1. Shio, la Isla de Sal

¿Cómo debería contar esta historia…?. Creo que iniciare como comienzan todos los relatos de secundaria, hablando de mi escuela.

El Instituto Shimizu se encuentra en la isla de Shio, una de las cuarenta y un islas de la prefectura de Okinawa, en el archipiélago japonés; es una kotogakko, o lo que vendría a ser la secundaria superior, el bachillerato, o como lo conozcan ustedes.

Bien, todo suena como una aburrida e innecesaria introducción de una escuela normal, lo sé, pero la secundaria Shimizu es diferente a cualquier otra de Japón, o de cualquier parte del mundo. ¿Es acaso por ubicarse en una de las islas con mayor numero de diversidad étnica y racial del país?, o ¿ por albergar el mayor numero de mestizos, hijos de japoneses y extranjeros, de la nación?; en parte sí, no voy a mentirles. Pero hay otra cosa de la que no encontraran registro en ningún panfleto, pagina web o guía turística a la que puedan acceder los foráneos, un fenómeno que si no hubiera vivido en carne propia, no creería en lo más mínimo.

De niños, creo que todos llegamos a escuchar alguna leyenda de parte de nuestros padres para mantenernos bien portados; el Boogeyman, el Coco, el Krampus, y así, un montón de etcéteras. De la misma forma, en mi pueblo se cuenta la leyenda de Sasaki-san, el fantasma de la secundaria Shimizu, que te persigue si no haces la tarea y si no estudias; pero es solo un cuento… o eso solíamos creer.

Les aseguro que ninguno de los estudiantes de ultimo año, estábamos preparados, o siquiera podíamos imaginar, lo que sucedió ese año, en esa pequeña escuela rural.

 2. El Primer Día del Último

Aquella mañana el sol brillaba en lo alto y la suave brisa mecía las verdes hojas de los arboles; el aroma del pan tostado marcaba el inicio de la jornada laboral para los adultos y el inicio del año escolar para los jóvenes.

– Buenos días dormilones, ¿emocionados por el primer día de clases? – mi madre siempre ha sido una mujer dulce, pero percibía un leve regodeo en su pregunta, seguramente por ver nuestros rostros marcados por las sabanas, a las que desearíamos seguir pegados.

– Cada año preguntas lo mismo mamá y cada año la respuesta es la misma… No quiero volver a clases. – Mi hermano, cinco años menor, nunca había sido un apasionado del estudio, el disfrutaba mas los deportes y pasar el tiempo con sus amigos.

– Al menos tu debes estar emocionada hijita, por el discurso de bienvenida.

– Si, aunque creo que estoy mas nerviosa que emocionada; este será mi ultimo discurso de bienvenida… – me detuve al ver el rostro de mi madre, el saber que al año siguiente estaría en la universidad en Tokio y dejaría mi pueblito natal y a ella, la llenaba de orgullo y melancolía a partes iguales.

Buenos días niños, buenos días querida; ¿empacaste mi almuerzo? – mi padre llegó justo a tiempo para romper la tensión del ambiente – ya es muy tarde, tengo irme volando.

– Claro que si, toma al menos un baso de jugo antes de irte, querido.

Una escena típica, en un día normal, de una vida común; así eran cada uno de mis días desde hacia demasiado tiempo. Me despedí de mis padres y salí junto a mi hermano hasta donde el camino separaba su escuela media de mi secundaria.

En Shimizu la ceremonia de apertura y bienvenida del año 2002 prosiguió sin más, los dos mejores alumnos de la escuela dimos el discurso de bienvenida, los de primer año se unieron a nuestras filas y todo transcurrió con normalidad, excepto por un pequeño detalle; todo el plantel docente se ve particularmente… digamos que expectante, cuchicheaban, miraban a todos lados, algo que si bien era poco usual, en ese momento atribuí a los nervios del primer día.

Para los ocho de la maña todos ya nos encontrábamos en sus respectivos salones de clases; afortunadamente compartía la clase «A» de ultimo año con todas mis amigas, y como los asientos no estaban asignados, todas nos sentamos cerca las unas de las otras. En seguida el maestro ingreso y tras de él, quien parecía un alumno nuevo de nuestro año.

– ¿Un alumno nuevo en último año?.

– ¿Quien se trasfiere en ultimo año a una región tan rural?

– ¿Creen que lo hayan expulsado de su anterior escuela?

Los cuchicheos no tardaron en escucharse.

El chico en cuestión era alto, esbelto y muy atractivo. Era la clase de chico que no se ve muy a menudo en una ciudad tan pequeña como la nuestra, así que no era de sorprender que «Bennett Hiroshi» se convirtiera en la novedad del momento.

Se podría decir que todas las chicas de la escuela hacían fila para poder pisar el mismo suelo que él; aunque quien las culpa, sus ojos azules, cabello oscuro, piel pálida y esa sonrisa de galán… eran la combinación perfecta de inocencia y malicia.

Los días que pasaban no parecían aminorar la popularidad del nuevo; yo por mi parte, trataba de disfrutar mi último año, alejada del bullicio innecesario y en compañía de mis amigas; solo quería poder recordar estos días en el futuro con alegría.

Tras la primera semana de clases un poco informal, iniciamos el proceso de organización; nuestro profesor asignó los asientos, elegimos al presidente de la clase, todas esas cosas que no quisiera explayarme explicando.

Si lo quieren atribuir a la suerte o al infortunio, recibí la asignación en un asiento de la primera fila; a mi derecha se sentó Aoyama Asumi, mi mejor amiga desde la secundaria media, desde que teníamos doce años; ella era una chica inteligente y amable, trabajaba como sacerdotisa en el templo de su familia y asistía también al club de Shogui; era bastante sensible y algo tímida, pero su predisposición de ayudar a todos y su constitución robusta, la hacía la persona más adorable del salón. Todo bien hasta ahí, pero a mí izquierda terminó siendo asignado el dichoso Bennett-san; en dónde vivo no resulta tan inusual usar los honoríficos japoneses con apellidos extranjeros, pero en general, todo de él se me hacía muy extraño.

Cómo sea, las clases no se vieron demasiado afectadas por mi nueva posición, al menos cuando empecé a ignorar las miradas celosas que se clavaban en mi espalda.

Afortunadamente el receso fue más tranquilo, me reuní cómo de costumbre con mis amigas; la ya mencionada Asumi, con Yamaguchi Naomi, miembro del club de música, Hayashi Kumiko, capitana del equipo de voleibol femenil e hija del director de la secundaria, Oomori Maiko, miembro del club de danza, y finalmente, Fukushima Hana, miembro del club de literatura.

El nuevo parece que se está integrando bien, ¿no…? – Comentó Kumiko, mientras lo contemplaba atentamente, como si fuese un cazador vigilando a su presa; en general Kumiko actuaba como la princesa de Shimizu, la posición de su padre la hacía sentirse muy cómoda.

Sí, y es muy popular entre las chicas de todos los grados. – Contestó Hana, con un sutil aire de indiferencia. Estoy segura de que a ella también le gustaba, pero su orgullo no la dejaría admitirlo en voz alta.

Pues sí, es popular; pero está empezando a ser noticia vieja, por lo de la otra noche. – Acotó Naomi, con aire de suspenso.

¿Lo que pasó el sábado, en las aulas de primer año, en el edificio principal? – Preguntó con entusiasmo Asumi.

Ah, sí – Contesté – los de primer año están diciéndo, que es Sasaki-san, así que al menos están mejorando su rendimiento escolar para calmarlo, jajaja. Lo más seguro es que sea alguno de ellos, queriendo asustar al resto.

Y sin duda lo está logrando – Respondió Maiko, mientras reía.

Y tal como suponíamos, con el paso de los días la novedad de Bennett menguaba respecto a la creciente «actividad paranormal» que acontecía en nuestra escuela. Los rumores que recorrían los pasillos, haciendo estremecerse hasta al más rudo de los chicos.

Pizarras garabateadas, rasguños en las paredes, pupitres de cabeza, sillas amontonadas en el centro de las aulas, puertas que se deslizaban solas, ventanas que se azotaban sin viento, luces que tintilaban sin control.

Fenómenos que alertaron tanto a alumnos como a maestros, me atrevería incluso a decir que los adultos estaban incluso más alarmados que los jóvenes.

Antes de que termináramos nuestra charla en el corredor, al tiempo que caminábamos de regreso al salón de clases; de repente se acercó Bennett, y dijo de forma muy extraña y un tanto misteriosa:

No pude evitar escuchar lo que dijeron, será mejor que tengan cuidado con esos «sucesos extraños» – Dijo el chico, a la par que recorría con la mirada cada uno de nuestros rostros, para finalmente fijar su ojos en mí; eso, junto a su extraña frase, me heló la piel.

Ok…, eso fue raro – Dijo Maiko, igual de extrañada que el resto de nosotras.

¿Qué rayos fue eso?, hablarnos así de la nada… – La acompañó Hanna, manteniendo la expresión de sorpresa.

No lo sé. – Respondí, aún alterada – Pero es imposible no resaltar el hecho de que todas estas cosas extrañas empezaron a suceder casi al mismo tiempo en que él llegó.

Eso es… en realidad una buena observación – Concluyó Asumi.

Dejamos de lado lo sucedido con Bennett y pasamos al salón de clases, pero sus palabras hacían eco en mi mente y no dejaban de inquietarme; aún así, decidí no darle tanta atención a algo tan trivial y mejor concentrarme en la clase.

3. Una Sensación de Desconfianza

Siempre desee que mi vida fuera más interesante, que algo diferente sucediera en aquel pequeño pueblo olvidado. Bien dice la frase, ten cuidado con lo que deseas, porque podría volverse realidad.

Y así, pues, aunque los días pasaban, para nuestra desgracia, los sucesos extraños no se detuvieron. Más bien, aumentaron en número y frecuencia; pero lo que habíamos vivido no era ni de cerca lo peor.

Uno de esos días, temprano por la mañana, al llegar al salón de clases, fue imposible no notar un tumulto de gente en el que pude distinguir a algunas de mis compañeras llorando y muchas personas alteradas.

Los rumores viajaban más rápido de lo que deberían, por lo que no tardé más de diez minutos desde mi llegada a la escuela, en enterarme de que una de mis compañeras, había caído en un estado similar al coma, sin razón o causa aparente.

– ¿Qué pasó? – pregunté alarmada.

Asumi, quien me había encontrado entre la multitud, me respondió – ¡Nozomi!, es Yano… está muy mal, ella está en coma… – dijo con los ojos llenos de lágrimas.

!¿Qué?!, ¿acaso tuvo un accidente?.

No, estaba en una heladería, con Godo Saori, y dicen que solo agacho la cabeza y dejó de contestar, fue muy extraño y repentino. – respondió consternada.

No puede ser… si no se golpeó la cabeza o se cayó antes… – se adjuntó a la conversación Naomi.

Sin contusión, sin signos previos; alguien joven y sana… Descartaron drogas, ¿verdad? – No quería presuponer cosas, pero toda la situación era muy extraña.

Tal parece que los análisis que le realizaron arrojaron resultados normales – Nos comentó Asumi.

El día no había comenzado y la gente ya se tomaba la libertad a sacar sus propias conclusiones; la mayoría optó por relacionar este hecho con los sucesos fantasmales de Sasaki-san. Esto era ridículo y sobre todo, no era una respuesta aceptable para su familia; había quienes sospechaban de drogas y de los chicos de mi grado, por lo que la situación se tornaba tensa para todos nosotros.

Fukui-san, buenos días – Me sorprendió un saludo.

Profesor, buenos días.

Fukui-san, imagino que ya escuchó acerca de lo que sucedió con su compañera Yano-san; quisiera que, cómo presidenta de la clase y del consejo estudiantil, de algunas palabras de ánimo a sus compañeros.

Sí, por supuesto. – La verdad es que no era una tarea que me emocionará, es más, hubiera deseado poder evitarla; poco podía decir yo, quien la conocía tan poco.

Al terminar las clases, salí con tranquilidad y me apoyé en el viejo cerezo que estaba frente a las puertas de la escuela; había terminado con la responsabilidad extra de ir como representante de la clase a visitar Yano a en el hospital y llevar un regalo de parte de toda la clase.

Me tomé un momento para acomodar mi maletín, organizando un poco los papeles de la reunión del consejo de ese día, pero a los y pocos minutos, sentí como una sombra me cubrió, obstruyendo totalmente la luz del sol.

Levante la mirada y me sorprendí al descubrir que quien se encontraba frente a mi era Bennett Hiroshi.

Buenas tardes, ¿se te ofrece algo? – Pregunté, de forma cortante.

Lamento asustarte, no era mi intención– Respondió.

No lo hiciste, ¿qué pasa?.

Eres una chica inteligente ¿verdad?, necesito hablar contigo de algo importante.

¿A qué se refería con esa pregunta?, era plenamente consciente de que mi reputación como alumna destacada me precedía en todo el colegio, así que no pude evitar sentir su cuestionante cómo un insulto disfrazado.

– ¿Y qué es tan importante para que te tomes la molestia de esperar hasta que termine mi reunión con el consejo estudiantil a esta hora?.

Pensé en esperar hasta mañana, pero lo que quiero discutir es que… creo que lo de sucedió con Yano, lo del espíritu… es mi culpa.

¿Su culpa…?, sentí que se me helaba la piel; lo primero que cruzó mi mente fue golpearlo y correr tan rápido como pudiese, contarle a alguien antes de ser la siguiente en una cama de hospital… o peor. Pero al ver su rostro me detuve, era la primera vez que no lo veía con esa sonrisa que solía lucir, es más, hasta parecía… como si fuere a llorar.

No fui capaz de ignorarlo y dejarlo allí, en parte por pena, pero también en parte por curiosidad; aun así, no quería quedarme a solas con él, por lo que le dije:

Está bien, te escucharé, pero será bajo mis términos.

– Claro, como tú digas – Contesto al instante.

Te espero mañana en mi casa a la tres treinta de la tarde, después de la escuela; afortunadamente mañana no tengo actividades del consejo. Mi dirección es…

Sé dónde vives – Me interrumpió súbitamente.

¡¿Cómo rayos sabía mi dirección?!, tal vez esto si era una mala idea después de todo y ¿por qué utilizó justamente esa frase tan… sospechosa?

¡¿Cómo rayos…?!, ok… voy a fingir que eso es normal, quedamos para esa hora entonces.

¡Perfecto! – Exclamó – Nos vemos mañana.

Tras eso, cargó su maletín al hombro y se alistó para retirarse, yo me voltee para emprender mi camino al hospital, pero mientras me alejaba sentí que su mano rodeó mi muñeca; tire bruscamente y le dedique una mirada llena de ira, pero su expresión sincera interrumpió mi reacción.

Gracias – Me dijo, en lo que solo podría describir como un susurro.

Traté de disimular mi sorpresa, pero solo pude contestar con un – Sí, de nada. – con el más falso desinterés que había simulado jamás.

 4. Todos Tienen un Pasado

El día de la «reunión» llegó, salí a prisas de la escuela y espere en casa la llegada de mi invitado; Bennett no tardó demasiado en llegar, lo invité a pasar y sentamos en la sala. Me propuse tomar lugar estratégicamente, pensando cualquier contingencia que pudiese presentarse, por lo que elegí sentarme en el sofá más cercano a la puerta de la cocina, la cuál tenía una puerta de salida al patio tracero; tal vez si estaba actuando paranoica, pero la verdad era que no podía dejar de pensar en que aquella había sido una pésima idea, y lo incómoda que me tenía toda esa situación.

Bien, Bennett-san, te escucho. – Le indiqué.

El chico, con expresión de calma, tomó aire y comenzó a explicar.

Lo que ha estado sucediendo en la escuela, ya lo he visto antes – Increpó, con suma seriedad – En mi anterior escuela fenómenos similares comenzaron a suceder… tras la muerte de una chica.

Podía sentir como un hilo de sudor frío bajaba por mi espalda – «¿Es una confesión, o una amenaza?, ¿debería empezar a correr ahora?» – Mis pensamientos se arremolinaban.

Yo solía estudiar en Tokyo, cómo seguro ya habrás escuchado; la gente en la capital no es tan abierta a los temas de fantasmas y demonios, pero depues de lo que ví allá, no puedo negarme a creer que, a veces, cuando alguien pierde la vida de forma violenta, su alma llena de odio y deseo de venganza… de alguna forma, regresa.

La chica que murió…

– Ella se suicidó.

– ¿Sabes si es que ella fue orrillada a hacerlo? – Pregunté de forma inmediata.

Me temo que sí; al final, depues de todos los acontecimientos fantasmagóricos, el sentimiento de persecución y de culpa hicieron que un grupo de muchachos confesaran que había estado acosando y extorsionando a la muchacha, hasta el punto en que ella no pudo más.

¿Y qué sucedió con ellos? – Temía la respuesta, pero era necesario el saber.

Ese fué el problema, Fukui-san; para cuando la gente empezó a admitir la causa de los incidentes, el cabecilla de aquel grupo de buscaproblemas, se quitó la vida al igual que lo había hecho su víctima; salatando de la cornisa del edificio principal, a la misma hora, la misma fecha, unos meses depues del primer hecho.

– En otras palabras, crees que el fantasma de aquella chica te siguió hasta aquí. Pero eso no tendría sentido, a menos que tú… estuvieras involucrado directamente. – Las palabras salieron de mi boca por su cuenta, fuí imprudente.

¡Por supuesto que no!. Jamás haría algo como eso; puedes buscar en los registros de periódicos o en internet si tienes una computadora con acceso; tal vez en la biblioteca… – Extendió su mano con un papel – Aquí está el nombre de mi anterior colegio y el de los implicados. Yo, solo huí de allí, como un cobarde, por eso siento culpa.

Si te creyera, y no digo que lo haga; creo que los eventos de la academia Shimizu podrían explicarse. Es decir, no creo que sea el mismo espíritu, pero…

– ¿Dices que algo paso aquí?, ¿que la academia tiene su propia alma en pena?.

– Es más lógico que pensar que algo te siguió; aunque eso significaría que, en verdad, tienes mala suerte; Bennett-san.

El muchacho sonrió con alivio, me gustaba más esa sonrisa que la que ponía habitualmente. Hablamos un poco más acerca de cualquier otra explicación que pudiera dar causa a lo que sucedía, y después de las formalidades pertinentes, nos despedímos.

Al día siguiente les comente a mis amigas lo sucedido, sin demasiado detalle.

¡¿Él fue a tu casa?! – Gritó Hana, sin el más mínimo disimulo.

Sí, pero para hablar de lo que está sucediendo en la escuela, nada más.

¿Se te confesó? – Preguntó Maiko, con una mirada pícara.

¡No, claro que no!, ¡¿qué no estás escuchand?! – Le respondí de inmediato.

No creo que él se interesaría en Nozomi – Repuso Kumiko, sin un atisvo de tacto.

Gracias… «amiga», me alegra saber cuánto me valoras – No intenté disimular el sarcasmo en mi voz.

Te hablo a ti, de entre todos; seguro le gustas – Me animó Naomi.

!Rayos, chicas!; no se trata de eso; no se están concentrando en lo importante.

Si, claro; lo que él te contó es muy fuerte; ¿pudiste confirmalo? – dijo Adriana, ayudándome a redigir la conversación.

Sí, use la computadora que tiene mi padre en casa; tal parece que lo de la chica y el grupo de matones involucrados es todo verdad, incluso la parte del chico que…

Antes que pudiera terminar, se escuchó el toque de la campana, a la par que el profesor ingresaba al aula. Todos tomamos nuestros lugares, saludamos al maestro e iniciamos las clases, casi parecía que nada hubiera sucedido, pero había un asiento vacío en el salón, y todos estábamos conscientes de ello.

Los días pasaron, Bennett no me hablaba más allá de un saludo cortés, pero podía sentir su mirada a momentos; al estar sentado al lado mío era difícil no notarlo. Supuse que estaba igual de consternado que yo, pensando en que sucedería a continuación, en si Shimizu despertaría o si es que habría otra víctima.

Los días siguientes se encargaron de darle la razón a mis pensamientos. Pues en breve, una mañana, mientras salíamos del salón para la clase de deportes, repentinamente se escuchó algo caer y azotar contra el suelo, y casi al instante, resonó también un grito de espanto.

Me acerqué de prisa hasta el origen de aquel chillido, solo para ver, yaciendo en piso; con los ojos en blanco y el cuerpo rígido, a mi compañera Godo Saori. Verla de esta manera, cuando apenas hace unos minutos la había visto riendo en su pupitre… Era realmente difícil de asimilar.

En ese momento Godo empezó a convulsionar, así que espabilé cómo pude y pedí que llamaran a algún maestro.

Me arrodillé a su lado, acomodé su cuerpo y cabeza lateralmente, con una de sus manos debajo de su mento, una pierna doblada y la otra extendida; y pase luego a revisar su pulso, que era apenas perceptible.

Tras unos minutos llegaron los profesores y la enfermera de la escuela, para ese momento las convulsiones se habían detenido, por lo que, con sumo cuidado, se llevaron a la enfermería, dónde esperaría transporte hasta un hospital.

Todo sucedió sumamente rápido, ese día salimos más temprano de clases, con la sombra de lo sucedió sobre nosotros.

Esa noche llame a Asumi desde casa.

Asumi, buenas noches. ¿Estás bien? – Asumí era muy sensible e impresionable, sabía que lo sucedido en el día la había dejado muy afectada.

Nozomi, buenas noches. Sí, estoy bien, es solo que…

– Tranquila, no entres en pánico; estás en tu casa, estás bien.

– No es solo eso, es que yo… Vi a Bennett-san hablar con Godo-chan antes de…

– No me digas que… ¿Viste si le dió algo a tomar?, ¡¿le hizo algo?!.

– No lo sé, solo los ví hablando, pero es muy extraño.

– Sí, lo sé – Aún entonces me negaba a creer que un fantasma causará toda esta catástrofe, y Bennett no hacía más que verse más y más sospechoso – Mañana solo habrá clases la primera hora, ¿verdad?.

Sí, por lo de hoy; todos están alarmados.

– Bien, después de ese periodo de clases, voy a seguir a Bennett, a ver si realmente está o no involucrado.

– ¡Pero es muy peligroso!.

– Tal vez, pero…

– ¿Y si no es él?, ¿ y si es un fantasma o algo peor?.

Entonces le pediré su ayuda para investigar e intentar resolver este asuneto. Los padres piensan que son drogas, los maestros acallan la situación, nadie está haciendo realmente nada. ¡Yano está en coma y ahora Godo está igual que ella!.

– ….

Lo siento, no quise alterarme.

– Entonces déjame acompañarte, al menos así no estarás sola; y podemos usar mi bicicleta.

– ¿Estás segura Asumi?

– Sí, es mejor que estemos juntas.

– En verdad eres una buena amiga Asumi, gracias.

Si era una tontería o no, lo que haríamos al día siguiente, no lo sabía; pero de lo que estaba segura, es de que tenía una gran amiga.

5. No Hay Lugar Seguro

Al día siguiente, cómo habíamos acordado, Asumi avisó a su madre que se quedaría en mi casi y yo le pedí a mis padres que me dejarán quedarme en casa de Asumi; como no era una situación inusual, ambos lados accedieron.

Salimos cautelosamente, desde la escuela, detrás de Bennett. Asumi pedaleaba y yo iba parada en la parte de atrás de la bicicleta.

El chico, quien iba en su propia bicicleta, condujo directo hasta a un complejo de habitaciones; era un lugar donde los estudiantes que no vivían con sus padres solían alquilar, ya que se encontraba cerca de la escuela.

Con cautela seguimos sus pasos, esperamos que el muchacho entre y su habitación y nos colocamos cada una a un lado de se puerta. Parecía que la habitación no era muy grande, pues el sonido del interior era fácil de persibir desde afuera.

Cuando escuchamos pasos acercarse, nos escondimos de inmediato; lo vimos salir y unos minutos después lo seguimos de nuevo.

Primero a la biblioteca del pueblo, luego a nuestro más grande y único cafe-internet; un pequeño restaurante para el almuerzo y de vuelta a la biblioteca. No parecía nada sospechoso, tal vez incluso él también estaba investigando acerca de lo que sucedía en la escuela.

El ocaso ya se veía venir, Bennett regreso a su apartamento, así que Asumí y yo volvimos a mi casa; parecía que el día terminaría sin imprevistos. Pero, instantes después de llegar, el teléfono sonó, y aquella llamada nos sacudió el piso.

Quien llamó fue Kumiko, al parecer los clubes de deporte habían decidido llevar a cabo sus prácticas con normalidad. Cómo ella era capitana del equipo de voleibol femenil, estuvo en el lugar y momento en que aquel inusual fenómeno se cobró a su tercera victima.

Está vez fue Endo Koji, miembro del equipo masculino de baloncesto, alumno de último año, de la clase B; quién había colapsado en medio de la cancha, en plena práctica.

Al día siguiente el chisme resonaba en cada aula y corredor del instituto. El miedo y la incertidumbre llenaban el ambiente.

¿Entonces Bennett no es el responsable? – Preguntó Naomi.

No, Asumi y yo lo seguimos todo el día; nunca tuvo contacto con Endo.

Tampoco se acercó en ningún momento a las prácticas – Complementó Kumiko.

El entrenador es el papá de Endo, dijeron que ellos dos estuvieron juntos todo el día, y en ningún momento vio que Endo se inyectara o tomara nada raro – Comentó Hana.

Si fueran drogas ya habrían salido en los estudios – Dijo Maiko.

Tal vez sea hora de admitir que Bennett-san tenía razón y que lo que está sucediendo es algo… más – Indicó Asumi.

Y ese algo, solo nos afecta a nosotros, los de último año – Nadie respondió ante mi observación – Claro, piénselo; si bien lo de las mesas, sillas y pizarras pasa en toda la escuela, las víctimas de estos repentinos ataques que llevan al coma, son todos alumnos de último año.

¡¿Entonces es cuestión de tiempo antes de una de nosotras sea la siguiente?! – La frustración y el miedo en la voz de Kumiko eran palpables.

Ninguna de nosotras contestó, pero la respuesta era obvia; cada vez, el espacio entre víctima y victima parecía reducise; la violencia de los ataques de convulsiones en cada caso aumentaba. Una cafetería, la escuela, el campo de entrenamiento; ningún lugar parecía ser seguro y todos temian ser el siguiente.

¿Y entonces que?, ¿solo asumimos que hay un fantasma que nos está cazando uno a uno y nos sentamos a esperar nuestro turno? – Nos increpó Maiko.

Pues no te veo sugerir ideas, Maiko – Respondio Hana, visiblemente irritada.

– Pues no se ustedes, pero yo empezaré a investigar bajo la línea de trabajo que sugirió Bennett, también le pediré su ayuda.

Yo también ayudaré – Se sumó Asumi.

Y yo, cuenta conmigo – Dijo Naomi, mientras miraba al resto; pero Kumiko, Hana y Maiko solo deviaron la mirada.

Ese día dejaron las clases completar sus horarios, pero cancelaron todas las actividades de los clubes, por lo que pudimos reunirnos temprano. Había hablado con Bennett y mis amigas y acordamos encontrarnos en la biblioteca del pueblo.

Bien, creo que todos saben por qué estamos aquí – Comenté.

Claro, pero ante de empezar; tuve que traer a mi hermano Kazuo; espero que no les moleste – Naomi señaló detrás de ella, dónde se encontraba su hermano menor, un estudiante de nuestra misma escuela, pero de primer año.

Mientras más mejor – Bennett se presentó y todos procedimos a sentarnos en una mesa.

Bueno, siguiendo la hipótesis que planteó Bennett, la cual, por increíble que parece, es la más probable; deberemos de investigar si ocurrió alguna muerte en las instalaciones de la secundaria Shimizu.

¿Esto es porque suponemos que todo esté carnaval es debido al alma o fantasma de alguien que murió en la escuela, no? – Naomi se había encargado de poner al corriente a Kazuo.

Sí, así es. Por mi parte ya investigué un poco, y no han habido muertes desde hace aproximadamente diez años. Pero la escuela es muy antigua, así que habrá que ir retrocediendo hasta su fecha de fundación y apertura, en 1929.

Era obvio que Bennett ya estaba muy metido en el asunto, era agradable saber que nuestras sospechas habían sido en vano y que el chico estaba comprometido con la investigación.

Revisamos anuarios, periódicos, registros y libros históricos; pero los esfuerzos de esa tarde fueron infructuosos.

Ya es bastante tarde, será mejor que lo dejemos hasta aquí por hoy y mañana sigamos trabajando – Observó Asumi.

Sí, tines razón; nos vemos mañana a la misma hora, cuidense camino a casa – Me despedí de todos.

Naomi y su hermano se fueron en su vieja motoneta, mientras que Asumi monto en su bici. Yo me disponía a regresar a mi casa a pie, pero Bennett me detuvo antes de empezar mi camino.

Fukui-san, antes de que te vayas…

– Dime, Bennett.

– Oh, por favor; llámame por mi nombre de pila. Espero que me permitas hacer lo mismo.

Claro… por qué no, Hiroshi; ¿qué necesitas? – No me gustaba llamar a la gente por su nombre, prefería la formalidad de referirme a ellos por su apellido, pero la verdad es que me sentía culpable por haber sospechado tanto del chico que no pude ponerme a su cortes petición.

Antes de que te vayas a casa, Nozomi-san; quisiera que vayamos a la escuela por los registros más antiguos, creo que no están en la biblioteca municipal, pero seguro que los encontraremos en la de la escuela.

Sí, seguramente; ¿pero no podemos esperar a mañana?

– Creo que sería mejor si los tomamos… Sin que nadie nos lo impida.

Cuando empezaba a bajar la guardia con él, me sugería robarle a la escuela. Pero su lógica no estaba errada; en su intento por censurar los acontecimientos, y por como estaban los ánimos, también dudaba que nos deje acceder a los registros de la escuela .

Bien, aprovechemos que la escuela estará vacía entonces.

Genial, vamos en bicicleta; puedes sentarte en la parrilla, detrás… Si no te molesta. O podemos caminar si te sientes incómoda, o…

– Sentarme atrás está bien, tranquilo

– También puedo llevarte en la bicicleta hasta tu casa, al volver; para que no camines sola muy tarde.

– Por ahora solo vamos a la escuela.

– Si, claro; no perdamos tiempo.

Supongo que había estado siendo muy dura al juzgar a Hiroshi; después de todo, parecía un buen chico.

6. La Figura en la Ventana

Hiroshi y yo nos dirigiamos a la secundaria en su bicicleta; él pedaleaba y yo iba sentada atrás, con un brazo sujetando la parrilla de la bici y el otro al rededor de su cintura. El estar tan cerca de un chico me ponía sumamente nerviosa así que preferí distraerme mirando el paisaje.

El sol en el ocaso pintaba el cielo de rojo, si había alguna ventaja de vivir en lugar tan rural, definitivamente era poder contemplar esas vistas.

Nozomi-san… – Hiroshi interrumpió mis pensamientos.

Solo Nozomi es suficiente, dime.

– ¿Alguien en tu familia es médico?.

– ¿No, por qué?

Por la forma en la que hablaste al explicar la condición de salud de nuestras compañeras; además de como atendiste a Godo-san cuando se desmayo en la escuela. Parecía que realmente sabías lo que hacías.

Es porque leo mucho al respecto, de medicina, me refiero. Me gustaría estudiar en la universidad de Tokyo para ser doctora.

Eso es impresionante, seguro serás un gran médico – Sus buenos deseos parecían sinceros.

Gracias. ¿Que hay de tí?, ¿qué piensas hacer al terminar la escuela?.

Hiroshi se mantuvo en silencio, mirando siempre al frente; mientras no se scuchaba nada más que el ruido de los pedales.

Mi padre trabaja en el extranjero, viví gran parte de mi vida mirándome de una ciudad a otra, de un país a otro. Dónde más eh permanecido es aquí, en Japón estos últimos 3 años; y la verdad es que disfruto vivir aquí, por eso aunque sucedió lo que te conté, preferí mudarme de ciudad pero seguir en el país.

Entonces, estos 3 años, ¿has vivido solo? – Pregunté, ya que pude percibir una pisca de tristeza en su voz mientras me contaba esto.

Cómo mis padres han estado divorciados desde que tengo 7 años, siempre me mudé de la casa de uno a la casa del otro; pero ambos son personas de negocios, ninguno solía estar en casa entre semana, así que realmente no hay gran diferencia.

Sus palabras me hicieron reflexionar, siempre me queje de que mi vida era aburrida, pero no me habia puesta a pensar todo lo que tenía; una familia amorosa, amigas, toda una isla para explorar… Era realmente afortunada y no me daba cuenta.

Nuevamente, mi divagación fué interrumpida; habíamos llegado a la escuela. Rápidamente nos escabullimos a las instalaciones, tratando de hacer el menor ruido posible. Llegamos hasta la biblioteca y guardamos todos los anuarios que encontramos en nuestras mochilas.

Nos dispusimos entonces a salir, igual de cautelosamente cómo habíamos entrado, pero un ruido llamo nuestra atención.

– ¿Escuchaste eso? – Preguntó Hiroshi, alertado.

– Viene desde el gimnasio, vamos a ver; pero con cuidado.

Azomamos nuestras cabezas por la delgada apertura entre la puertas y pudimos ver una figura, en medio de la cancha, rebotando una pelota frente a la red de voleibol.

¿Kumiko, qué haces aquí? – Dije en voz alta, mientras ingresaba al lugar.

– ¡Nozomi!, ¿qué haces tú aquí?. Y… ¡¿ ese es Bennett Hiroshi?!.

Buenas tardes, un gusto saludarte Hanamushi-san – Saludó Hirsohi, quien se encontraba parado detrás de mí – Me encontré con Nozomi en la biblioteca y fue tan amable de acompañarme a por un libro que deje olvidó aquí.

¡¿ Te llama por tu nombre de pila?!.

Afortunadamente, Kumiko enfoco su atención en como se dirigía Hiroshi a mí, en lugar de la endeble excusa que el muchacho se había sacado de la manga.

Las prácticas de todos los clubes fueron suspendidas, ¿por qué estás aquí jugando sola? – Cambié de tema.

Jugar me relaja – Respondió la chica, sin dejar de golpear el balón – Además, no importa donde estemos; podríamos estar en nuestras casas o en el supermercado, igual podríamos se la «siguiente víctima» de toda esta porquería de asunto raro.

Kumiko no estaba equivocada, nadie sabía quién, cuándo ni dónde podría caer la siguiente persona en sumarse a la lista.

Al final, parece que la teoría de este espíritu maligno es la correcta, ¿no?. Un Ayakashi… ¡¿Qué podemos hacer nosotros en contra de eso?!.

Kumiko azotó el balón, con un mate, contra el suelo del gimnasio.

Será mejor que nos retiremos; ¿gustas que te acompañemos en tu regreso a casa, Hanamushi-san? – Hiroshi rompió la tensión con su pregunta.

No está bien, me iré sola. Yo no los ví y ustedes no me vieron; lo último que necesito es que mi padre se entere de que me cole en la escuela sin permiso.

Nos despedimos y Hirsohi y yo nos fuimos rápidamente. Mientras regresábamos a casa pensé en Kumiko. Ella, quien siempre guardaba el porte y la actitud de princesa, lucía ahora preocupada y triste… Esa noche apenas pude dormir.

A la mañana siguiente, todos quienes asistimos a la Secundaria Shimkzu, nos encontramos con el edificio del gimnasio envuelto en cintas de clausura y señales de prohibido el paso.

Al entrar al salón me tope con Hirsohi, quien aprecia estar esperándome.

– ¿Por qué hay tan poca gente?, ¿que sucedió? – Pregunté exaltada.

– Nozomi, intenté llamarte a tu casa, pero me contestó tu madre y dijo que ya habías salido camino hasta aquí.

– Si, pero, ¿dónde están Asumi, Naomi, Kumiko…? – Me detuve al ver la expresión en el rostro del chico.

– Al parecer, ayer Kumiko no regresó a su casa; sus padres salieron a buscarla y la encontraron en el gimnasio, en iguales condiciones a las de ahora está en el hospital. Seguramente el resto de tus amigas también están allá.

– No puede ser… – Pensar que nosotros la vimos, que estuvimos con ella ese día, y que la dejamos allí, sola.

– Nozomi-san, no había forma de saber que ella sería la siguiente; los sabes – Hiroshi parecía haber adivinado mis pensamientos – Las clases para tercer año fueron suspendidas hoy; vamos al hospital a visitar a nuestras compañeras, yo te llevo.

– Si… gracias – Ahora era yo quien le agradecía a Hirsohi con un hilo de voz, apenas audible.

Visitamos a Kumiko y al resto en el hospital, allí nos encontramos con mi habitual grupo de amigas. Acompañamos a la inconsciente muchacha, quien yacia en una cama de hospital, conectada a una máscara de oxígeno en el rostro y una vía de suero en un bazo, con las extremidades rígidas, sin expresión.

Hana y Maiko fueron las primeras en irse; mientras que Naomi, Asumi, Hiroshi y yo nos quedamos un poco más, conversando en el pasillo fuera de la habitación de Kumiko.

– No puedo creer que le haya pasado a Kumiko – Sollozo Asumi, al tiempo que intentaba secar sus lágrimas.

– De uno en uno… A este paso todos vamos a… – Naomi no fue capaz de terminar la oración.

– Nozomi y yo conseguimos los libros de registro de la escuela, tal vez podamos encontrar algo que nos ayude allí; si es que aún está en pie la reunión en la biblioteca – La duda de Hiroshi era comprensible.

– Si alguien no quiere asistir hoy, para seguir investigando, lo entenderemos – Repuse, seguidamente a la frase del chico.

Antes de que nadie pudiera contestar el sonido de una ambulancia inundó el ambiente. No fue necesario acercarse a las ventas, antes de que pudiéramos movernos, un grupo de enfermeros y médicos paso delante de nosotros con un joven en la camilla.

– Ese es Toyama, de la clase B, de nuestro año. El está en el club de literatura, cómo yo.

Había sido un instante, pero eso basto para que Naomi reconociera a la más reciente víctima.

– So… sobre él – Asumí tartamudeo y retrocedió torpemente, hasta golpear su espada contra la pared del corredor.

– ¡¿Qué, qué había sobre él?! – pregunté asustada.

– ¿No lo vieron? Era algo… una sombra, no sé, no sé.

Dirigí mi mirada hacia los demás, pero ambos lucian igual de confundidos que yo.

– Vamos Asumí, vayamos a tomar algo de aire fresco.

Sabía que mi amiga era muy sensible, pero nunca la había visto tan alterada. Salimos al patio del hospital, dónde sentamos a Asumi en una banca; pero lejos de recomponerse, la chica dejo salir un grito de terror y apunto en dirección a la ventana que daba al cuarto de Kumiko.

Parado allí, cómo si nos observará, se encontraba una figura, oscura, como si de una sombra se tratara. Era difícil distinguir si era humana, o era algo más.

Hiroshi y yo, subimos de inmediato de vuelta a la habitación, dejando a Naomi y Asumi abajo; pero todo fue en vano, al llegar no había nada ni nadie.

– Hiroshi, ¿si lo vimos, verdad?, ¿no era una persona ni un abrigo en una percha, no?.

– No se lo que era, pero todos lo vimos Nozomi; y lo que fuera, esa cosa no era humana.

7. Una Foto en Blanco y Negro

Esa tarde solo Hiroshi y yo nos reunimos en la biblioteca.

Buenas tardes, Nozomi – El chico hizo una pausa mientras miraba a su alrededor – ¿No vendrá nadie más?.

Asumi llamó hace un rato a mi casa, aún seguía muy alterada y dijo que no vendría. Respecto a Naomi, llame a su casa pero me contestó Kendo, su hermano; me dijo que no quería decirmelo ella misma, pero que no iba a venir tampoco.

– Estonces seremos solo los dos, habrá más trabajo, pero creo que podremos hacerlo.

– No son malas chicas, es solo que están asustadas, y no las culpo.

Lo sé, Nozomi; no necesitas decírmelo – Hiroshi me sonrió, no pareci juzgar mal a mis amigas.

Entramos en la biblioteca y comenzamos a leer libro tras libro, periódico tras periódico. Ese día no tuvimos demasiado avance, así que acordamos repetir nuestra rutina la siguiente tarde.

Al llegar a casa mi madre me recibió preocupada.

Hija, ¿dónde estabas? – Preguntó cariñosamente.

En la biblioteca, es más, traje el libro que me pidió Koichi – Saque el mencionado escrito de mi maletín, levantandolo para que mi hermano, quien pasaba por detrás de mi madre, para que este lo viera.

¡Siii!, me daba flojera ir hasta allá solo por un libro, pero nos encargaron que no descuidemos nuestro avance mientras no hay clases; así que gracias.

¿Mientras no haya clases? – Repetí.

Sí cariño, hoy en la tarde encontraron a dos muchachos más, desmayados; creo que eran dos chicos de la clase B de tu año. Por eso me preocupe por ti, creo que habrá que conseguirte uno de eso celulares para estar en contacto.

– ¿Acaso encontraron a eso dos chicos en la escuela?

– No, pero los maestros prefirieron que los jóvenes se queden en sus casas, al menos hasta que la situación mejore.

«Hasta que la situación mejore», la gente quería dejar pasar el tiempo y evadir las causas de lo que sea que sucedía en el pueblo. Esa misma noche hable con Hiroshi de lo sucedido y acordamos vernos a la mañana siguiente para seguir investigando.

En cuanto habíamos desayunado me despedí de mi familia y salí a la biblioteca con la excusa de no perjudicar mis estudios.

Una vez en el edificio me encontré con mi compañero, puntual como siempre, y tras saludarnos, ingresamos para continuar con nuestra labor.

Leímos y leímos, el sonido del pasar de las hojas no se detuvo hasta que algo llamo mi atención.

Creo que encontré algo en los perdicos, creo que podría relacionarse a lo que sucede ahora – Indiqué.

Dime, ¿qué es?.

Al parecer una curiosa «endemia de mononucleosis» atacó el pueblo hace veinte años; todos los jóvenes de la región presentaban fiebre, malestar general, náuseas, cefalea…

– ¿Cefalea?

Es dolor de cabeza.

– Oh ya, entiendo.

Sí, y lo más interesante, sueño, mucho sueño; hay pequeños testimonios de madres que incican que sus hijos e hijos podían dormir por 2 o hasta 3 días seguidos. Obviamente esto llevo a casos de deshidratación, pero nada demasiado grave; aparentemente.

– ¿Crees que eso fue un preludio de lo que sucede ahora?

Con solo eso no, pero hace otros veinte años antes de eso, hace cuartea años de nuestro vigente año, se reportaron múltiples casos de una extraña «encefalitis viral transitoria». Básicamente los enfermos padecían dolores de cabeza intensos pero que desaparecían solos al cabo de unas horas.

Adivinare, también solo entre la gente joven – Se anticipo Hiroshi.

¡Exactamente!. Pero no es todo, mira – Señale con mi dedo unas anotaciones que había hecho – 2002, 1982, 1962; cada 20 años sucede algo y cada vez es algo peor, cómo si esto se hiciera más fuerte.

1962 menos veinte sería 1942, ¿pasó algo «médico» en ese año?

No, pero en ese entonces Japón estaba en plena guerra mundial; probablemente no hayan registros por esa causa.

Pues yo encontré algo de ese año, respecto a la escuela – Hiroshi tomo uno de los anuarios de la escuela y busco entre sus páginas – Aquí, mira; según esto, si bien la escuela fue fundada en 1929, desde 1933 hasta 1942 sirvió como un campo de entrenamiento para jóvenes reclutas del ejército japonés.

-¿Sólo hasta el ’42?

Si, ya que ese año, una parte del edificio fue bombardeado y quedó reducida a escombros. Aparentemente las instalaciones se encontraba vacías en ese momento, debido a un ejercicio de entrenamiento, por lo que no se registrarom perdidas humanas; pero… Según este otro documento, ese mismo día se reporto la desaparición de uno de los jóvenes reclutas, seguramente este nombre te resultará familiar: «Sasaki Kotaro«.

Ese apellido, no me digas que… ¡¿Sasaki-san?!, ¡¿el fantasma de las leyendas?!.

Tal parece. Si bien los registros dicen lo marcan como un desertor, el boca a boca del pueblo podría no estar equivocado y que en lugar de huir el chico haya fallecido en ese bombardeo.

– Pero si ese fuera el caso, ¿por qué no investigar?, ¿por qué incubrir una muerte accidental?.

No lo sé, tampoco le veo sentido. Lo que puedo decirte es que, de acuerdo a lo aquí escrito, su grupo fué el último en entrenarse en la escuela Shimizu, y de ese grupo de cincuenta reclutas, los cuarenta y nueve restantes consiguieron terminar su preparación.

– Los cuarenta y nueve… No; ¿estás seguro que estás leyendo bien?

Si, claro; puedes verlo tú misma – Hiroshi volteo el libro de forma que yo pudiera leer, pero mi atención estaba enfocada en otra cosa; una fotografía en blanco y negro que sostenia entre mis temblorosos dedos – Dice que ese fue el último grupo, poruqe después del bombardeo las instalaciones ya no eran aptas para albergar gente; así que se movieron a otro lugar.

Hirsohi, mira esto… – Le entregué la imagen – Dos instructores, un comandante, dos cocinera y ¿cuántos reclutas cuentas ahí?.

Cuerenta y siente, cuarenta y ocho, cuarenta y nueve… Cincuenta…

Ahora mira el reverso de la fotografía.

El muchacho leyó en voz alta:

«Fotografía de la ceremonia de clausura del último grupo de reclutas entrenados en la escuela Shimizu».

– Si lo que leíste es correcto, y este es el último grupo, deberían haber sólo cuarenta y nueve jóvenes; no hay manera de demostrarlo, pero el chico borroso en el costado derecho, el de los lentes, quien parece un poco más alejado del resto… Creo que él es Sasaki-san.

Pero no debería estar en esa foto.

– Lo sé Hirsohi, pero creo que realmente si hubo muertos en ese bombardeo, que él murió; así que lo que está en la foto es…

No era necesario continuar hablando, ambos habíamos entendido muy bien la situación.

Si no hubo registro de muerte, tampoco hubo sepultura, ni descanso eterno – Dije, mirando a Hiroshi, en espera de que entendiera a lo que me refería.

– Entonces, los restos de Sasaki-san siguen en el edificio de la escuela. Por lo que, tal vez, la forma de detener todo esto sería encontrarlos y darles un digno lugar de descanso – Correspondió él.

– Eso creo, estamos construyendo todo a base de deducción y suposiciones.

– Iremos a buscarlos entonces, los bendecirnos y él descansará en paz.

– Fácil decirlo, difícil hacerlo. Esto paso hace sesenta años; con suerte encontraremos huesos, eso sí conseguimos hallar el lugar exacto del edificio y conseguir cavar hasta hallarlo.

Pero lo intentaremos, ¿verdad? – Hiroshi me miró en busca de una respuesta.

– ¿Realmente estás dispuesto a hacerlo?

Cuando sucedió lo que te comenté, en mi anterior escuela, no hice nada; fui un expectador, me mantuve al margen. Está vez quiero ayudar, ser parte de la solución; además, estoy seguro de que si yo te dijera que no, terminarías haciendo todo sola.

Quisiera poder decir que el no se equivocaba, pero con todo lo que sucedía, yo estaba a punto de mandar todo al caño y solo ir a casa, para esperar que todo pase y se resuelva solo; como hacían todos los demás.

Entonces, llegaremos juntos hasta las últimas consecuencias.

– Cuenta conmigo.

Hicimos una promesa, pasase lo que pasase, íbamos a concluir con esto.

8. Pesadillas

La mañana siguiente amanecimos con la noticia de otras tres víctimas del fenómeno; cada día el así llamado Ayakashi era más fuerte, el número de sus víctimas aumentaba y la paranoia en el pueblo no hacía más que crecer.

– Hija, ¿estás bien?. Luces cansada – Menciono mi madre mientras desayunábamos.

– Si estoy bien, es solo que no dormí muy bien anoche.

En ese momento no le dije nada, pues no quería preocuparla, pero con todo lo que estaba pasando, apenas si podía dormir y cuando lograba conciliar el sueño, solo tenía pesadillas. Siempre era lo mismo, todos mis compañeros y mis amigas inconscientes, yo corriendo por los pasillos de la escuela y, a mis espaldas, unas manos enormes que me persiguen junto a una voz diciendo algo que no logro entender.

– Pues quédate en casa a dormir un poco, un día que te tomes libre no afectará demasiado.

– Es verdad, pero estudiar me ayuda a no pensar en todo lo que está sucediendo.

– Entiendo… No quieres ir con tu hermanito hoy; tal vez puedas ayudarlo a estudiar.

– Yo paso. Gracias mamá, pero además de que vamos muy separados en cuanto al grado, yo estudio a mi manera y prefiero hacerlo solo – Afortunadamente, la terquedad de mi hermano me había salvado de tener que inventar una excusa.

– Koichi tiene razón mamá, además yo estudio con Azumi y otras personas de mi curso.

– Bien, pero te quiero aquí a la hora de almuerzo y temprano en la noche, antes de la hora de la cena.

Terminé el desayuno y acudí al lugar acordado donde me encontraría con Hiroshi, desde allí partimos en su bicicleta hasta la escuela y comenzamos a buscar.

Bien, anoche me puse a comprar los planos que conseguimos de la biblioteca. Este es el antiguo edificio y este es el nuevo edificio de la escuela – Me explico el chico, mientras me extendía dos planos.

Wouh, no sabía que los tenías; excelente trabajo.

– ¡Gracias!. Entonces, de acuerdo a esto, la parte de la escuela que fue bombardeada al parecer fue demolida y reconstruida así.

Entonces, el lugar donde debemos buscar es este, el ala oeste del edificio, ¿no?.

– Sí, justamente.

No es un espacio precisamente pequeño, pero es mucho mejor que buscar en toda la escuela. Fue muy astuto de tu parte Hirsohi.

Harás que me sonroje; pero si, la parte afectada realmente no fue tan grande; no creo que las instalaciones hayan quedado inutilizables o inhabitables como decia en los registros… ¿Me pregunto por qué se movió el campo de entrenamiento?.

– Tal vez porque pensaron que habían descubierto la ubicación de su campo de entrenamiento, o porque existía la posibilidad de que volvieran a bombardear el área, o tal vez porque… incluso en ese entonces, Sasaki-san había comenzado a manifestarse.

Hirsohi solo me miró en silencio, ambos sabíamos que la tercera opción era la más probable.

Guardamos entonces las cosas y comenzamos a caminar en dirección al ala oeste del edificio.

– ¿No sientes como que el ambiente aquí es muy frío? – Dijo Hiroshi, mientras frotaba sus brazos.

Sí, supongo que vamos en la dirección correcta – Tal como él había observado, mientas mas nos acercamos al área más gélido se sentía el aire, pesado y denso, como si fuera un gas muy frío – ¿No está pesado ese bolsón que llevas?, podría ayudarte.

Oh, no, está bien, no te preocupes.

– Supongo que allí levas las palas y el equipo.

Sí, además de un pico, guantes linternas y algunas otras cosas.

– Genial, muchas gracias por tarerlas. Si yo hubiera salido con algo de eso de casa seguro hubiera tirado por el piso mi coartada.

– ¿Qué creen tus padres que estás haciendo?.

Estudiando con las chicas en la biblioteca. No disfruto mentirle a mis padres, pero si les hubiera dicho la verdad, no me hubieran dejado salir de casa.

La charla amenizaba un poco la situación, pero los pasillos vacíos, el eco de nuestros pasos y el objetivo que nos había llevado hasta aquel sitio, no nos dejaban tranquilidad alguna.

Cuando llegamos al lugar decidimos entrar a cada salón en orden y comenzar a trabajar. Movimos los pupitres, levantamos los tablones de madera del piso, picamos al delgada capa de cemento y empezamos a cavar.

Era una labor demorada, por lo que no avanzamos demasiado esa mañana y pronto se había hecho hora de almorzar. Hiroshi me llevo en bicicleta hasta a mi casa, pero terminamos siendo vistos; cómo él era de mi año, fingimos que veníamos del grupo de estudio y que planeabamos volver a la biblioteca tras el almuerzo.

Al final mi madre no sospecho pero termino invitando a Hiroshi a comer con nosotros.

Después de comer volvimos la escuela y retomamos la labor, pero pronto el ambiente se torno aún más pesado.

El aire se siente viciado, me cuesta un poco respirar – Le indique a mi compañero.

Si, también lo siento; pero me molesta más ese sonido.

– ¿Sonido?, ¿qué sondio? – No entendía a los que se refería.

¿No lo escuchas tú?, tal vez es solo mi imaginación, por los nervios y eso.

No, dime, ¿qué escuchas?

Es como un zumbido… No, no es el término adecuado; no sé cómo describirlo, pero es realidad es muy bajo.

– Ven, salgamos a tomar un descanso.

En cuanto salimos del salón y comenzamos a caminar, Hirsohi gruñó y se puso las manos sobre las orejas.

A… ahora es más fuerte.

– ¿Es hacia acá? – señale en dirección del fondo de aquella ala del edición.

Si, es muy agudo…

– Quédate aquí.

Deje a Hirsohi sentado en el suelo y me acerqué por mi cuenta hacia el cuarto del cuál parecía provenir aquel sonido que era incapaz de escuchar. Se trataba de un cuarto pequeño que se utilizaba de almacén. Ingresé e inspeccione el lugar cuidadosamente, aunque en un principio no parecía tener nada inusual, al caminar un poco más me di cuenta que el sonido de las tabla en lugar en específico era diferente al resto del suelo.

Me incliné para ver mejor y golpé la madera con mi puño; el sonido era hueco, como si hubiera un espacio entra las tablas y el piso. Al estar aquellas laminas tan viejas y sueltas, pude quitarlas con mis manos; solo para descubrir que, a diferencia que con el reto de los salones ya revisados, este no tenía cemento, sino otra capa de tablones de madera aún más antiguos, y particularmente en ese lugar, se ubicaba una especie de puertesilla que servía de entrada a un subnivel.

Fue entonces que me hizo sentido. La razón por la que no habían encontrado el cuerpo de Sasaki-san años atrás, cuando habían limpiado los escombros y reconstruido el edificio, era porque Sasaki no estaba arriba, a nivel del suelo, sino abajo.

Intenté abrir la puerta, pero no logré hacerlo solo con mis manos, por lo que regresé con Hiroshi por las herramientas y le explique mi deduccion.

Claro, ahora lo entiendo, al escuchar el bombardeo seguramente se refugió allí abajo – Manifestó Hiroshi, quien se veía más recuperado.

Si, pero por los escombros ya no pudo salir y murió allí. Que horrible, cuanto tiempo habrá sobrevivido con la esperanza de ser encontrado… Pobre chico.

Suena realmente horrible, pero al menos podremos darle descanso al fin. Volvamos mañana en la mañana, ahora mismo ya es muy tarde y está oscureciendo.

Estuve de acuerdo con él, por lo que gusardamos las herramientas y nos fuimos, dejando atrás la academia Shimizu. Pero fui muy ingenua por suponer que habría un mañana para todos.

9. En la Oscuridad de la Noche

Al llegar a casa esa noche, disimule lo mejor que pude mi inquietud respecto a nuestros recientes hallazgos. Cene con la familia, tome un baño y… La paz nunca era duradera.

Antes de que pudiese si quiera acostarme el cama, el timbre del teléfono resonó en mi casa.

Aló, buenas noches.

– Nozomi, ¿eres tú? – Una voz temblorosa respondío desde el otro lado del teléfono.

Sí, soy yo. ¿Kendo, eres tú?

Sí Nozomi, es que… mi hermana.

No fue necesario que Kendo terminase de hablar para que yo supiera lo que había sucedido; Naomi, mi amiga, estaba…

Para ese momento, había un total de veintidós personas que habían caído víctimas de esta «extraña endemia» que asolaba el pueblo.

Parecía que Sasaki-san no detendría su irá hasta terminar mandando al hospital a todos aquellos quienes estábamos en la edad que el tenía cuando falleció. ¿O es que acaso no se detendría allí?; no había nada que garantizará que una vez terminara con nosotros, no continuaría con aquellos un año menor, y luego dos.

No solo mis compañeros, mis amigas, que tal si mi hermano o mis padre, qué o quién impediría que no terminamos todos igual.

Que sucedía si está noche Hiroshi o yo no despertamos. No, no podía simplemente quedarme sin hacer nada; no había tiempo que perder.

Tras colgar el teléfono a Kendo, llamé a Hiroshi para volver a la secundaria esa misma noche; después me comuniqué con Asumi para explicarle todo lo que sabíamos hasta ese momento, en caso de que alguno de los dos, o incluso ambos, no logramos pasar la noche y que ella pudiese continuar con la misión. Finalmente, fui a hablar con mi hermano.

Koichi – Toque a la puerta de su habitación – ¿puedo pasar?.

Sí, adelante.

– Hermano, necesito pedirte un favor.

Le expliqué todo lo que creíamos estaba sucediendo, lo que habíamos averiguado y lo que planeaba hacer.

Así que necesito volver a la escuela ahora; pero papá y mamá nunca me lo permitirían, por eso necesito que me cubras.

Pero Nozomi tú… tú nunca te has escapado ni nada de eso. Ademas, es muy peligroso, ¿qué tal si te pasa algo allí?.

– Ese es el punto, puede pasarme algo incluso aquí; es más, es mucha mi suerte al seguir aún sin haber caído ante este fenómeno. Al menos podría intentar detenerlo, hacer algo.

La preocupación de mi hermano era visible, pero después de meditarlo un poco accedió a ayudarme.

Primero mentir, ahora pedirle a mi hermano que mienta e incluso escaparme de casa… Realmente esperaba que todo valiera la pena.

Fingí irme a dormir y les desee buenas noches a mi padres, no sabía si esa sería la última vez que me despidiera de ellos. Poco después me escabullí por la puerta trasera de la casa hasta donde me esperaba Hiroshi.

¿Estás segura de hacer esto?.

– No podemos seguir perdiendo el tiempo, menos si es que relamente tenemos la solución tan cerca.

Vamos entonces.

Quería verme segura, quería que mi voz expresara determina; pero sabia que mi actual estado solo reflejaba miedo mal disimulado y dudas. Por más que apretara los puños, mis manos no dejaban de temblar.

Hiroshi y yo partimos en su bicicleta, y después de lo que pareció un camino el doble de largo a lo usual, llegamos hasta la academia.

Ten – El muchacho me extendió una linterna – También traje los instrumentos de antes y una cámara.

– ¿Una cámara fotográfica?.

– Si, es de fotos instantáneas; dicen que lo que nosotros no podemos ver…

– A veces lo muestran las fotos. Cómo aquella foto vieja de los soldados – Terminé su frase.

– Si, justo eso – Me confirmo Hiroshi, a la par que asentía con la cabeza.

Ingresamos entonces al edificio, y sin perder tiempo, nos dirigimos justo hasta el lugar que habíamos encontrado más temprano.

Al avanzar por lao pasillos oscuros, vaciós y extrañamente helado; la piel se me ponía de gallina y cada pequeño ruido me provoca un sobresalto.

¡Ahí está ese sonido!, ¿puedes oírlo ahora, Nozomi? – El rostro de Hirsohi se torno pálido.

Creo que escucho algo, pero no es fuerte. Lo siento, debes sentirte muy mal, pero aguanta un poco más por favor.

Tranquila, estaré bien.

Continuamos caminando hasta lelgar al almacén.

Allí está la puertilla, yo la abriré, mientras iluminante con la linterna y tal vez podrías sacar un par de fotos; por si se logra ver algo.

Hirsohi tomo la linterna con una mano y la camara con la otra, mientras yo quitaba los clavos que sujetaban aquella puerta en el piso.

Bien, ya está destrabada, ayúdame a jalar para abrirla, pero favor – Le pedí a mi compañero.

Claro, a la cuenta de tres; uno, dos, ¡tres! – Ambos jalamos a la vez.

Listo, no estaba tan pesada como esperaba; bueno… ahora hay que bajar.

Déjame ir primero.

– No hace falta, iré yo.

– No, insisto.

Hiroshi me pasó la linterna y empezó a descender por una escalera de madera y sogas, tan antigua, que me sorprendió que no acabara sediendo y rompiendse.

– ¿Todo bien ahí abajo?

Si, puedes bajar ahora.

Primero amarré una cuerda extra, que Hiroshi había traído, a un estante y la arroje al cuarto del subsuelo, luego alcance al chico la bolsa con las herramientas y procedí a bajar por la escalera, que finalmente, terminó soltándose.

– Demonios, lo sabía, sabía que esa cosa iba a romperse.

– ¡¿Estás bien?!

– Si, ya casi había terminado de bajar, así que fue solo una pequeña caída.

– Debí estar más atento, disculpa; es que este sitio…

– Sí, yo también lo siento.

El ambiente no solo era claustrofóbico, era gélido, al punto que si había luz estaba segura de que hubiéramos podido ver nuestro aliento.

– Intentemos sacar unas fotografías, tal vez…

En ese momento empecé a escuchar con caridad el agudo y chirriante sonido que Hiroshi había descrito antes. Cuando mire a mi compañero para avisarle, lo vi caer al suelo de rodillas, mientras dejaba caer la linterna para sujetarse la cabeza con ambas manos y comenzar a gritar de dolor.

El aire se sentía pesado y, de alguna manera, podía sentir como si algo o alguien estuviera allí, moviéndose en la oscuridad. Rápidamente tome la cámara y empecé a disparar, foto tras foto; iluminando a momentos el lugar con flash.

El sonido se intensificaba cada vez más y el aire era tan frío y denso que me costaba respirar, por lo que terminé dejando caer mi cuerpo de cuclillas; solo para ver en el piso las fotos que habían caído desde la cámara minutos atrás. Las imágenes mostraban que el lugar parecía estar lleno de humo o niebla, y en la secuencia se mostraba como de dicha niebla, se formaba una especie de figura.

Está… justo fre… frente a nosotros – No pude evitar tartamudear.

El horror y el pánico invadían mi mente, y al voltear a ver a mi compañero, quien aún se encontraba encogido por el dolor solo pude gritar para que, lo que sea que estuviera pasando, se detuviera.

¡Detente!, ¡para ya, por favor!.

Increíblemente el sonido se detuvo al instante y Hiroshi se reincorporó de a poco.

Tanto tiempo…

Una voz especial se hizo audible; estaba espantada, pero mi instinto me llamaba a tomar la linterna y apuntar directamente al lugar que mostraban las fotos y de dónde provenía la voz. Dude si hacerlo, pero al final, ya sea por miedo o curiosidad, termine por tomar la linterna y dirigir su luz hacia ese sector.

No podía dar crédito a lo que veía, aquella masa de misma había tomado una forma humanoide; pero aquella figura era espeluznante… Su rostro su cuerpo, era una criatura bizarra y retorcida; que a pesar de no tener ojos, parecía que nos miraba fijamente.

Y entonces aquella aberración, comenzó a acercarse.

10. Libre

Quería retroceder, pero mis piernas no respondían, voltee la cabeza con lentitud, solo para ver a Hiroshi igual de aterrado e inmovilizado por el pánico.

El verlo de esa manera me ayudo a reaccionar, lo tome por el cuello de su camisa y lo jale hacia atrás mientras me movía en esa misma dirección.

Tanto tiempo… y recién ahora llegan…

En un primer momento no entendía a qué se refería, pero luego me di cuenta.

T… tú, esperaste que alguien viniera ayudarte, pero na… nadie vino, ¿verdad?.

No sabía de dónde estaba sacando el valor para contestarle a aquella criatura.

Yo era bueno… Siempre los ayude… Pero me encerraron.

– ¿Quienes…? – Pregunté aterrada.

Ellos me encerraron… Y luego el fuego cayó del cielo… No pude abrir la puerta, esperé y esperé, grité y grité, pero nadie jamás vino. Tanto tiempo… y ahora viene ustedes… Son iguales a él.

¿A… A quien te refieres? – Insistí.

Debía ser mi compañero, debía ser mi amigo… Pero él me mató, ese extranjero y mis camaradas, ellos lo ayudaron…

Recordé entonces que en la foto salía un soldado alemán, quien formaba parte de los reclutas del grupo de Sasaki-san. Deduje que, por su apariencia y contextura cuando estaba vivo, el cadete Sasaki seguramente era víctima de acoso, al punto de dejarlo en encerrado; con tan mala suerte, de que aquel mismo día bombardearon la escuela y quedó sepultado bajo los escombros.

No somos extranjeros, somos mestizos, sí. Pero nosotros no te hemos hecho nada – Le repliqué.

Un grito inundó la habitación, sentí el suelo bajo mis pies temblar y pude ver los objetos en las repisas del almacén moverse con el temblor hasta caer al piso.

– Lo lamento, lo lamento mucho Kotaro… – Intenté calmarlo – tu nombre era Sasaki Kotaro, ¿no?.

Mi… mi nombre…

Si, pero tú… tú moriste mucho tiempo atrás; y lo lamento, pero… lo que estás haciendo, se lo estás haciendo a gente inocente como lo fuiste tú. Lo que te paso no es justo, la guerra, el odio; nada de eso lo fue… pero ahora eres tú el que está causando sufrimiento y haciendo daño a gente inocente.

No… todos son iguales, yo soy la víctima. No vinieron por mi, me encerraron, me abandonaron… espere tanto, tanto tiempo. Tenía hambre, frío, miedo… pero nadie vino, nadie vino por mi… yo solo quería ser como ellos, ser parte, nunca hice nada malo… ¡Así que merecen sufrir!.

No es así, no todos son malos y la gente que lastimó ya murió hace varios años… Así que por favor, detente.

No… estoy sólo, me dejaron… los odio, los odio, los ODIO, LOS ODIO, ¡LOS ODIO!.

De repente, Hirsohi empezó a gritar mientras cubría sus oídos y sacudía la cabeza; las luces de ambas linternas tintilaban y los objetos que aún permanecían en las repisas empezaron a salir disparados. No sabía que hacer, la situación me excedía.

Te sacaremos de aquí, al fin serás libre; enterraremos tus restos y podrás descansar en paz – Hirsohi se había puesto de pie y empezó a hablar – No podemos cambiar lo que sucedió, pero podemos ayudarte a conseguir tu libertad. Todo este odio, este rencor, puedes dejarlo atrás y ser libre.

En ese momento solo reinó silencio, no hubo una respuesta, solo suspenso.

No, no, no, NO, NO, ¡NO!.

Kotaro, por favor… – Me di cuenta que al llamarlo por su nombre respondía mejor – Solo puedo imaginar todo tu dolor, el miedo, el sufrimiento que experimentas te; no soy capaz de enterlo; así que sólo puedo imaginar lo duro que debió de ser. Así que te ofrezco lo que en ese entonces no te dieron, ayuda y compresión, te ofrezco ayudarte a salir y descansar; así que… toma mi mano, y seamos libres

Llena de miedo y aún temblando, extendi la mano hacia aquél ser; reuniendo todo el valor que quedaba en mi cuerpo. No sabía que estaba haciendo, pero pensé que de ser yo quien estuviera en su situación, lo que más quería es saber que …

– No estás solo.

Las luces comenzaron a parpadear con mucha más intensidad, y, no mentiré, estuve a punto de quitar mi mano; pero, afortunadamente, no lo hice y en mi palma sentí una mano fría pero humana.

Sasaki-san ahora mostraba su verdadera forma, su rostro humano. Por más miedo que le hubiéramos tenido, él solo era un chico igual de asustado, muy sólo y triste.

¿Dónde están tus restos? – Pregunto Hiroshi con suavidad.

El chico no contesto, pero apuntó con su otra mano hacia una de las esquinas de aquella habitación. Dirigí mi mirada hacia Hirsohi, quien al verme, de inmediato corrió hasta el lugar señalado y empezó a cantar.

Por mi parte, yo no me moví y seguí sosteniendo la mano de Kotaro. Estaba demasiado enfocada en terminar con aquello como para pensar en lo surrealista de la situación.

No pasó demasiado hasta que Hiroshi encontra los restos del pobre chico, que para ese entonces eran unos pocos huesos.

Es hora de irnos – Dije con tranquilidad y con voz suave.

Kotaro asintió y se desvaneció lentamente; aunque confundidos, Hirsohi y yo trepamos por la cuerda y logramos salir. Para ese momento, el sol comenzaba a levantarse en el cielo; estaba amaneciendo.

Salimos hasta el patio y miramos el cielo.

¿Ahora soy… libre?

Nos dimos la vuelta ante el sonido, detrás de nosotros, volvió a parecer Kotaro.

Espero que puedas descansar en paz Sasaki-san – Hirsohi hizo una reverencia.

Adiós, Kotaro – Mire la figura frente a mi e hice una reverencia también.

… libre

Eso fué lo último que escuché de él. Para cuando levantamos la cabeza, ya no había nada, ni nadie con nosotros.

Mi mirada se encontró con la de Hiroshi, ambos estábamos igual de impactados por lo que acabamos de presenciar.

¿Qué haremos ahora? – El chico miro hacia los huesos que aún sostenía.

Creo que lo que quería su alma era ser encontrado y salir de ahí, más que una sepultura. Pero una promesa es una promesa.

Pálidos, empapados de sudor y aún cubiertos de polvo y tierra; nos dirigimos hacia el santuario del pueblo. Allí vivía Asumi, quien cuidaba del santuario junto a su familia; cómo sacerdotisa que era, nos ayudó a bendecir los restos y nos dió un lugar donde poder sepultarlos, además de colorear una placa con su nombre grabado.

Recemos por el – Nos pidió Asumi.

Juntamos nuestras manos y deseamos su paz.

Ese día todos los afectados despertaron; cómo era de esperarse su salud se había visto bastante afectada, pero con el paso del tiempo todos se recuperaron.

Hiroshi y yo, como si fuese una investigación trivial, presentamos los documentos que habíamos encontrado y conseguimos agregar el nombre Sasaki Kotaro junto al de los cientos de jóvenes de nuestro pueblo que habían dado su vida en la guerra. Ahora Sasaki-san no sería recordado ni como un desertor, no como un coberde, sino como un valiente soldado.

Los meses pasaron y el recuerdo de lo que sucedió se fue borrando poco a poco, la calma del pueblo volvió a instaurarse y, así, el año llegó a su final.

Al concluir la ceremonia de graduación me tomé un momento para alejarme de la multitud, subí a la azotea y me apoye en el barandal para contemplar la escena. Todos actuaban como si nada hubiese sucedido, pero lo vivido aún resonaba en mí; no podía simplemente olvidarlo.

¿Por qué te alejas del resto, Nozomi-san?

Hirsohi, ¿qué haces tú aquí?.

– No pude evitar seguirte – El chico se coloca a mi lado y se apoyo en la baranda al igual que yo – ¿Sigues pensando en lo que pasó?

Es difícil no hacerlo, más ahora que nos iremos. Aunque solo tu y yo vimos todo eso… creo que me inquieta que nadie más sepa.

No creo que nunca podamos olvidarlo, pero está bien, así Sasaki-san será recordado por un poco más de tiempo – Dijo Hiroshi amablemente, mientras sonreía – Oh, si… también quería darte esto.

El chico coloco en mi mano un botón de su uniforme.

¿Y esto? – Pregunté extrañada.

El segundo botón de mi chaqueta de uniforme… Tómalo como un recuerdo, o más bien una promesa.

– ¿Una promesa de qué?

Te aceptaron en la universidad de Tokyo, yo también logré ingresar a la Todai; así que toma esto como mi felicitación y como una promesa de qué nos volveremos a ver en el futuro – inclinó su cabeza en una reverencia y cuando volvió a alzarla, me miró con una expresión que no sabría describir.

Yo… jajaja, sí; muchas gracias, lo atesoraré. Y Hiroshi… – Hice una reverencia y extendí mi mano – cuento contigo en el futuro.

¡Sí! – Estrechó mi mano.

Iba a extrañar mucho mi pueblo, pero el porvenir lucía muy brillante.

Fin.

 Epílogo y Agradecimientos

Está historia es una versión mejorada de sí mismas, la cuál escribí hace muchísimo tiempo, pero a la que le guardo un gran cariño; por lo que quería hacerla llegar a más gente.

Su principal inspiración fueron las obras: «Another» de Yukito Ayatsuji y «Shutter» de Banjong Pisanthanakun y los trabajos de Junji Ito; además de las historias de terror y leyendas que se solían contar en el lugar donde vivía.

Un agradecimiento especial a mi amigo Jonel Smis, quien es el artista de tras de la porta de esta y todas las obras escritas que tengo disponibles en esta plataforma.

Gracias por leer, espero que lo hayan disfrutado y los invito a continuar leyendo mis historias.

Muchas Gracias.

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