Como el boxeador que sube al cuadrilátero y sabe que lo van a noquear sus miedos.

Como el mechero, casi sin gas, que espera su momento en el cajón sin saber si le queda piedra suficiente.

Como el pájaro bobo que hace un nido para dos y sigue solo.

Sin soltar una lágrima,

con la paciencia de un cocodrilo.

Dividido, como la sirena que nada entre dos aguas.

Así te espero,

aunque no quiero que vuelvas.

Un carpintero con anhelo de ebanista.

Un jardinero que deshoja flores de plástico.

Un zapatero que solo sabe caminar descalzo.

El relojero al que marean las manecillas.

Ese maestro que aprende más que enseña.

Pobre alfarero con manos de trapo.

Sigo empeñado en realizar todos los oficios en tu piel siendo un pésimo artesano,

chapuzas que se queda con el pomo de la puerta cada vez que se cierra.

Ingenuo, tras ella, esperando que la abras.

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