esperando que la magia no desapareciera nunca.

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